Prologo

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Muchos dicen que la vida es el resultado de nuestras acciones, es decir, las decisiones conscientes e inconscientes, pequeñas y grandes, que tomamos cada día y las cuales nos llevan a volver a tomar otra decisión, abriendo por completo un nuevo camino y así creando nuestro propio futuro. Otros creen en el destino, ya saben, eso de que por más que estemos tratando de buscar el camino correcto, siempre llegaremos a un punto el cual ha estado predestinado a nosotros desde un principio.

Ahora, para vincular todo aquello conmigo, podría decir que desde un principio tomé decisiones que se suponía debían encaminar mi vida, pero en caso haya existido el destino, éste se encargó de llevarme por otro rumbo, uno al cual yo temía, pero en el fondo sentía curiosidad.

Suena raro, ¿no? al principio me costó un poco interpretarlo, la verdad apenas le había dado la suficiente importancia como para que se quede en mi cabeza hasta el día que lograría entenderlo por completo.

Para resumir mi vida hasta el momento, podría decir que ésta siempre había sido poco interesante, nada realmente importante me había pasado. Mi adolescencia dejó un par de marcas en mi corazón, ¿pero a qué adolescente no? Mis padres llevaban casados casi por veinticinco años y dejando de lado mis problemas hormonales y emocionales, tenía una vida normal.

Se podría decir que vivía en una rutina, y me gustaba, me agradaba el hecho de saber que las cosas iban a ocurrir en un orden específico, sin que nada se salga de control. Lo mismo de siempre, sin novedades, sin problemas, todo predicho.

A los dieciocho años me encontraba entrando a mi primer año en la universidad. Y aunque al principio se me hizo dura la idea de tener que llegar todos los días a casa y no poder ver a nadie a excepción de mi pequeña gata, de cocinar mi propia comida y de mantener limpia mi casa, con el tiempo me acostumbré. Amaba la soledad, no el sentirme sola, sino el estarlo. Encontraba una paz inmensa en aquel departamento. En las tardes ponía música, comía pizza y veía alguna serie.

Pero sentía que algo faltaba. Al principio quise suponer que era aquella rutina en la cual había vivido toda mi vida, así que me propuse crear una nueva. Mi vida giraría alrededor de estudiar y pasar en casa. Debía ser objetiva, no era tan desconsiderada como para malgastar el dinero de mis padres en cosas que no tenían nada que ver con el estudio. Y todo iba bien, el primer año transcurrió con normalidad; conseguí amigas, mis notas eran altas y la relación con mis padres iba de maravilla.

Jamás hubiese imaginado que todo cambiaría el segundo año, cuando lo conocí.

Las cosas comenzaron a darse de una manera a la que no estaba acostumbrada. Él llegó a desordenar mis pensamientos, a sacarme de mi zona de confort y a hacer que me arriesgue como nunca lo hubiese imaginado. Antes de darme cuenta, estaba en una situación de "tira y jala", en donde mi lado racional se peleaba con el emocional.

Quizá mi historia no sea un cuento de hadas, quizá lo único positivo de todo esto, es que aprendí, ahora conozco lo que significa querer a alguien.

Juntos, pero no tanto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora