CAPÍTULO 49

115 11 9
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



—¿Segura que no quieres que vaya contigo? Si dices que es un conflicto...   

—No, Tyler, no quiero que te enteres ahora de todo el secreto, no me considero preparada para contártelo, y si te llevo conmigo, sería enseñarte parte de él.  

        Succiona sus labios antes de asentir poco convencido. Suelta el volante y se gira un poco en su asiento para mirarme.  

—¿No crees que lo que estamos haciendo, provocará nuestra separación en un futuro?  —Bajo mi mirada, es tan posible.

—Prefiero no pensar en ello, me gusta confiar en que encontraremos la manera de no dejarnos dañar por lo que sea. —Suspiro y tomo su mano —. La diferencia entre las demás parejas que se ocultan secretos y nosotros, es que tú y yo, sabemos que existe.   

—No quiero perderte.   

          Lo veo tan vulnerable desde que terminamos nuestra discusión en el callejón, no sé por qué le atormenta tanto el hecho de que pueda ser real que Santiago y yo seamos hermanos. Y menos el hecho de que creer que eso lo hará perderme. Es un miedo injustificado a mi punto de vista.   

          Muerdo mi labio sin dejar de mirar sus ojos, algo oscurece su mirada y cambia su semblante. Tengo la necesidad de hacer algo que provoque que su miedo desaparezca, pero, ¿qué puedo hacer cuando ese mismo miedo también vive en mí?  

         Perderme no es algo a lo que él sea inmune, así como yo tampoco soy inmune a perderlo. 

—Es algo posible. —Coloco mi mano en su nuca, acercando nuestros rostros.   

—Quiero hacerlo imposible.    

         Desaparece la distancia entre nuestras bocas para comenzar a mimar mis labios. Su mano llega a su habitual costumbre bajando por mi dorso, se adentra en mi blusa y termina acariciando esa parte que parece amar de mi cintura, no dudo que sus huellas estén atrapadas en la piel de ese lugar.  

        Quiero hacer duradero este beso, quiero disfrutar de su cercanía por más tiempo, quiero tenerlo conmigo por muchos días, casi para siempre. Y lo peor es saber que esta necesidad me terminara dañando en un futuro.  

         Suelta mi mano sin dejar de besarme, y la coloca al otro lado de mi cintura, para con sus dos manos levantarme sin ninguna dificultad de mi asiento. Mi trasero queda en sus piernas, y nuestras intimidades se rozan por medio de la tela.  

—Te quiero conmigo.  

         Sus labios apenas se abren para pronunciar esas palabras, al tiempo que separa nuestras bocas.  

Malditos CazadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora