Capítulo 11

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Mil pedazos es muy poco para lo que siento, Christian al sentir un golpe, grita mi nombre pero yo no puedo contestar, el señor Austin entra a la cabaña corriendo por los gritos de aquel hombre desesperado, al notarme en el piso llorando, se acerca a mí y pregunta que me ocurre pero las palabras no logran salir, este dolor me está matando.

El aliento me falta, y mi corazón lucha contra el ardor que se está encontrando en mi cuerpo, hasta que logro decir "murió", creo que fue suficiente para que este señor me cargara y al mismo tiempo tomara a Christian para llevarnos al auto y trasladarnos a la clínica.

Christian más de una vez intento atraer mi cuerpo a él pero yo más me alejaba, no quería nada de nadie, al llegar a la clínica no espere por nadie corrí, corrí como si de mi llegada dependía su vida, su habitación estaba vacía, no había nadie, solo una enfermera cambiando las sabanas de la cama, mis piernas pierden el equilibrio y caigo de nuevo en un mar de lágrimas que nadie logra controlar, la enfermera llama ayuda mientras yo poco a poco me siento ida.

Despierto con un dolor en el pecho, me encuentro acostada en una cama en alguna habitación de la clínica con Christian cerca de mí, vacío es muy poco para lo que siento, es inexplicable, es como que te apuñalaran una y otra vez y no puedes controlar nada del dolor, porque simplemente no puedes es así.

— ¿Despertaste? –su voz se escucha corta

— Quiero verla

Me ayudaron a ir a verla gracias a que Christian llamo a una enfermera, esa sala era tan oscura, tan fría, tan abandonada, su cuerpo fue sacado de una nevera donde colocan los cuerpos muertos, mis lágrimas salían solas, fue inevitable gritar su nombre una y otra vez, pero no volvería, todo estaba tan pálido siendo ella morena, sus labios estaban morados, no me permitían tocarla, quería lanzarme a ella y abrazarla, pero no me importo lo que dijeran lo hice.

Mi madre había muerto y ahora si estaba sola, Dios se tomó muy en serio lo que dije, pero fue lo mejor, ella ahora está en su reino, no sabía que dolería tanto, solo quería que despertara y dijera que solo fue una broma pero después de dos horas me di cuenta que no sería así.

A pesar de mi lejanía con Christian ordeno el funeral de mi madre para el día siguiente, asistieron solo los necesarios, sus doctores, su psicólogo, las enfermeras de turno, Christian y yo, ver su cuerpo en una caja es estúpido, ella debería estar danzando por todas las calles, o haciendo lo que sea que tenga que hacer, el cáncer es el peor mal que puede poseer alguien, es esa persona que llega a ti y poco a poco te destruye hasta que te das cuenta y es cuando más te lastima, aunque luches, aunque hagas lo que hagas, la mayoría de las veces él gana.

Después del cementerio Christian trato de animarme pero ni siquiera contestaba sus preguntas, estaba muerta por dentro, llegamos a su casa y el cuarto estaba más grande de lo normal, yo solo recogí mi bolso con mi poca ropa vieja, y salí de esa casa a media noche sin decirle nada a nadie, tenía el dinero que Christian me dio para mi así que decidí irme a un no sé dónde, a buscar un no sé qué.

El aeropuerto a altas horas de la noche estaba afortunadamente sin mucha gente, era lo suficiente agradable para llorar cuanto quisiera y nadie lo vería.

— Señorita, ¿Cuáles son sus destinos más cercanos para ya mismo?

— Buenas noches, en este momento nos quedan dos asientos para Alemania y Australia, en primera clase tienen un costo de 3 mil dólares, salen a las 4 y media de la madrugada –aunque quedara casi sin nada, y además esperando por horas no me interesaba Canadá ya no era una opción

— Un boleto para Australia por favor

Después de darle todos los datos tenía que esperar cerca de 4 horas por el vuelo, todavía quedaban demasiadas horas para irme, había llorado demasiado, y aun el dolor en mi pecho se mantenía, aunque me quería ir, ahora me sentía sola, necesitaba de alguien que dijera que todo estaría bien, que junto a él todo estaría bien sin importa que fuera mentira, creo que necesitaba mentirme a mí misma.

Por fin el vuelo llego, al abordar todos los asientos estaban ocupados menos el que estaba a mi lado, agradecí porque sería extraño que me viera llorar tanto alguien que no conozco; tendría una nueva vida, aunque le tenga miedo a lo desconocido hoy siento que lo desconocido es mi nuevo yo.

— ¿Pensabas dejarme a mí también?

Esa voz que trajo paz a mi interior la conocía, hace unos días esa misma voz había callado mis palabras, esa misma voz me impulso a pensar en tantas cosas, esa era la voz que necesitaba, ese era Christian.

Ciega de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora