48.

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Ella era fría, era recta, autoritaria y encima, demandante. Tenía su objetivo en la vida y definitivamente no era ser mamá, no era saciar su deseo cuidando chicas abandonadas, porque lo único que quería de ellas era beneficio económico, y ese beneficio conmigo se estaba por terminar ya que el estado no iba a pagarle más por mí, porque ahora podía valerme por mí misma y sustentarla a ella también. O eso es lo que creía Mónica.

Se suponía que los valores me los tenía que enseñar ella, no lo hizo ¿Y pretendía que fuera agradecida? Si lo era, fue porque Carlitos se encargó de inculcarme esos valores, que hoy sólo los podía ver con Mónica como un aprovechamiento de su parte porque lo único que hizo en mi vida fue sacarme todo lo que me daban, desde mi inocencia hasta mi plata.

—Yo con vos nunca arreglé nada.

—Lo estamos arreglando ahora, Alma.

—Yo no te quiero dar nada. —le dije cruzándome de brazos, ella levantó una ceja. —No tengo por qué darte nada, en pocos días me voy y no voy a necesitar más tu servicio.

—Hacé lo que quieras, pero el servicio lo tenés que pagar querida, dieciocho años te di un servicio y el estado sólo me pegaba tus gastos económicos, a mí nadie me pagaba por limpiarte el culo cuando ibas al baño.

—No te pagaban, pero bien que sacabas de eso, porque que yo recuerde no te compraste un auto por trabajar, no te compraste un televisor, un celular, una cama, una heladera, una cocina...por trabajar. Y sobre todo, no trabajabas para salir todos los fines de semana cuando yo era chica, porque tus vicios no eran gratis.

Esperé a que me dijera algo pero se quedó callada analizando mis palabras, o seguramente buscando las suyas porque no mentía, eran incontables las veces que me quedaba a cargo de Claudia, una amiga sólo cuatro año más grande que yo y con sus ocho años, me cuidaba a mí y a Sofía cuando Mónica sólo desaparecía, volviendo al otro día totalmente fuera de sus cabales. Alcohol y droga, eran nada seguramente.

—Vamos a hacer las cosas más claras e ir al grano. —se llevó los mechones de su pelo oscuro detrás de la oreja y sonrió hacia mí cínicamente. Rodé los ojos, ya había entendido lo que quería, y no iba a dárselo. — ¿Vos te querés seguir llamando Alma Gonzales y decir que tu cumpleaños es en octubre y que naciste en 1997?

— ¿Eh?

La miré sin entender y ella extendió su sonrisa.

—Te voy a contar un cuentito Almita, escuchá...

Me erguí en el sillón para escuchar con atención su cuento, su sonrisa y su postura no me trasmitían confianza pero la mujer podía ser tan hipócrita así cómo yo podía bailar, y con cualquier cosa que atacara necesitaba tirar el doble, porque si había algo claro era que no pensaba darle ni los cinco centavos que ya ni existían.

—Un día una linda nenita embarazada de unos... ¿dieciséis años? Tocó mi puerta pidiéndome ayuda porque estaba con contracciones, ¿qué hice yo? La ayudé llevándola al hospital para que tuviera a su bebé... no lo tuvo. —dijo y me alerté intentando escuchar con claridad. —Dos días después, esa misma nenita vino a mi puerta con su bebé todavía en la panza y me dijo lo siguiente cuando me entregó una cajita que ella misma decoró de rosa: "Guardá esto, y tenelo con vos hasta que ella tenga la edad suficiente para entender", acto seguido aquella nenita rompió bolsa en mi casa y ¿qué hice yo? La llevé al hospital, tuvo a su bebita. ¿Te das cuenta que ya hice muchas cosas por ella no?

— ¿Qué... qué querés decir con eso?

— Yo me fui con la cajita y tres días después mi timbre volvió a sonar, esa nenita dejó otra nenita en mi puerta, esta vez con una cajita más grande porque claro, ya no eran recortes estúpidos y cartas de amor tontas, era un bebé el que estaba sosteniendo esa cajita y ¿sabes qué? Ese bebé eras vos.

Teen Dance.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora