CAPÍTULO 26

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—Hablabas en serio. —Mis botas hacen unión con la tierra y parte del pastizal halaga el inicio de mis pantorrillas.

—Yo no bromeo, preciosa.

     Se acerca a mí y cierra mi puerta. Tyler también me dijo preciosa, pero los efectos no son los mismos, el apodo no es el que las provoca. Inhalo; no pienses en él, Nancy.

—No me digas preciosa.

     Medio sulfurada, comienzo a adentrarme en el tupido bosque. No tarda en alcanzarme para cortar mi marcha al asir mi muñeca.

—¿Y ese cambio, preciosa?

     Golpearlo, o no golpearlo, esa es la cuestión.

—Te he dicho que no me llames así.

     Entierro mis dientes en mi labio inferior, en un intento por controlar mis ganas de azotarlo. Es un completo idiota sexy.

—No tenías que morder ese labio... preciosa. —No despega su atención de mi sensual labio, dándole la atención de la optaba maravilla.

     En un fulminante movimiento me pega a su pecho de tal modo que nuestras narices se rozan. Sonrío, maliciosa. No besos para el provocador. Creo una barrera de agua entre nuestros cuerpos, separándolo de mí. Lo encierro en una caja de hielo. Retadora, cruzo mis brazos aumentando la exaltación de mis senos.

    Seré una puta pero no dejo que salten por arriba mío. Yo pongo las reglas del juego y ellos las tienen que acatar. Si él cree que después de encresparme dejaré que me bese, está muy equivocado. A mí me asisten convenientemente o me valdrá una mierda quedarme sin el polvo. Ni que yo fuera capaz de nublarme por la calentura.

     Su cuerpo se prende en llamas. Con las yemas de sus dedos toca la pared de su celda, esta se comienza a descongelar. El agua cae sobre su cabeza otorgándole un talante más sensual. Su playera azul pegada a cada uno de sus musculo, pectorales bien definidos que me invitan a besarlos. Se acerca a mí, glorioso.

—¿Te parece si hacemos un trato? —Chasqueo mi lengua, considerándolo.

—¿Qué tipo de trato?

—Pelearemos. Si yo gano tú te acuestas conmigo y si tu ganas yo te ayudo en lo que tú quieras. —Abro la boca un poco fascinada por su premio, seguramente yo me habría acostado con él sin necesidad de ningún trato, pero como él ya lo ha propuesto; se lo perderá.

—Acepto.

     Unas llamas coronan las palmas de sus manos. Con el agua y mi entrenamiento me bastara para dejarlo lánguido.

•••

—Nancy, te excitaste. —Ruedo los ojos por su subalterna queja desde que salimos del bosque, se había mantenido taciturno toda la carretera en el auto.

Malditos CazadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora