Capítulo 10

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Christal lo ayudó a dirigirse por las calles correctas para llegar al edificio Rowling.

—¿Me haces un favor? —preguntó apresuradamente Jake mirando a Christal.

—Claro —dijo dudando de lo que pueda ser.

—Anda hacia atrás —habló de prisa —antes de que te vea.

Sin pensarlo dos veces, Christal hizo caso y entonces vio a la misma chica que Jake miraba a las afueras de aquel edificio de negocios.

—Ya estoy —murmuró mientras se terminaba de acomodar.

—Gracias —dijo mientras se iba deteniendo a lado del edificio, se dio la vuelta y la miró —, ahora te debo dos —le guiñó un ojo.

Rápidamente se bajó del carro y corrió para abrirle la puerta de copiloto a aquella chica castaña.

Entró mientras saludaba con entusiasmo a Christal.

—Hola —le devolvió el saludo.

—Está bien —dijo entrando al auto Jake —¿Ahora a dónde Chris?

—Sigue largo y luego ve a la derecha, por favor —informó Christal y el arrancó.

Siguió por donde le había dicho hasta llegar a las afueras del edificio donde vivía.

—Muchas gracias, Jake —dijo mientras bajaba de su carro.

—De nada. Por favor, no olvides lo de Christian. Te está esperando, intenta ir rápido —le sonrió y se marchó.

Christal entró al edificio y subió a su apartamento para tomar una ducha rápida y cambiarse la ropa para luego salir. Se puso unos jeans, botas y un abrigo de lana. En la ciudad casi siempre hacia frio. Luego de eso, se subió a su moto y arrancó en dirección a la casa de Anthony, tomando un atajo, se hizo treinta minutos.

Al llegar a las afueras de la mansión, los portones estaban cerrados, se bajó un momento de su moto y tocó un botón de aquel panel de seguridad. Casi de inmediato alguien habló y por la pequeña pantalla se podía divisar la cara de aquel chico que, por alguna inexplicable razón, le gustaba.

—Pasa —fue lo único que dijo antes de que una fuerte vibración sonara y el portón comenzara a abrirse automáticamente.

Christal no dijo nada y solo regresó a su moto, se subió y entró.

Se estacionó frente a la casa de Anthony y esperó a que Christian saliera. Aguardó varios segundos y por la puerta aún no se divisaba nada, sacó su celular y revisó si tenía algo nuevo. De pronto la puerta se abrió y tras ella salió Christian, con el torso desnudo, un bocadillo en la mano y su celular en la otra.

Christal no había sentido nervios en todo el viaje hasta ese momento, cuando lo vio de frente, cuando estuvo segura de que por primera vez la veía solo a ella. A pesar de que en ese momento sentía enojo, no podía evitar pensar en lo bien que se veía solo con sus distinguidos jeans.

De pronto sintió que no podría hablar, sus pupilas se dilataron y su pulso se aceleró.

—Eh...-y-yo...—tartamudeó.

—Eres Christal ¿cierto?

—Sí —logro articular, aún con enojo.

—¿Entrarás? ¿O ya quieres irte? —volvió a preguntar sin reacción alguna y le dio un mordisco a la dona que tenía en las manos.

Por la mente de Christian no pasaba absolutamente nada. Por un lado, quería quedarse un momento en la casa de Anthony porque encontró un yacusi en una de las habitaciones, pero por otro, no quería ser aprovechado con la bondad de las personas.

—Tengo algo que hacer, así que estoy de apuro —mintió luego de pensar cuál de las dos era la mejor opción, sabía que si entraría, pasaría por los minutos más incomodos de su vida. Así que decidió acabar de una vez con todo eso.

—Está bien —dijo y volvió a entrar a la casa. Dos minutos después, salió, ya con la camisa puesta —¿segura que estaré bien en eso? —apuntó a su moto y Christal se ofendió.

—Más seguro de lo que puedas estar nunca —dijo arrancando la moto con el pie y sin arrepentirse de sus palabras recientes.

Christian entonces reconoció esa reacción, era la chica con la que había discutido el primer día, y esa era su moto. Sí, su fea y anticuada moto.

—¡Hey! —Se cruzó de brazos y sonrió algo impresionado —Tú eres la chica a la que casi atropello su moto.

—No me digas —sonrió con sarcasmo pero Christian decidió ignorarlo.

—No te había reconocido sino hasta hace unos segundos.

—No importa —espetó.

—Está bien —se subió a la moto y por menos de un segundo tocó su cintura. La espalda de Christal se irguió y una corriente recorrió todo su cuerpo, pero luego llevó sus manos a la parte trasera de la moto, desasiendo cualquier contacto con ella.

Arrancó y poco a poco se alejó de la casa hasta llegar al portón, Christian presionó un botón del control que le había dejado Anthony y éste se abrió dando paso a la moto.

—¿Vives muy lejos? —le preguntó, ya casi no sentía nervios. Ahora ese sentimiento había cambiado por algo que no podía describir. ¿Era enojo? ¿Decepción?

—A solo quince minutos de aquí —dijo acercándose a su oído —. Yo te guio.

El fuerte viento causado por la velocidad a la que Christal iba, hacía que su cabello vaya directo a la cara de Christian. Él lo tomó con cuidado e intentó ponerlo a un lado de su cara, pero regresaba sin importar qué hiciera, luego de unos segundos se rindió y prefirió dejarlo que toque su cara, no le molestaba en lo absoluto, es más, hasta olía a rosas y era muy suave.

—A la izquierda, por favor —le dijo con suavidad y Christal asintió.

No sabía qué sentir o pensar por el hecho de que Christian esté atrás suyo, en su moto, y esté llevándolo a su casa. Vaya que las cosas se están dando de una manera muy extraña entre ellos dos.

Pensó en que, si algún día tuvieran una historia juntos, jamás podrían decir que se conocieron como lo hacen los personajes de los libros o las películas de amor. Mucho menos que se enamoraron el primer momento en que se vieron. Quién iría a decir que él le hubiese hablado por primera vez gracias a que su carro estaba dañado.

Y quién iría a decir que Christal estuviera comenzando a volverse loca por pensar pura mierda. ¿Una historia de amor entre ellos dos? Eso le pasaba por leer muchos libros, de ahora en adelante solo leería historias de terror.

Siguieron así, Christian le decía por dónde tenía que ir y ella le hacía caso porque no tenía más opciones. Pronto se encontraron frente a un lujoso edificio y Christian bajó.

—Gracias —le sonrió, entregándole el casco de vuelta —¿Quieres pasar un rato? —preguntó seguro de sí mismo. Christal pensó en las probabilidades de que entre ellos ocurra algo, ya había dejado ir una oportunidad de conocerlo, y conocer todo lo que ocultaban sus ojos.

¿Dejaría ir otra?

—...

—...

—... No, estoy bien —se odió por haberlo dicho.

—Está bien —no insistió —, otro rato será —le sonrió y se giró —. Por cierto —regresó a verla —, gracias por tremendo gesto de amabilidad, no creí que la chica de la moto rosa me ayudaría algún momento

—Soy Christal —dijo neutral —y no fue nada, lo hubiese hecho con cualquiera —le restó importancia y se colocó su casco —alzó la vista y lo vio —, adiós —comenzó a marcharse y por segunda vez, Christian no pudo evitar verla mientras se iba en esa fea y anticuada moto. 

Juntos, pero no tanto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora