Capítulo 28

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Cuadro tras cuadro Derek me explicaba quién era, o a su parecer que reflejaba, yo simplemente me deje llevar ante el interés del tema, personas nos veían y sonreían, algunas de ellas lo saludaban, él educadamente siempre me presentaba como su novia, lo que me hacía morir de ternura.

Se nos acercó una señora de unos 40 años, según mi cálculo mental, sabía que conocía a Derek por su manera segura al caminar, y su extravagante sonrisa por aquella grata sorpresa, de la misma manera Derek me llevo junto a la mujer tan bien vestida, de pies a cabeza, verme me causaba vergüenza.

— ¡Que sorpresa Derek! –exclamo ella mientras lo abrazaba afectivamente – ¿Y esta señorita quién es? –ya su concentración no estaba en él hombre junto a mí, sus grandes ojos color miel me recorrían con una sonrisa

— Tía Abby, ella es mi novia Amanda Hyde – ¡¿tía?! estire mi mano de manera educada junto a una sonrisa apenada pero fui sorprendida con un abrazo tan afectivo como el que había presenciado

— Por fin una pequeña cautivo a este egocéntrico mujeriego de pacotilla –su risa y la mía hacían escándalo en ese templo de silencio puro mientras que Derek se encontraba serio

— Odio que me digas así –expreso fríamente

— Si ella te quiere, te querrá siendo egocéntrico, por supuesto –me señalo con su dedo –No permitirás que sea mujeriego, tienes más virtudes que toda esa porquería que hablan de ti

¿Quién no querría una persona que te apoya de esa manera? Definitivamente entre mis personas favoritas estaba esa deslumbrante mujer que causaba alegría en aquel lugar muerto, sospechaba que era hermana del padre de Derek, tenía esa sonrisa que se me hacía tan conocida, después de conversar un rato más decidimos irnos a comer aunque la invitamos que fuera con nosotros nos rechazó con el pretexto de llegar temprano por el tío Chris que resulta ser su esposo.

En el auto Derek se dignó a hablar

— No soy egocéntrico –dijo más para sí que para mi

— Lo sé –se formó una sonrisa en su rostro –egocéntrico –culmine mi pequeña oración dejándolo molesto

— No te tiendes a molestarme, sabes que perderás –me miro divertido

— Tiemblo tanto de miedo que no puedo ni moverme ¡ayuda! –dije entre risas y gritos

Derek me miro con sus ojos abiertos mientras embozaba una sonrisa traviesa, sabía que en su cabeza maquinaba la manera de hacerme lamentar por retarlo, pero no me importaba, me mantenía riendo en todo el camino mientras él me decía que me callara si no quería irme caminando a su casa pero igual me ira inevitable reír ante su molestia por dejarlo afuera durante 20 minutos.

Después de decir que temblaba de miedo el aparco en un parque y se bajó del auto, así que decidí cerrar las puertas con seguro, mientras oía maldecir, patear la puerta y decirme que solo esperara llegar a casa, la gente creía que estaba loco debido a que sus vidrios son totalmente oscuros, así que es imposible ver.

— Me estoy cabreando a nivel mayor Amanda ¡abre la maldita puerta! ¡maldición!

Lo que él no sabía es que ya la puerta se encontraba abierta, así que baje el vidrio.

— No has entrado porque no has querido, la puerta está abierta

No me dedico más que una sonrisa falsa lo que me causo gracia todo el camino, Derek no sabe que he lidiado toda mi vida con persona amargadas siendo yo una de ellas, además que sabía que cuando llegáramos se le pasaría; las puertas del portón se abrieron y vi como sonreía por lo que supe que ya sabía que hacerme.

Entramos a la casa en silencio, así que me dedique a subir las escaleras para bañarme, odiaba sentirme sudada, pero una mano fuerte me jalo con delicadeza escalera abajo de nuevo, no entendía que quería si no hablaba, me llevo hasta la sala a pesar que le preguntara que quería.

— Tú me debes algo –dijo mientras se sentaba justo en el mueble de al frente

— No lo creo

— ¿No? –se levantó y se quedó mirándome a los ojos

— No –dije secamente

— Eso era lo que quería oír

Sin chance de nada, unos brazos fuertes me habían montado en un hombro trabajado

— Bájame Christian no es gracioso

Sentí tensarse el cuerpo de aquel hombre que me había hecho reír horas antes mientras me bajaba de su hombro, me observo de la manera que nunca hubiera querido presenciar, sus ojos ya no eran grises claros, más bien estos presenciaban ante mi como caían rayos oscuros siendo yo su objetivo

— ¿Cómo me llamaste? –mi corazón se aceleró al límite de advertirme su posible salida

Ciega de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora