9.

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Respiré hondo dándome cuenta que estaba en el auto de un extraño, con otra chica extraña yendo a la casa de otro extraño, la normalidad estaba abundando en mi día y decir que quería conocer a los extraños, ya sería hasta absurdo. El viaje fue bastante largo, más de lo que esperé en realidad porque enseguida llegamos a Pilar, él se metió por una calle con todo a lo largo de arboledas, y en cuanto íbamos avanzando había grandes portones con nombres de los barrios privados.

El silencio y el olor a verano se sentía hasta en lo verde que abundaba el lugar, la calle parecía ser interminable y los barrios eran muy grandes porque las entradas aparecían cada algunos kilómetros, pensé que iba a tardar más pero por suerte fue disminuyendo la velocidad y paró para bajarse y tocar el timbre en un gran portón de madera.

Praderas de Pilar.

El tarado vivía en un barrio privado, ya podía imaginar el por qué era tan creído, su mamá no exactamente le había dicho que era lindo, la manera en la que vivía ya era evidente. El gran portón se abrió mecánicamente y al entrar abrí los ojos de par en par, cuando frente a mí se apareció un gran lago artificial y casas bastantes parecidas entre sí de lo inmensas.

Un señor vestido de oficial se acercó al auto y saludó a Fede con un apretón de mano, le dijo algo de nosotras, que éramos sus amigas y en un ratito ya nos íbamos, segundos según yo porque solamente tenía que sacarle mi mochila, siempre y cuando no me la complicara. Cuando el oficial le dio el pase, avanzó por las calles del barrio y yo miré cada casa, todas eran muy grandes y tenían unos autos que seguro valían más que toda mi vida en ropa.

—Bueno esta es la casa de Luca, no sé si está pero yo vivo unas más allá así que en un rato vuelvo. —me dijo y se bajó para adelantar el asiento para que bajara. Miré la gran casa frente a mí, era lindo y de madera, con unos ventanales de frente que ocupaban casi toda la pared, el césped muy corto con un camino de piedras que llevaban hacia la entrada.

—Gracias, es un minuto igual.

—Voy a mi casa y dentro de un rato paso, cualquier cosa es aquella. —me señaló la tercera después de la de Luca, asentí y él volvió al auto dejándome a mí ir por el camino señalado hasta la puerta.

Busqué el timbre en la puerta de madera tallada o en algún lugar de la pared pero no había ningún botón. Golpeé con el puño pero no se escuchó ni un ladrido de perro, lo cual me parecía extraño porque dijo que tenía uno, con un nombre muy absurdo por cierto. Me acerqué a la ventana de vidrio pero era cubierta por una placa de cortina, volví a la puerta para golpear y todo estaba en silencio, si a alguien le llegaba a pasar algo en la calle, ni los vecinos se iban a enterar, dudo que pasara algo tan alarmante en un barrio custodiado aún así.

—Decime que no estoy soñando. —escuché decir y me di la vuelta rápido sobresaltada. Luca se levantó los anteojos para ver mejor y frunció el ceño. — ¿Vos? ¿Acá?

—Sí yo, vengo a buscar mi mochila. —le dije y él se rió acercándose demasiado para mi gusto, enseguida estuvo de frente a mí pude sentir el nauseabundo olor a transpiración que emanaba su cuerpo recién salido del gimnasio, o algún tipo de deporte. — ¡Qué asco salí estás todo transpirado!

Lo empujé haciéndolo reír pero me arrepentí de haberlo tocado, ya que mis manos quedaron con su sudor y limpiarme en mi short no fue suficiente.

— ¡Qué asco!

—No puedo creerlo en serio ¿viniste a mi casa a buscar tu mochila?

— ¿A vos qué te parece estúpido? ¡Tengo mis documentos, mi plata, mi sube! —me quejé mientras veía que ponía un número en una pantallita de al lado de la puerta que hizo que se abriera. Levanté ambas cejas sorprendida pero me quedé en mi lugar cuando él entró. —Dámela rápido que ya me tengo que ir.

Teen Dance.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora