57.

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Ellos decían que no debía preocuparme por nada, no angustiarme ni estresarme por absolutamente nada, pero era fácil decirlo y creer que podía hacerlo cuando en realidad no quería que el doctor Sebastián se fuera por nada en el mundo, sin importarme demasiado lo que Luca pudiese llegar a pensar.

Mi abogado ya había hecho lo que se le ordenó y de repente me informaban de una guerra en la que inevitablemente estaba metida, cuando en realidad yo no la busqué y no la quería seguir, pero esa mujer estaba tan ensañada conmigo que no podía entender cuál era su problema, porque la solución que yo pensaba darle parecía no bastarle.

Esperé a que se fueran todos, Pamela, Sebastián, Hilario, Carlitos, Gastón y Sofi, para quedarme a solas con Luca y Cajón que ya demasiado alterado estaba con tanta gente en el departamento, como yo que a pesar de saber que estaban dándome su apoyo, me creía lo suficientemente fuerte para afrontar las consecuencias de mi vida, junto a él que todo lo sustentaba en mí.


—Vos decime, yo hago lo que quieras.

—Está bien, quedáte. —le dije a Luca y él asintió sentándose con las piernas cruzadas en la cama frente a mí, con la caja en el medio. — ¿La abro?

—Sí, ¿querés que la habrá yo? —preguntó e iba a agarrarla para hacerlo yo, pero me arrepentí y se la pasé. —Hagamos una cosa, me fijo qué tiene y te digo si querés verlo o no.

—Bueno, mejor.

Se llevó la caja a sus piernas y la abrió para dejar la tapa a su lado, vi que en la contratapa tenía algo escrito y mientras Luca miraba la agarré y leí con una letra muy prolija, mi nombre. Suspiré y observé a Luca notarse neutro ante las cosas que contenía esa caja y lo primero que sacó hizo que mi corazón diera un vuelco.

—Esto se lo ponen a los bebés cuando nacen, para identificarlos. —me dijo y yo tragué viéndolo leer. —Quiere decir que lo que hay acá es verdad, porque dice tu nombre y apellido, la fecha de tu nacimiento con el horario y un número con una S.

— ¿Y... son datos reales?

—Alma Gonzales, dieciocho de octubre de mil nueve noventa y siete, dos y cuarto de la tarde, y quizás esto quiera decir sala veinte.

—Bueno entonces son dantos reales. —dije y él levantó la vista para asentir, tragué y le hice seña para que siguiera mirando, a lo que obedeció.

— ¿Querés que te diga lo que hay? Así no le ponemos mucho drama a esto.

—Dale.

—Hay fotos, cartas, un anillo, una ecografía, un peluchito, dibujos y unos escarpines, con un osito.

— ¿Será para mí? —pregunté con el aire atragantado y el corazón latiéndome a más no poder, Luca me miró con obviedad y asintió. Suspiré moviéndome un poco para estabilizar mi energía.

— ¿Qué querés ver primero?

—Lo que sea.

—Bueno mirá, este es lindo. —dijo y me pasó un pequeño osito que tenía entre las manitos un corazón agarrado que decía Te Amo. Tragué al sostenerlo y sentí un nudo en mi garganta, pero no quería llorar por todo ya que ni siquiera sabía cuál era el significado del osito. —Y estos son lindos también.

Cuando me dio los escarpines, me temblaron las manos y al sostenerlos, no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas, pero no derramé ninguna e intenté sonreír para que él no se preocupara, sin embargo preferí dejarlos de lado.

Teen Dance.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora