CAPÍTULO 62

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Tomo la cortina sólo para recorrerla un poco, lo apto para ver disimuladamente hacia la calle, con la intención de que nadie que vaya caminando por ahí me pueda ver. No hay nada más que una envoltura de galletas tirada. Podría localizarlo tan fácil si fuera un cazador normal, únicamente eso me orillaría a usar los elementos. Vuelvo a resguardar el vidrio tras la tela y dejo mi frente caer sobre ella con un poco de ímpetu. Maldición, soy tan idiota.

      ¿Por qué me sujeto a ser maltratada? ¿Por qué a pesar de lo que me ha hecho aún no tengo suficiente para dejarlo ir? Masoquismo le llaman; sonrío sin ganas. El dolor es una sensación agradable después de todo, ya que lo persigo como si fuera el mejor tesoro jamás tocado.

      Tyler es el único que me hace sentir. Él tiene poder sobre mí, y yo sobre él no tengo ni su más mínimo pensamiento. Yo me mantengo deliberando sobre él, porque deseo sentir por pequeños relámpagos. Debo dejar de engañarme a mí misma, no dejo de pensarlo porque sigo tan enamorada de él que doy lastima.

—¿Piolin?

—¿Mmm? —No me despego del delgado solido cubierto por telas grises, pero aprecio como una corriente de aire tibio roza mi piel, es el calor que Mike desglosa.

—Debemos irnos. —No contesto, manteniendo mis ojos cerrados. Puedo sentir en mis dedos la textura del bordado de las cortinas, es rasposita, como si fueran pequeños cuadrados juntos. Sus brazos se envuelven a mi pequeña cintura, más estrecha que antes debido a mi deterioro de apetito, estoy convencida de que he disminuido cinco kilos como mínimo—. ¿Puedes mirarme a los ojos? ¿Podemos volver a ser los mejores amigos sin derechos como lo éramos antes de que te robara tu virginidad? —Como si fuera un robot, me giro en sus brazos para que quedemos de frente. Mi cuerpo se mantiene tieso como un simple poste de cemento. Él me abraza y yo me dejo abrazar porque no hay otra cosa que desee hacer, ni impugnar ni corresponder.

—No recuerdo como era en ese entonces. Es como si hubiera sido en otra vida. Estoy olvidando lo que se sentía. —Sus brazos pierden fuerza antes de que sus ojos se hagan brillosos por una capa de agua pura. Lo miro, atenta.

—Te extraño, no sabes cuánto. Porque... aunque te tenga aquí, en mis brazos, con nuestros cuerpos adheridos, es como si no habitaras donde tu cuerpo reside. —Parpadeo, admirando como lágrimas caen por sus pómulos bien formados. Parece un niño de diez años, uno destrozado y caprichoso. Ante su mirada, atrapo una de las gotas, segundos después me encuentro sintiendo el agua ser absorbida por mi piel—. ¿Me estás escuchando?

—Sí, obvio, no estoy sorda. ¿Te duele mucho?

—¿Qué? —Se ve desconcertado.

—El corazón. Ya sabes, por todo eso que me dices. Aunque bueno, creo que tu expresión lo demuestra, parece que te hayan sido infiel.

—Joder. —Me suelta súbitamente, excluyéndome lo suficiente para dar una pequeña vuelta con sus manos escudando su cara, frustrado—. ¿A ti te duele?

Malditos CazadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora