Capítulo 38

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Había hecho mi acto de malcriadez más grande, el sonido de la puerta resonaba por todos los rincones de este piso, la secretaria de mi padre me veía con mala cara, como si fuera un espécimen raro, solo esperaba que hablara, para asesinarla, a diferencia de ella yo no solo miro mal.

— El señor Thomas enfurecerá, solo espera 5 segundos a que salga de su oficina –antes de responder ya la puerta se estaba abriendo y a ser verdad era Thomas

Ella sonrió abiertamente como si esperara que me prohibieran la entrada a este edificio de nuevo, pero cuando noto la cara de mi padre, ni una gota de rabia, de molestia o de mal humor se aterro, lo siento querida tus sueños han sido arruinados, no pasara nada de lo que se te ocurre en la cabeza.

— Hija, escúchame, a veces es mejor que no sepas las cosas que Christian y yo hacemos –me tomo del rostro

— ¿Quiénes son ustedes? ¿dos mafiosos que asesinan gente? –dije burlona

— No, Amanda, no asesinamos, la gente se mata por sí misma, aquel que cometa traición debe morir, siempre ha sido así desde muchos años atrás, y más si esa persona te toco, será torturada, picada en pedazos y quemada

El horros en mis ojos se observaba con claridad, el miedo creció en mi interior, ¿era eso lo que quería oír? O ¿hubiera preferido quedar con la mentira?, sea que quien sea que lo hizo debe pagar, pero ¿ese es el precio que quiero para esa persona?, no podré dormir con esta consciencia tan sucia.

— ¿Eso es lo que querías escuchar? Bueno ahí está, Amanda, no más mentiras –dijo suavemente

Las palabras no salían de mi boca, era tan complicado si quiera pensar en algo que no fuera pedazos de cuerpos picados solo por mí.

— Ensuciaras tus manos por mí, no quiero eso –digo mientras ahogo un sollozo

— No hija, mis manos no tocaran nada, existe gente que trabaja para mí –el cinismo en sus palabras, en su lenguaje corporal, esto no era nuevo para él, pero si para mi

Preferí dejar las palabras en la boca de mi padre, vi en uno de los pasillos el cartel de las escaleras y me fui corriendo por ahí, sería terrible para mis piernas bajar 35 pisos, pero sería peor para mi integridad seguir escuchando tanta maldad, ¿Cuándo mi vida cambio tanto?, nunca me dejare de cuestionar eso.

A partir de ahora, prefiero la mentira.

Se escuchó un grito con mi nombre, esa persona no sabía que estaba sentada en uno de los escalones pensando, se escuchó una vez más, pero mucho más cercano, esperaba el tercero pero fue más un susurro, la vibración de un cuerpo con la respiración agitada se encontraba detrás de mí.

— ¿Ha sido así siempre? ¿cómo logran dormir? ¿Cómo logran siquiera vivir con eso? Yo de solo imaginarlo ya me siento culpable –escupí sin verlo

— Pequeña, hay cosas en el mundo que deben ser así, ¿Cómo crees que el poder se mantiene en una sola mano? –se sentó a mi lado

— ¿Tú lo has hecho Christian? –la preguntaba venía con un comodín de miedo

— Si te miento diría que no, si te soy sincero diría que si

— ¿Tanto anhelas el poder como para matar a alguien? –dije en un susurro

— No tanto como te anhelo a ti –confeso

— Contéstame la maldita pregunta, Christian, ¿tanto anhelas el poder como para matar a alguien? –repetí

— Tú nunca has vivido como yo lo he hecho, fueron mundos distintos –sobo su cuello como si esa fuera la manera de evitar tanto conflicto

— Siempre se tiene la oportunidad de elegir –dije algo dolida

— Yo no la tuve, Amanda, pero no creas que esto es asesinar a cualquiera, esto es asesinar a quien se merece, aquel que te roba, te traiciona y te miente, al que planea hacer daño a tu familia, la gente inocente se queda en su sitio, todas esas personas muertas sabían que jugaban, sabían con quien se metían –soltó

— ¿podrías llevarme a casa, por favor? –suspire ya cansada de esto, prefiero mi mundo

— No estés molesta conmigo, por favor mi amor

No le respondí porque no mentiría, claro que estaba molesta con él, con mi padre, con todo su mundo, según yo cada quien puede poseer su propio poder sin tener que matar a nadie, cada imperio depende del trabajo duro, no de cuanta sangre hayas derramado, pero por supuesto, vivimos mundos diferentes.

Baje un poco las escaleras cuando Christian toma mis manos, su cara estaba entristecida eso dentro de mi tuvo una reacción explosiva, no lo quería hacer sentir mal, no me lo imagino a él en "este mundo", no me imagino a nadie con tanta maldad; el mundo es redondo, oscuro y malvado, eso es lo que mi conciencia me repite.

— Dame un beso –no hubo acto ante sus palabras –por favor –suplico

Sus ojos profundizaban los míos, esperando respuesta a una pregunta inexistente.

— Bésame tu –logre decir

Sus labios carnosos me hicieron olvidar de cada pecado cometido, de cada sangre que tal vez esta misma ropa que carga haya tenido que limpiar, esta vez solo me acorde de nosotros, de NUESTRO mundo, de lo que es para mí, y de lo sigue siendo, me aterra, me aterra que me acostumbre a esto, a esto que seguro te absorbe, te aniquila y te asesina.

No sé si logre vivir con todo esto, desde siempre mi madre me dijo que venimos al mundo a cumplir sueños y salvarlo de tanta maldad, tal vez ella sabía lo que hacia mi padre, ella siempre me inspiro a vivir en la luz blanca, que cada ser moría cuando debía, y al malvado había que enseñarle la felicidad que se perdía de lo bueno, de la honestidad, de la felicidad de ser libre sin secretos, de poder vivir lo que querías.

— Te amo –esas palabras me sacaron del trance en el que estaba, ¿era yo la que lo dijo? O ¿fue mi consciencia que actuó por si misma?, fue Christian

Ciega de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora