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El pasto corto y las flores a los costados del camino nos llevaron a entrar hasta un enorme portón de madera, donde por encima con los mismos troncos estaba puesto el nombre del lugar: Alma.

Habíamos llegado.

Luca salió del auto y en su celular se fijó la combinación que tenía el aparato de seguridad, puso los números correspondientes y las puertas se empezaron a abrir lentamente con la sonrisa triunfal de él al mirar hacia mí, me reí y esperé a que se volviera a subir para arrancar y poder entrar.

—Tres siglos después... —dijo impaciente mientras las puertas automatizadas se terminaban de abrir, ante nuestros ojos se presentó un enorme patio y en el medio de todo el césped una gran fuente de agua, a los laterales lleno de árboles marcando el camino de piedras hasta donde parecía ser la casa. Entramos y la puerta se empezó a cerrar sola, por lo que hicimos el camino mirando los dos embobados todo el verde que había en el lugar, de por sí ya el paisaje era hermoso y lo que veíamos de la estancia lo terminaba de completar y hacer perfecto.

—Pienso en que si las cosas quedaban como él las tenía previstas, este hubiese sido mi hogar.

—Menudo hogar.

—Parece de cuentos. —dije mirando las florcitas de colores que empezaban a aparecer entre los jardines. Dobló a la izquierda siguiendo el camino y una casa extremadamente grande ocupaba el lugar sin dañar el espacio que había y que de por sí era mucho. La puerta principal se abrió y un hombre vestido de jardinero bajó las escaleras del porche para recibirnos, nosotros nos miramos y estuvimos de acuerdo en bajar.

—Buen día señorita, señor. —saludó ofreciéndonos la mano y ambos la aceptamos. —qué gusto recibirlos acá, soy Pepe el casero.

—Hola, soy Luca y ella Alma.

—Sí, la razón de este lugar y la que ganó el concurso de la tele. —dijo y nosotros nos reímos, asentí también aprobando de que ahora me llamaban de esa manera. —felicitaciones.

—Gracias.

—Chicos espero que se sientan cómodos, está todo limpio y preparado para su estadía, hay comida también pero me imagino que van a querer salir en la noche, acá es muy tranquilo así que van a disfrutar de la paz que seguro en Buenos Aires le es escasa.

—Absolutamente, qué bueno que tengamos comida porque más de un día no creo bajar al centro. —le dijo Luca y yo rodé los ojos, el hombre se rió y se adelantó a subir las escaleras.

—Vengan que les voy a mostrar el lugar, se van a adaptar rápido.

—Sí me dijo Alejandro que es muy cómodo.

—La van a pasar bien, a descansar principalmente que es lo que me dijo Ale.

—Tal cual, venimos a descansar. —le dije yo y entramos a la casa.

Yo podría haber sido una afortunada de haber vivido desde bebé en la casa, habría tenido mi familia que era lo más importante y una hermosa niñez, con tan sólo imaginar lo feliz que hubiese sido corriendo en los jardines o jugando a las escondidas en la casa ya se me dibujaba una sonrisa, porque esa había sido la idea de mi papá desde un principio, formar una familia con Martina para ser felices juntos, yo culminado el plan. Hoy en día estaba claro que eso nunca iba a poder ser posible, pero disfrutar el lugar que Alejandro había hecho exclusivamente para disfrutarlo con ella y conmigo, me daba un enorme orgullo y lo sentí mío, como él lo había dicho.

Tenía cinco habitaciones y la principal estaba lista para nosotros, con las sabanas limpias, toallas, olor a perfume y la luz de la luna que de a poco se propagaba por la ventana. Entré segunda a bañarme después del extenso viaje, no había sido fácil ser la copiloto por ocho horas seguidas, si bien con Luca fuimos cantando y hablando de la noche pasada, esperábamos los dos ansiosos por llegar al fin a descansar como merecíamos, porque ya se había cerrado ese capítulo y hoy empezaba otro, sin saber exactamente por dónde pero tampoco me preocupaba tanto, sólo quería desconectar por un tiempo de tanta vorágine vivida en el último tiempo.

Teen Dance.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora