Capítulo 37

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No sé en qué momento llego el auto de Christian, pero ahora íbamos en camino al parque, mientras él hablaba por teléfono yo decidí escribirle a Penélope esta noche teníamos que trabajar pero con lo que había hablado con Thomas eso no pasaría más, así que era mejor que lo escuchara de mí, que de otras bocas.

— Penelopeeeeee (10:30am)

— ¿Cómo está mi conejito preferido? (10:31am)

— Bueno, tengo tanto que contarte, pero lo más importante es que ya no podré trabajar con ustedesL (10:32am)

— ¿Disculpa? ¿Por qué? ¿Qué ocurrió? ¿tu príncipe azul te mantendrá toda la vida? No estoy muy de acuerdo con eso pero te envidio de todas maneras (10:33am)

— Resulto ser un imbécil, son tantas cosas Penélope necesitamos vernos, dile a María que esta noche en el mismo lugar que siempre

Antes de poder darle enviar al mensaje, mi teléfono había sido arrebatado por una mano desconocida, Christian había lanzado mi teléfono a la maletera, quede sorprendida, ¿Quién le había dado ese derecho?, mire su cara espero una risa pero no fue así estaba tan serio como mi padre cuando decía su amenaza.

— ¿Me podrías explicar por qué hiciste eso?

— No

Mi sangre hervía pero decidí calmarme, tuvimos que parar por un semáforo en rojo y decidí que era el momento perfecto para buscar mi teléfono, saque el cinturón de seguridad, y salte a la parte de atrás, Christian inventaba agarrarme pero antes que pudiera ya estaba en la maleta sosteniendo mi teléfono.

10 mensajes perdidos, 9 de Penélope y 1 de un número desconocido, le envié el mensaje que no había podido a Penélope y leí el siguiente.

— Eres una zorra cualquiera, te mereciste cada golpe que te dieron o mejor dicho que te mande a dar xoxo

Mi tez morena tomo una liga de blanco pálido y rojo furia, con cuidado me devolví a mi asiento, mi mente maquinaba mil maneras de contestar, estaba totalmente desconectada del momento, la cara de Christian era lo que menos me importaba en este instante, estaba lista para asesinar, olviden el valor de la vida, después me confieso.

— ¿Con quién hablas? –hablo mientras yo estaba fuera de mis pensamientos

— ¿Qué?

— ¿Tan importante es tu charla? –me ve con una ceja levantada

— Me escribió la persona que me mando a golpear, Christian –lo vi

Gracias al cinturón de seguridad no salí volando del auto, Christian había frenado de tal manera que quede mareada, hasta incluso desubicada, los autos sonaron sus cornetas a mas no poder, pero parecía que eso a él no me le importo, se estaciono en un lugar cualquiera y llamo a no sé quién.

— Díctame el número, Amanda –me pidió mientras seguía su conversación en el teléfono, lo hice

Su vena marcaba la furia que estaba traspasando por su cuerpo, su mandíbula amenazaba con partirse, al colgar reposo su cabeza en el asiento, cerro sus ojos con fuerza, sabía que trataba de controlarse, sobe con suavidad su mano, instantáneamente sus dedos entrelazaron los míos, me sentía preocupada, no era una reacción que estaba acostumbrada a ver de nadie, abrió los ojos, me observo, tomo mi rostro, como si buscara evidencia de algún golpe, nuestras frentes se apoyaron y en algo que podría traducirse como un susurro me dijo:

— Lo siento

No necesitaba palabras, mucho menos largas explicaciones de lo ocurrido ese día, lo único que necesitaba es que él estuviera cerca de mí, me hacía sentir segura, y sabía que aunque él actuara de esta manera, se molestara a este nivel, nunca me tocaría, sabía que no había sido él, ahora estoy más que segura.

— Tu papá quiere ver el mensaje con sus ojos, así que este viaje será cancelado por el momento –hizo una mueca de amargura

— ¿llamaste a mi papá? –le respondí sorprendida

— Por supuesto, pequeña –sonrió mirándome incrédulo

Aunque Christian odiara que hablara por teléfono él había hecho 5 llamadas en todo el camino hablando un idioma que para ser sincera no tenía ni idea, aunque este sonaba como si fuera una unión de español con otra cosa, estaba entre portugués e italiano, pero ambos eran tan fáciles de reconocer que descarte esas ideas, este era más complicado, más difícil, mas indescifrable.

Un edificio de por lo mínimo 30 pisos estaba frente a nosotros, unos hombres en trajes abrieron mi puerta decididos a ayudarme como si no lo pudiera hacer sola, igualmente sonreí amablemente, era su trabajo.

Cada mujer en ese edificio conocía a Christian, su mirada a él era deseosa, luego al verme a mí era como si me aborreciera, para ser sincera, él podría tener a cualquier mujer en cualquier momento que quisiera, no entendía que tenía yo que lo hacía mantenerse a mi lado.

Todas eran tan altas, flacas, formales, mujeres en toda la palabra, todo lo que a mí me faltaba a ellas les sobraba, no me sentía insegura solo un poco complicada con tanto pensamiento en mi cabeza, era mejor esto que pensar en el mensaje que había recibido, todo el tiempo tuve la mano de Christian entrelazada a la mía, por lo tanto el odio incrementaba a cada ojo.

El ascensor subió hasta el piso 35, era el último, me di cuenta que para siquiera subir había una seguridad gigantesca, ¿será que mi padre es un mafioso?, después de sus caras de seriedad no descarto esa posibilidad.

Su oficina era del tamaño de mi habitación, era tan masculina que naturalmente por ser mujer la incomodidad flotaba de mí, estaba viendo hacia un cuadro que tenía en una de las paredes, era yo, cuando tenía 5 años, sonreí ante su dulzura, al dejarnos pasar sus ojos fueron directo a nuestras manos, por un segundo pensé soltar la de Christian y lo intente, pero él no me permitió.

— Cielo no quiero que estés en nuestra charla –su expresión cambio completamente como si conmigo fuera otra persona

— Si se trata de mí, entonces estaré –dije decidida

— No te gustara ni la mitad de lo que hablaremos –me miro Christian

— No me interesa, estaré

— Siéntate cielo, ¿quieres algo? –decía mi padre mientras servía dos vasos de whisky, le tendió uno a Christian

Ambos se veían como si lucharan para decir quién de los empezaría a hablar, lo asombroso de esto es que tengo el control de dos hombres totalmente odiosos, todos le tienen respeto, mientras que yo soy como soy y ellos me dejan, es como ser una niña consentida, me encanta la verdad, me parece tierno.

— Pueden empezar a hablar, no soy tonta –empiezo la conversación

— Está bien cielo, encontramos que el teléfono es uno desechable, sin embargo encontraremos quien lo compro y en donde –dijo mi padre

— ¿Qué harán si consiguen un nombre? –pregunte curiosa

— Esa es la parte que omitiremos para ti, pequeña –dijo Christian

— Quiero oírlo, no puede ser tan malo –ambos compartieron miradas

— Pequeña, estamos en un mundo diferente –empezó a explicar Christian con suma cautela –y cuando alguien desea algo, en este caso la persona que te mando a golpear, se hace cualquier cosa para obtenerlo

— ¿todo es legal no? –un silencio corrió en la habitación, ambos evitaron mi mirada

— Todo es legal cielo no te preocupes –dijo sin preocupación Thomas

Sabía que era mentira, lo leía en sus ojos, en su manera de evitar mi mirada, sabía a ciencia cierta que nada de lo que harían sería legal, ¿Quiénes eran ellos? ¿Y en qué "mundo diferente" se supone que estoy viviendo?

— Una mentira más, ¿no les fueron suficientes con las que ya me dijeron? Cuando quieran empezar a ser sinceros me llaman, no quiero vivir más en engaños –me levante con cuidado, y camine hasta la puerta sin interrupción


Ciega de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora