Capítulo 35

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Y de tal manera, los días comenzaron a pasar. Le hubiese gustado decir que arregló lo que tenía con Alejandro, o que él la llamó y le pidió que regresen y todo volvía a ser como antes, con invitaciones a su casa, risas, pizza, y todas esas cosas que hacían. Pero no fue así, aparte de haber intercambiado un par de mensajes de carácter amistoso, no había pasado nada más. Y Christal sabía que entre él y ella las cosas habían terminado definitivamente. Por fuera no le afectaba. Siendo sincera, jamás sintió mucho por él. Pero por dentro, le dolía saber que perdió una oportunidad para olvidar a Christian. Y se odiaba por pensar eso y sentirse tan egoísta.

También notó que el grupo cada vez se unía más el uno al otro, todos los chicos se llevaban con las chicas y viceversa, hablaban con entusiasmo y realmente supo que, los compañeros, como los consideraba en un principio ahora eran un grupo feliz de amigos. Risas, abrazos, salidas al restaurant, guitarra, música, cerveza, todo se unía cada que estaban juntos. Por ese motivo, Christal no podía evitar mirar a Christian seguido, y cuando intentaba evitarlo, sus amigas y los que comenzaba a considerar sus amigos, lo notaban.

—¿Es mi imaginación, o tú y Christian hablan poco? —preguntó una vez Ryan con desconcierto mientras estaban sentados en el restaurante de comida rápida que solían ir —Christal apretó las manos con nerviosismo y alzó la vista. Pilar la estaba mirando, ella era la única que sabía de lo suyo con Christian.

—No somos muy compatibles, ¿sabes? —dijo con una ligera sonrisa Christian.

—Sí, en realidad... somos... muy diferentes el uno al otro —dijo Christal intentando sonar segura de sus palabras y asintió con la cabeza para darse credibilidad.

—Claro que no —dijo algo asombrada Charlotte —. Yo te conozco —miró a Christian —, eres un poco raro, igual que Christal —la miró. Gracias, Charlotte —. Te gusta reírte fuerte, al igual que Christal. Te gusta el mismo tipo de música que Christal. Te gusta la misma comida que a Christal. Te gusta la misma carrera de Christal. Claro que son compatibles —terminó de hablar Charlotte con toda la ingenuidad del mundo. El resto parecía estar de acuerdo con ella, todos asentían y murmuraban cosas entre sí de cosas que Christal no lograba entender, alzó la vista con timidez y notó que Christian de pronto estaba serio, como si el comentario de Charlotte no le hubiese agradado. Algo obvio.

—Cómo me vas a comparar con la despeinada Christal —rodeó los ojos Christian.

Charlotte rio sin maldad alguna.

—No trates así a mi amiga —dijo mostrándose ofendida en broma y abrazó a Christal por el hombro —. Ese es el encanto de ella —la miró y sonrió.

Christal no estaba con ganas de decir nada. Se ahorraría todos sus comentarios. Christian pensó en que era cierto, su cabello despeinado era algo que la caracterizaba y le daba su esencia propia. Le gustaba y no era la primera vez que lo pensaba.

—Oigan, ¿quieren más cerveza? —dijo Pilar y Christal agradeció que alguien haya cambiado de tema.

Todos siguieron con su tarde, para el resto solo había sido una conversación de tantas, no tenían idea de lo que en realidad ocurría, o había ocurrido, entre ellos. Algo que no era mucho, pero sí era lo suficientemente fuerte como para causar esa clase de emociones en Christal, emociones que hacía que su estómago se revuelva, sus manos suden y su cuerpo tiemble.

Se había prometido olvidarlo desde un principio. Desde aquel momento que notó algo raro en él y decidió mirarlo por segunda vez para notar qué era, supo que su vida cambiaría, pero jamás se imaginó que lo haría de tal manera, aquella que aún no era visible para el resto.

Y aunque Christal haya seguido intentando olvidarlo, no pudo. Es más, se volvió más observadora con él, lo miraba de lejos y aunque se maldijera por dentro, apreciaba y admiraba cada uno de sus gestos cada que tenía la oportunidad de hacerlo, ya sea si lo veía de lejos o cuando todos sus amigos se reunían. Le gustaba su forma de caminar con los pies ligeramente separados. Le gustaba cómo se bajaba del carro y siempre miraba a los lados antes de comenzar a caminar. Le gustaban sus cambios repentinos de humor y cómo pasaba de estar serio a reírse en minutos. Le gustaba cómo se pasaba la mano por su cabello ligeramente ondeado hacia adelante. Le gustaba cuando reía de lado y una pequeña línea de expresión se dibujaba en su rostro, al lado de su mejilla. Le gustaba como se colocaba la mochila en la espalda, dando unos pasos primero con una agarradera y luego colocándose la otra para caminar normalmente. Le gustaba sus dientes y cómo se mordía la punta de la lengua al reír. Le gustaba su risa, que comenzaba lento y despacio y luego la intensidad iba ascendiendo. Le gustaba cómo a veces sus labios de separan un poco sin ni un motivo en especial. Le gustaba la manera en la que se vestía, siempre con camisas a cuadros. Le gustaba cuando la miraba y de pronto su expresión era seria. Le gustaba todo. Le gustaba él en todas y cada una de sus etapas que había visto hasta el momento.

Pero también había más de una cosa que detestaba; odiaba sentir tanto hacia Christian. Odiaba que su corazón comience a latir cada que lo miraba. Odiaba soñar con él de manera imparable. Odiaba fantasear con que algún día ella y él, puedan tener algo más allá de lo que intentaron ser; amigos. Odiaba la impotencia que sentía al verlo todos los días y no poder hacer nada para acercarse y hablarle. Odiaba que él siga con su vida normal mientras ella se sentía morir cada que lo veía y no podía portarse de la manera que lo hacía con sus otros amigos, con él.

Christian por su lado, no sabía qué pensar ni cómo actuar. Le había prometido a Christal y a sí mismo que se alejaría de ella, y aunque el actuar se le daba muy fácil, cada vez podía resistir menos el acercarse y volver a fastidiarla.

Las cosas con Emily, como siempre, iban de mal en peor. Su barriga apenas se notaba por los tres meses de embarazo y suponía que sus bipolaridades se debían a la criatura que llevaba dentro. Era casi imposible llegar a un acuerdo con ella, su única opción era quedarse con él y vivir juntos para siempre, algo de lo que Christian no compartía.

ESTABA HARTO.

Más de una noche pasó en bares con algunos de sus amigos y bebía hasta casi perder el conocimiento. Y lo hacía como forma de escapar de la realidad, la maldita realidad de ser padre a los veinte años y peor, con una mujer que no ama y está completamente desequilibrada.

Así, pronto, llegó otro lunes. Christal aparcó su moto en el lugar de siempre y bajó de ella para comenzar a caminar hacia el edificio. Los exámenes del primer parcial se acercaban y ahora más que nunca tenía que concentrarse en estudiar para aprobarlos.

Entones notó que en una esquina de la entrada estaba Christian fumando un cigarrillo. Christal pensó unos segundos en qué hacer, no quería acercarse a él estando sola, pero no tenía más opciones. Comenzó a caminar con la mayor confianza que logró obtener para el momento hasta cruzar por su lado, sin regresar a verlo.

—¡Oye! —exclamó desde atrás y Christal paró, se volteó lentamente y lo miró, no tenía expresión alguna en el rostro y eso le puso los bellos de punta —Hola —dijo finalmente con tranquilidad.

No supo qué pretendía. Quizá solo quería volver a lo de antes y hacerla enojar, o quizá solo estaba siendo cortes y educado con ella.

—Hola —le regaló una sonrisa de lado y se volteó de nuevo para seguir su camino.

—¡Christal! —volvió a exclamar pero esta vez solo regresó a verlo mientras seguía avanzando —No es por asustarte pero... creo que ya no puedo —dijo con una expresión que jamás había visto antes en él, era una mesclar de desconcierto y asombro, como si ni él se pudiera entender.

¿A qué se refería con eso? No podía ser lo que ella estaba pensando porque él le había prometido algo y ella también a sí misma. 

Juntos, pero no tanto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora