Christian se encontraba con la vista en el horizonte y el grito de Christal no pareció sorprenderlo ni estimularlo.
—Realmente te ha gustado la playa, ¿no?—dijo sereno pero Christal no respondió —Cuando era pequeño nuestros padres nos llevaban a los tres al mar al menos cuatro veces al año. Nos alojábamos en una pequeña casa de madera de nuestros abuelos y jugábamos todo el tiempo —sonrió mientras recordaba —. Hace más de diez años que ya no lo volvemos a hacer, supongo que es porque a pesar de haber felicidad en la familia, ni uno de nosotros podemos volver a ser los mismos. Además nos dijeron que aquella cabaña fue vendida a extranjeros y ya no tendríamos donde quedarnos sin pagar.
Christal no tenía palabras para responderle, al principio había pensado en ignorarlo y marcharse, pues ambos habían prometido algo y ahora Christal quería romper la promesa que se habían hecho el uno al otro. Pero aquello que le acababa de contar la dejaba con muchas dudas, dudas sobre él y su familia, quería saber por qué hablada de tres, porque decía que ya nada era lo mismo, quería saber aquello que ocultaban sus oscuros ojos.
—¿Lo extrañas mucho? —preguntó Christal.
—¿A quién? —dijo Christian pareciendo sorprendido. Como si ella supiera algo que él no le había contado.
Por un lado, Christian temía que, como le había dicho su madre, Christal fuera una persona falsa la cual solo le interesaba saber sobre él y hacerle daño.
—Ir a la playa —dijo un poco confundida por la reacción de Christian.
—Ah —relajó sus facciones —. Si, bueno... no lo había pensado, creo que lo que en realidad extraño es mi vida de niño —sonrió triste.
—Christian —lo miró y él también lo hizo. Se quedó en silencio por unos segundos, buscando las palabras correctas para saber lo que quería desde hace mucho tiempo. Examinó su rostro y sus ojos que ahora parecían brillosos —. ¿Qué ha ocurrido? —susurró.
Christian se separó un poco de ella y volvió a mirar hacia el horizonte.
—¿Con qué? —preguntó como si no supiera de lo que hablaba.
—Tus ojos dicen que algo ocultas.
—No sé de lo que hablas —sonrió triste.
Christal quería saber sobre él pero no quería insistir y mucho menos regresar a lo que eran antes que ya suficientes problemas les había causado.
Decidida a levantarse, puso las manos en la arena pero Christian la detuvo rápidamente.
—Por favor —le suplicó —, quédate.
—Christian, acordamos algo —le dijo triste, pero no se levantó.
—Olvidémonos de esa maldita promesa.
—¿Recuerdas todo lo que ganaremos si la cumplimos?
—Sí. No vivir felices ni uno de los dos.
—Pero a otros podríamos hacer felices.
—Qué importan los demás. Todo el mundo debería estar interesado por su propia felicidad.
—Yo prefiero hacer feliz a los demás. Al menos sé que puedo soportar el dolor como no muchos pueden hacerlo.
—Entonces hazme feliz, Chris —arrimó su frente al hombro desnudo de Christal —. Aunque no sea nada parecido a aquel chico que tanto encuentras en los libros que amas leer. Aunque sea una mierda de persona y aunque Anthony tenga más que ver en tu vida que yo. Aunque él sea quién te haya protegido y cuidado todo este tiempo de no sufrir, por mí. Y aunque él parezca más un chico de libros que yo, ámame a mí, por favor. Ama a este idiota que lo único que ha hecho todo este tiempo desde que entró a la universidad ha sido fijarse cada vez más en ti y en tu enorme corazón lleno de bondad para todos. Yo prometo hacerte feliz y prometo cambiar. Por favor, no lo ames a él porque hay alguien en quien has despertado el sentimiento del amor por primera vez y está dispuesto a entregar todo como nunca lo ha hecho.
Christal se encontraba entre la espada y la pared. Tenía que luchar contra todos sus impulsos para evitar abrazarlo y besarlo. Tenía que pensar en todo el daño que causaría si algo llegaba a pasar entre ellos. Aparte de eso, tenía muchas dudas sobre él, no podía tener algo con alguien que ocultaba cosas.
—Yo... —susurró y se aclaró la garganta —Christian, hay muchas cosas que yo no sé de ti y sé que tú no las puedes decir —intentó buscar un pretexto —. Y yo no quiero meterme en tu...
—Dime —la interrumpió y la miró desesperado —, dime todo lo que quisieras saber y te juro que te responderé con la verdad —sacó su última carta —. Quiero que creas en mí. Quiero que me conozcas. Ya no te ocultaré nada.
Christian sabía que estaba arriesgándose mucho con lo que acababa de decir, pero había llegado al punto en el que no le importaba quedar expuesto hacia ella. Así ella sea una persona que no le convenga, no le importaba, quería que estén juntos.
Y ahora Christal se encontraba en una situación peor que la anterior. La propuesta de Christian la tentaba demasiado. ¿Qué iba a hacer ahora? Si la aceptaba, sabía que luego de eso las cosas cambiarían mucho, y tenía miedo.
—Pero... —intentó buscar otro pretexto —pero... tú tampoco sabes mucho sobre mí y puede que yo oculte demasiadas cosas que no son buenas para nadie y...
—Está bien —la volvió a interrumpir —. Tú me puedes preguntar cosas y yo a ti igual, ¿no crees? Vamos, puedes comenzar —dijo en un intento desesperado por hacer algo.
—No... tú pregúntame primero —dijo e intentó sonreír, sabía dónde terminaría todo.
—Está bien. Tú... —pareció pensar algo y luego la miró a los ojos —¿Tú amas a Anthony?
Aquella pregunta realmente no se la esperaba, era un momento serio pero a Christal le dio muchas ganas de reír antes las palabras de Christian.
—¿En serio? —preguntó por si no había escuchado bien.
—¿Lo amas o no? —preguntó serio.
—Claro que no —dijo como si fuera obvio —. Es mi mejor amigo.
—¿Pero por qué se besaron?
—No lo sé... —miró a los lados —es una larga historia.
—Cuéntamela.
—No, ahora me toca a mí —le mostró la lengua —. Eh... ¿por qué hace poco... hablaste... de tus padres y... ustedes tres? ¿Cuáles tres?
Christian respiró hondo preparándose para lo que iría a decir como respuesta.
—Es una larga historia —la miró preocupado.
—Cuéntamela —susurró.
Entonces él se acostó sobre la arena. Colocó su antebrazo detrás de la cabeza y el otro lo extendió para que Christal se recostara sobre él.
—Ven —le dijo tierno —. Hay mucho que contarte.
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Juntos, pero no tanto ©
RomanceEsta es solo una triste y nada popular historia perdida entre tantas, quizá sea buena, quizá no. Él no era popular, tampoco practicaba baseball ni mucho menos era el capitán de algún equipo deportivo. Ella no era una nerd, tampoco era la chica más...