Capítulo 59

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—¿Raúl? —dijo a medida que se acercaba solo para confirmar que no estaba tan ebria cuando conversó con él.

—¿Podría ser alguien más? —dijo sonriéndole.

—No —se avergonzó —. Lo lamento, ya estaba algo mareada el día de ayer.

—De pronto desapareciste y me preocupé. Pero tu amigo me dijo que estabas segura y dejé de buscarte.

—Sí, eh... ya estaba muy cansada y olvidé despedirme de ti antes de regresar al hotel.

—No te preocupes por eso, yo solo quería confirmar que seguías viva y completa.

—Lo estoy. Gracias por haberte preocupado, en serio —le regaló una cálida sonrisa.

—No fue nada. Supongo que ya te marcharás —miró a sus espaldas.

—Sí, ya es hora. Mañana tenemos clases.

—Mucha suerte, espero que te hayas divertido todo este tiempo.

Christal soltó una pequeña carcajada sarcástica al escucharlo decir eso.

—Gracias por tus buenos deseos. Pero no, lo menos que hice aquí fue divertirme.

—Oye... —le tocó el hombro con amabilidad —jamás te arrepientas de nada. Recuerda que puedes convertir a cada decepción amorosa en una gran anécdota.

Le sonrió y ella lo hizo de vuelta.

—Tienes razón —le dijo ya más tranquila.

—Y recuerda también que cada que vengas podrás contar con mi ayuda en lo que sea, me caíste muy bien.

—Igual tú —se acercó y ambos se abrazaron —. Gracias por entenderme.

—Ha sido un placer. Por cierto, aquel chico no para de verme y sospecho que es del que me contaste.

Christal se separó y giró un poco la cabeza. A Christian parecía no importarle que alguien lo vea en ese estado. Luciendo furioso y celoso.

—No sé qué pretende —se giró de vuelta y agachó la cabeza.

—Ojala todo se solucione en tu vida, Christal. Te deseo lo mejor del mundo, en serio —la abrazó por última vez —. Adiós —y se marchó.

Christal comenzó a caminar de vuelta al carro, ya casi todos estaban subidos, menos él.

Una vez más lo ignoró e intentó subir con el resto de sus amigos pero Christian la detuvo del brazo.

—Quiero hablar contigo, por última vez —dijo sin expresión alguna en su rostro.

—Yo ya no quiero hacerlo —intentó mostrarse igual de fuerte que él pero a mitad de la oración su voz se quebró.

—Por favor, Christal...

—¿Por qué no me dejas en paz? —apretó los dientes y sus ojos amenazaron con llenarse de lágrimas.

—¿Vienen o se quedan? —dijo Anthony desde el interior del carro.

—¡Espera un momento, Anthony! —exclamó Christian y la tomó de la mano para alejarse unos metros del resto de sus amigos.

—¡Suéltame! —exclamaba Christal desesperada.

—Escúchame, será lo último que diré con relación a lo nuestro —paró en seco y tragó saliva.

Cuán difícil era estar ahí, a un paso de ella y no poder hacer todo lo que quiso por mucho tiempo.

—Creí que ya habíamos quedado en un acuerdo —dijo sintiendo un dolor punzante en el corazón.

—Christal, ¿quieres que me aleje de ti por siempre?

—Sí —una lágrima se escapó de sus ojos pero ella permanecía fuerte.

—Entonces escúchame.

—No quiero hacerlo —dio media vuelta y agarró su cabello con desesperación.

—¿Por qué? —dijo exaltado y triste.

—Ya sé exactamente lo que vas a decir. Que quisieras estar conmigo pero que la situación no nos lo permite. Que lo mejor será olvidarnos de todo lo que ha ocurrido y si hubiese sido por ti las cosas hubiesen sido diferentes pero que lastimosamente no quieres que tu sup... tu hijo —se corrigió antes de delatarse, al parecer Christian no lo notó —nazca y no tenga a su padre al lado. Sí, lo sé. Ahora vete —señaló hacia el carro para que Christian comenzara a caminar pero él no lo hizo. Se metió las manos en los bolsillos de su pantalón y la miró fijamente mientras oía al carro de Anthony pasar por detrás de ellos.

—Iremos a poner gasolina a un par de minutos de aquí mientras ustedes están en lo suyo, nos alcanzan —dijo y aceleró. Ni uno de ellos volteó a ver, sus miradas seguían entrelazadas la una con la otra.

—Eso ya te lo había dicho —su expresión ya no era seria. ¡Diablos! Cómo dolía estar en esa situación. Respiró hondo y cerró los ojos para evitar mostrarse débil, aunque la verdad era que no le importaba que ella lo viera llorar. Pero intentaba contenerse por el resto de sus amigos —. Chris... —susurró ablandando la mirada.

—No... —musitó con indignación.

—Siempre te querré —dijo triste y Christal ya no lo pudo resistir. Agachó su cabeza y se cubrió la cara con las manos mientras comenzaba a llorar.

Está bien, supongamos que lo que le decía era cierto. ¿Qué ganaba con eso? ¿De qué le servía? ¿La ayudaba a ponerse mejor? ¿Por qué justamente en ese momento se le ocurrió decirle eso? ¿Por qué escogió el momento menos indicado? ¿No se daba cuenta que lo único que lograba era hacerle más daño?

Sus lágrimas seguían saliendo y ella no podía hacer nada para impedirlas. Por un momento en la mañana había creído que de tanto llorar ya no podría hacerlo al menos por el resto del día. Pero en realidad solo había estado en un estado de shock todo ese tiempo. Esperando a que el día acabe y regresar a casa para ver a su gata y ver películas.

Christian comenzó a acercarse con la intención de abrazarla pero ella extendió su brazo entre ambos.

—Vete, por favor.

—Solo déjame abrazarte —le suplicó.

—No, no lo hagas más difícil —dijo pero él la ignoró. Volvió a acercarse y esta vez ella no lo detuvo. Dejó que sus brazos la rodearan solo para sentir por última vez el calor que emanaba su cuerpo. Sus manos se despegaron de su rostro y cubrieron la ancha espalda de Christian. Lo abrazó como nunca lo había hecho antes; con desesperación, con sufrimiento y con ansias. Ya no quería hacerse más daño, ya no volvería a él nunca más.

—Te quiero —susurró Christian en su oído mientras acariciaba su cabello.

—Yo te quiero más —dijo con su último aliento.

Juntos, pero no tanto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora