CAPÍTULO 8

231 24 15
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.





 El último timbre que indica suena y todos los alumnos salen corriendo del salón. A esta hora me tocaba lengua por lo tanto me tuve que sentar con el odiador de espermatozoides. Él no me habló, yo no le hablé, la clase transcurrió tranquila fuera de mi mente.

     No pude rumiar en otra cosa que no fuera en que tengo que hablar bien con Alex, no soportaría ver más tiempo a mi hermano destruido. Hablar con ella no es fácil para mi, ya que aún no sé exactamente que decirle. He estado evitando tocar ese tema por una semana, temerosa a decir algo que sólo empeore las cosas. Pero hoy hablare con ella, decidido.

     Me levanto y guardo mis cosas planeando que haré hoy a parte de lo ya mencionado. Tengo la increíble suerte de que los maestros tienen prohibido dejarnos tareas. Me alegra, yo no lo sabía hasta que hoy en la mañana que James me lo dijo.

     Siento que mis músculos se debilitan cuando casi cruzo por la puerta del salón. A punto estuve de caer si no fuera porque unos dedos sostienen mi cintura desde adelante antes de que mis rodillas lleguen a doblarse por completo.

     Mi cabeza si cayó un poco de manera brusca, provocando que mi cabello me cubriera la cara. Y mi corazón está un poco acelerado por lo cual trato de tranquilizarlo con respiraciones hondas. Me siento un poco desconectada. Esta vez fue un poco más intenso.

—Gracias —murmuré a quien sea que me sostenga.

     Tomando mayor conciencia de mí, me siento incomoda. Trato de separarme pero la persona no desase su agarre. Acomodo mi cabello antes de abrir mis ojos. Me encuentro con ese iris casi negro.

     Como si fuera él una cucaracha, me separo con mayor fuerza ocasionando que me dé un mareo, pero él me vuelve a mantener. Siento como sus manos encajan en mi cintura como si ese fuera su lugar. Eso es demasiado fantástico y extraño a la vez.

     Mi piel recibe su contacto directo, recordándome que aún traigo el uniforme de animadora. Siento como sus dedos acarician delicadamente esa piel que queda al descubierto y me separo de nuevo de él, pero esta vez uso el aire para evitar caerme al ya no tener su apoyo.

—¿Estás bien? —Está a una distancia corta, listo para sostenerme si mis músculos vuelven a dejar de funcionar.

—Sí —contesté aún mareada. Caigo en la cuenta de que me veo como una chica demasiado débil, desde mi tono de voz hasta mi desequilibrio. Haciendo a un lado mi vértigo, recupero mi estabilidad—. Te advertí que no me volvieras a tocar —recordé enojada antes de hacerlo a un lado para caminar por los pasillos haciendo equilibrio con el aire, ya que lo último que quiero es verme como si no pudiera caminar.

Malditos CazadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora