Capítulo 33

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Quizá en una ocasión anterior Christal ya mencionó cuanto había soñado con una historia de amor, tal y como pasan en los libros. Él, el chico más guapo y conocido del instituto de pronto sentía cierta atracción hacia ella, quien apenas era conocida por su pequeño círculo de amigos. Se conocían y él le pedía ser su novia, ella aceptaba y estaban juntos hasta que un gran problema hacia que se separen, aunque al final siempre lo resolvían y en algunas ocasiones, terminaban casándose, con hijos y un par de perros.

Christal había leído más de una docena de libros como esos, con tanto en común. Le gustaba la sensación que sentía cada que ocurría algo interesante, o cómo se emocionaba cuando uno de los dos estaba a punto de decir algo que cambiaría toda su vida. Y siempre, sin excepciones, lloraba con los finales felices de estas historias.

Tampoco quería creer que era la única chica a la que no le había pasado ni siquiera algo parecido sino hasta hace poco, con Alejandro. Sabía que en el mundo entero, había gente comprometiéndose y terminado cada minuto. Algunos creando su propia historia de amor, su propio destino y su propio camino. En cambio ella, estaba ahí, preguntándose a sí misma si decir la verdad, o mentir para su conveniencia.

Lo que Christian le había planteado hace unos segundos la había dejado en shock totalmente. ¿Acaso se notaba tanto? Ella siempre intentó no mostrar sus sentimientos hacia él ¿Por qué de pronto le preguntaba eso? ¿Acaso se sentía confundido? Volvían las preguntas sin respuestas.

Había perdido totalmente la noción del tiempo y de su alrededor, ahora, solamente existía él; Christian.

Vio sus ojos color avellana y quiso decirle la verdad, no solo que le gustaba, sino que todo ese tiempo intentó alejarse para olvidarse de él. Intentó estar en otra relación, intentó despejar su mente con películas de terror, intentó no pasar sola en algún lugar porque sabía que lo pensaría, y por último, intentó evadirlo todo ese tiempo sin poder lograr un buen resultado. Pues él seguía estando en sus pensamientos.

Es irónico cómo alguien que, apenas duda de sus sentimientos, esté tan seguido en su mente.

—Y-y-yo... —tartamudeó y se mordió el labio inferior. Christian estaba más cerca de lo que ella y su cordura podía soportar.

Por otro lado, Christian esperaba recibir la verdad, no podía dejar esto así. Tenía que aclarar las cosas, decirle todo lo que pensaba y llegar a un acuerdo.

—Chris —susurró su nombre.

Christal supo que no podía estar en una situación peor en toda su vida, no podía pensar con claridad y su vista se nublaba cada vez más. Y quizá, ese fue el único motivo por el cual asintió lentamente mientras una lágrima se escapaba a lo largo de su mejilla al quedar totalmente expuesta hacia él. Al saber que todos sus intentos por olvidarlo habían fracasado ya que estaba ahí, a tan solo centímetros de él y mostrándose vulnerable.

Y entonces Christian lo supo, era oficial, a aquella chica le gustaba y, por las lágrimas que comenzaron a caer a partir de su confesión, supo que quizá no solo era un simple gusto. Era también algo más. Pero entonces la pregunta era; ¿Igualmente le gustaba a él?

Ambos se quedaron callados por un largo tiempo, ella había agachado la cabeza y cubierto su rostro con sus manos para dejar salir aquellos sentimientos guardados en forma de lágrimas. Él escuchaba cómo su respiración era entrecortada por intentar no hacer ruido y relajarse un poco.

De cierto modo sintió pena. Pena porque él no podía ser un príncipe azul, pena porque lo único que hacia él en su vida era causar caos y destrucción, pena porque la hacía llorar sin ni siquiera decirle nada y no quería imaginarse cuánto daño le haría si fueran algo.

Pena, porque el malo de la historia nunca se queda con la chica.

Acercó su brazo hasta rodearla y envolverla en un cálido abrazo. Esos de los que uno no quiere que terminen nunca, esos de lo que hacen sentir seguro a uno mismo, como en casa.

—Perdóname —le susurró Christian al oído —, no pretendo ser un idiota, mucho menos contigo. Pero entiende, yo no puedo gustarte.

Christal seguía arrimada a su pecho llorando silenciosamente mientras escuchaba a Christian decirle que se olvide de él.

No, por favor, no ahora que le aceptó sus sentimientos.

Christian alzó la barbilla de Christal y separó sus manos de su cara.

—Mírame —ordenó en tono suave —, tú y yo somos muy distintos el uno del otro. Mi vida es un caos y apenas puedo con esto. No me perdonaría si te hiciera daño.

—Ya lo estás haciendo —sollozó mientras sus lágrimas no dejaban de salir —. Debiste alejarte desde un principio.

—Jamás supe que llegaría a tal punto. Pero, por favor, prometo hacerlo. No quiero que sigas sufriendo y mucho menos por alguien como yo. Quizá si fuera, y odio admitirlo, más como el bastardo de Alejandro, lograría hacerte feliz de una u otra manera. Pero no, yo en el amor y esas cosas soy un idiota. Tú eres una chica diferente a las demás, y jamás lo he dicho anteriormente. Tú eres... tú.

Christal había controlado su respiración y ahora sus lágrimas habían parado por un momento. A medida que comenzaba a escucharlo, su corazón se rompía en mil pedazos, pero a pesar de eso, supo que tenía razón. Tenía que parar y superar aquel asunto. Aunque ahora más que nunca, no quiera hacerlo.

—Promete no volver a acercarte a mí —susurró tranquila.

—Haré lo que sea para no hacerte daño, pero antes... —Christian sentía la necesidad de besarla una vez más. Si ambos habían quedado de acuerdo para no volverse a hablar, tenía que hacerlo, porque esa podía ser la última vez.

Christal pensó en oponerse por un momento, pero siendo sincera, ella era la que desde un principio quiso dar aquel primer paso.

Los labios de Christian tocaron los de ella y se dio el beso más lento que hayan tenido los dos, en la oscuridad del lugar donde solo el televisor encendido irradiaba iluminación. Él llevó la mano a su rostro y pudo sentir las mejillas húmedas de Christal. Ella lo rodeó con el brazo, acercándose más a él. Entonces el sintió algo que jamás había sentido antes. ¿Cómo llamaba a ese extraño cosquilleo en la barriga y las ganas de no dejarla ir? Aceleró un poco la velocidad del beso y la arrimó contra la pared. Se separó de ella y jadeó aún a sentimenteros de distancia.

—Me vuelves loco —susurró e intentó mostrar una sonrisa de lado —, ahora ya no sé si quiero dejarte ir —dio un pequeño beso en el hombro de Christal al mismo tiempo que la puerta se abría de golpe y tras ella entraba Alejandro. Claramente sorprendido por la escena y con una furia inexplicable en el rostro.

Christal apartó casi se inmediato a Christian y miró a su novio mientras percibía como éste retrocedía con el orgullo herido.

—¿¡Quién te has creído para entrar como si nada a mi casa!? —recompuso su postura y gritó en un tono que jamás había escuchado Christal, es más, la asustaba un poco.

—¿¡Qué le estabas haciendo!?—dijo de la misma manera y lo agarró por la camisa.

—Algo que tú jamás podrás hacerle —dijo con orgullo y se separó con un tirón de su agarre.

Ese era el momento en el que Christal debía aprovechar para impedir que esos dos se saquen los ojos. Se ubicó al frente de Alejandro, quien tenía el rostro rosado de furia y tocó su pecho.

—Por favor —lo miró a los ojos —no pelees. Vámonos ¿sí? Lo resolveremos nosotros —le suplicó.

Alejandro inhalaba y exhalaba con fuerza, se apartó de ella y se pasó las manos por el cabello. Fulminó por última vez a Christian y tomó de la mano a su novia, para luego marcharse dando zancadas junto con ella.

Ambos salieron del departamento y Christal regresó a ver a medida se alejada de la puerta de madera fina, de pronto Christian salió de su departamento de prisa pero se detuvo a un par de pasos. Solo la miró y ella hizo lo mismo mientras entraba en el elevador junto a Alejandro.

—Y no vuelvas a meterte en su vida —gritó moviendo el brazo de manera exasperada.

Pero Christian no respondió, solo intercambió miradas con la chica a la cual pronto dejaría de hablar.

Juntos, pero no tanto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora