Capítulo 56

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Su corazón, el cual creía que no podía estar más roto, se rompió un poco más. Sus ojos se cristalizaron y comenzó a caminar lentamente, recuperándose de lo que acababa de ver. Aquella noche estaba decidida a olvidarse de todo por completo y se sentía bien acompañada como para lograr su objetivo.

—¡Hey! ¿La estás pasando bien? —le preguntó Anthony acercándose a ella.

—Me lo has preguntado unas diez veces en el día —le mostró la lengua.

—Prefiero ser precavido.

Christal sonrió y bebió todo su trago de una sola.

—Quiero más —miró a su amigo e intercambio el vaso de ella con el suyo.

—El único motivo por el que no te quité mi vaso es porque esta noche no me emborracharé, los cuidaré para evitar que pase lo de anoche.

Casi al instante Christal sintió euforia.

—Eres como el papá de todos —le dijo entre risitas.

—Papá está como para viejos, yo diría el hermano mayor.

—No tengo hermanos mayores.

—Ahora tienes uno.

Christal lo miró, entrecerró los ojos y unas profundas ganas de abrazarlo le entraron.

—Eres mi mejor amigo —le dijo sincera mientras lo abrazaba fuertemente.

La noche siguió transcurriendo con normalidad. Christal siguió bebiendo sin importarle nada. No le importaría si perdía el conocimiento aquel día, al fin y al cabo, Anthony le había prometido cuidar de todos. Varias horas más tarde, luego de haberle contado todo a Raúl, aquel chico con el cual se sentía espiritualmente identificada, sintió un enorme vacío en sí. Pensamientos de Christian entraron sin permiso en su mente. Recordó cada minuto con él y todo por lo que habían pasado.

—Lo odio —lloró abrazada a Raúl.

El momento en que lo miró por primera vez llegó a su mente. Recordó cuando alzó la mirada y lo vio; vio sus ojos, su cabello, su piel y desde ese entonces los sentimientos comenzaron a nacer, aunque al principio lo haya negado y se le haya hecho difícil aceptarlo.

Sentía que no podía seguir ocultando tanto dolor. No podía obligarse a no sentir algo. Las lágrimas caían por sus ojos con tan solo recordar a aquel chico del cual había estado enamorada ya hace más de dos meses, y supo que pronto las cosas se saldrían de control. Sí, mucho más de lo que ya estaban. Apretó sus manos, luchando por no ir corriendo hacia Christian y humillarse diciéndole cómo se sentía. Al fin y al cabo, estaba borracha, no podía hacer nada de lo que luego se vaya a arrepentir.

Tenía muchas ganas de hacer algo que sabía que lamentaría el día siguiente. Pero aun así no le importó; decidió dejar atrás su orgullo. Se levantó de donde estaba dejando a Raúl atónito y comenzó a caminar con rapidez.

—¡Christian! —gritó su nombre ya cuando estaba cerca y él giró la cabeza.

Entonces la vio e inmediatamente sintió pena por ella. El maquillaje se le había corrido a causa de las lágrimas que no dejaban de rodar por sus mejillas. Por un milisegundo quiso desaparecer de aquel lugar, dejarla donde estaba y que de una vez por todas se olvide de él junto con el dolor que ha causado. Jamás entendería cuán necia era aquella chica. Él, lo único que intentaba, era no hacerle más daño. Pero no pudo hacer nada de lo que quiso en ese momento, en cambio solo permaneció inmóvil en el lugar donde estaba parado hasta tenerla a un par de centímetros. Para su suerte Emily ya se había ido a dormir, sino no quería ni imaginar el escándalo que podía hacerle.

—Quiero decirte que... —comenzó a decir pero las lágrimas impidieron que siga hablando con normalidad, su voz se entrecortó y Christian no pudo permitir que lo haga frente a todos. Sin decir nada, la agarró de la mano y la llevó lejos de todo el gentío.

Una vez ahí, la soltó y la tomó de la cara, pasando sus pulgares por sus mejillas llenas de lágrimas.

—No llores —le susurró mientras sentía que su corazón se rompía poco a poco.

—Suéltame —sollozó y luchó por no lanzarse a sus brazos. Él la soltó y entonces ella respiró hondo para tranquilizarse —. Quiero decirte que hasta hoy llega todo mi sufrimiento —dijo intentando no volver a sollozar —. Acabo de tomar la decisión de olvidarte, olvidarte para siempre; hacer de cuenta que jamás exististe, y que jamás me enamoré de ti. Haré lo que sea necesario para dejar de sentir el dolor punzante que siento cada que te veo con ella —se pasó las manos por la cara con brusquedad —. Creo que te amé, pero adiós —dijo antes de que él pueda pensar algo.

Entonces comenzó a correr sin rumbo alguno hasta llegar al tope de la vía principal donde apenas había iluminación y gente. Era de noche, no tenía su moto, no tenía amigas en ese momento, no estaba Anthony, no tenía a Christian, y jamás lo iba a poder tener.

Lloró mientras caminada por la fría noche, lloró y lo hizo con ganas, no le importaba si alguien la veía, solo siguió llorando hasta tropezarse con un muro en el camino, haciéndola caer de rodillas. Entonces soltó con un grito, que no era tanto de dolor externo, más bien interno. Todo se juntaba y hacia que reviente de iras y angustia.

Se quedó ahí por varios minutos hasta tranquilizarse un poco, al fin y al cabo, no había gente. Se levantó, se limpió las rodillas que ahora sangraban un poco, y siguió caminando. El alcohol había desaparecido en cierto punto, pero aún seguía tambaleándose al caminar por la desolada calle.

Un carro paró a su lado.

—¿Te llevo a algún lado? —Christal, algo desorientada, miró hacia su derecha pero no paró de caminar.

—No —dijo cortante.

—Alguien puede hacerte daño aquí afuera.

—No me importa en lo absoluto.

—No seas necia, te dije que...

—¡Y yo te dije que no quiero que me lleves en tu auto! —dijo deteniéndose de repente y mirándolo directamente a los ojos de forma amenazante.

—¿No harás caso, eh? —plantó el carro y rápidamente se bajó.

No importaba cuánto alcohol haya bebido Christal, todos sus sentidos se pusieron en alerta y su adrenalina subió al ver que aquel hombre, que aparentaba unos cuarenta años, se bajaba e iba directo a ella.

Entonces comenzó a correr en dirección contraria y a lo lejos diviso otra figura, ¿acaso eran dos?

Ahora sí estoy perdida —pensó antes de que aquel hombre la alcance y la agarre por detrás, rodeándola con sus brazos.

—¡Suéltame! —gritó mientras intentaba soltarse de su agarre.

—Eres una chica muy desobediente —se acercó a su oído —, eso me encanta —tapó su boca y nariz con su mano impidiendo que Christal pueda respirar.

El solo oírlo decir esas palabras le provocaban ganas de vomitar, y por más que intentaba soltarse de él, no podía.

De pronto sus sentidos le comenzaron a fallar y se sintió más liviana, su vista se nubló cuando cayó al piso y apenas notó que una figura golpeaba al hombre que intentó abusar de ella para que luego éste corra hasta su auto y se marche del lugar. Intentó reconocer a la persona pero su vista no se lo permitía, solo notó que se le acercó a ella y la tomó por los hombros y le acarició el cabello.

—¡Chris! —reconoció la voz acompañada con varios ecos.

—Chris... —dijo Christal antes de desmayarse en sus brazos. 

Juntos, pero no tanto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora