Capítulo 66

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Como cosa del destino ocurrió que él haya sido quien casi la atropella. Para su mala suerte, la encontraba en una de las peores situaciones y aspectos, aunque supuso que eso a él no le sorprendería. Ya la había visto en situaciones malas anteriormente e incluso sabía cuán mal le salían las cosas.

—Christal… —dijo preocupado mientras se acercaba rápidamente a ella. No supo qué hacer. Quiso prender de nuevo su moto para irse lo más pronto posible pero el tiempo no le alcanzó.

—Hola —dijo despacio mirándolo a través de su casco celeste. Sin decir nada más, Alejandro se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos con fuerza, como si supiera que las cosas no marchaban bien. Al principio se resistió un poco, pero al comenzar a sentir la calidez de su cuerpo contra el de ella, se sintió más segura y le devolvió el gesto de la misma manera.

—Lo lamento —le susurró al oído. Christal aún no sabía qué lamentaba y esperaba que no piense que era algo relacionado con Christian. Los carros de atrás comenzaron a pitar y ambos se separaron rápidamente.

—Gracias —dijo y le regaló una sonrisa amable, triste, pero amable.

—Acompáñame, ¿sí? —acarició su brazo y Christal asintió lentamente. Ese momento no quería saber qué ocurriría luego. Solo no quería llegar a su casa y pensar toda la noche en lo que había ocurrido con Christian. Necesitaba distraerse, y en ese momento, él era su única y mejor opción.

Ambos se subieron a sus vehículos correspondientes y Christal siguió a Alejandro hasta llegar al estacionamiento de un edificio. Estacionó su moto a lado de su carro y se bajó de ella.

—Ven… —la llamó y ambos caminaron hacia un ascensor. Entraron, Alejandro presionó un botón y la puerta se cerró.

—Lo lamento —dijo Christal parpadeando pesadamente.

—No tienes que contarme qué ocurrió. Ya lo sé…

—Claro que no —miró a otro lado. Odiaba que sepa que su mundo giraba en torno a Christian.

—Christian, ¿cierto...? —Christal apretó los ojos sin regresar a verlo.

—No —mintió.

—Mientes…

—No quiero hablar de eso ahora, por favor.

—Está bien. Tampoco pretendo obligarte a hacerlo. Subiremos, haremos café y conversaremos de otras cosas, ¿sí? No quiero verte así.

—Está bien, gracias —dijo y ambos se quedaron en silencio por unos segundos —¿Por qué haces esto? —preguntó regresándolo a ver de pronto. Vio cuán bien se veía. Parecía haber hecho más ejercicio y sus mejillas rosadas se le hacían más atractivas que al comienzo.

—¿Qué cosa? —preguntó neutral.

—Lo sabes bien…

—¿El traerte? Sé que vives sola, Christal. Y sé que estarías triste esta noche si nadie hacía que te distraigas. Y en algún momento te dije que podías contar conmigo para lo que sea. ¿Recuerdas? —levantó una ceja —Jamás he creído en el destino, pero no es casualidad que nos veamos justo este día que no ha sido tan bueno para ti.

—Quizá seas una especie de ángel guardián —dijo luego de unos segundos pensando en voz alta y sonriéndole levemente. Alejandro rio un poco.

—Esas frases son las que las chicas usan para tener a los hombres a sus pies.

—Yo no —dijo honesta —. Solo digo lo que pienso.

El elevador se abrió y ambos salieron mientras Alejandro iba sacando una llave de su bolsillo. Se acercó a una puerta y la abrió casi de inmediato.

Juntos, pero no tanto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora