CAPÍTULO 18

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 —Son las seis treinta y cuatro de la tarde, Piolín. —Continúo viendo la película, tratando de extinguir su voz y no ponerle atención. Incomoda, me reacomodo en el sillón, me punza el trasero—. Debes de estar en tu casa ayudando a James con la fiesta. —Por quinta vez trata de apagar la televisión y yo sin despegar mis ojos de la pantalla lo siento de nuevo a mi lado con el aire.

 —Sólo esta película y ya, pol favol. —Le hago mi carita de cachorro abandonado. Suspira, sin rendirse.

 —Eso dijiste hace tres horas. —Me alarmo un poco cuando su expresión se vuelve de cansada a enojada.

 —Esta vez va en serio. —Niega sin creerme. En un vertiginoso movimiento desconecta la televisión con una corriente de viento. Lo miro mal, muy mal.

 —Desde las cuatro de la mañana has estado ahí sentada, viendo películas y no te has parado ni siquiera a comer. —Como si eso fuera excusa suficiente para dejarme con la intriga de qué es lo que sucedería con la historia.

 —Acabas dejar inconclusa la película. —Doy por oído su comentario. Me paro del sillón para mirarlo desde arriba. Sólo espero que mis músculos no se atrevan a debilitarse ahora, una de las razones por las que no me quería parar—. ¿Sabes lo que eso significa? ¡No sabré que pasa con Rose! ¡No sabré si tendrá al bebe! ¡No sabré que pasó con su mejor amigo que se fue a estudiar a... ¡Por tu culpa ya no recuerdo a dónde se fue a estudiar!—Mis gritos de paranoia lo hacen tomar su cara entre sus manos, como si así yo fuera a desaparecer.

 —Baja la voz, dramática.

 —¿Dramática? ¡No sabre nada por tu culpa!

     Ahora es él el que ignora lo que digo. Toma las llaves de su auto y me arrastra afuera de su departamento. Haciendo caso a mi extrema inteligencia, tomo con una mano la perilla de la puerta para evitar que me siga obligando.

 —Tienes que ir a tu casa, Nancy —habló serio. Lo miro indignada. Me está corriendo. Jamás pensé que el que me llamara por mi nombre se sentiría tan vacío.

 —Púdrete, Mike.

     Sin importarme si me sigue o no, camino a las escaleras, no tengo la paciencia para soportar encerrarme con él en un ascensor, esa caja sin orificios. Bajo corriendo las escaleras y salgo del edificio dispuesta a ir a mi casa, de donde él no me puede correr.

     Mi mente brilla ocurrente. Con una sonrisa maliciosa meneo mis caderas de forma provocativa mientras camino. Como si no fuera consiente de lo excitante que es mi cuerpo para él. Me corrió de su casa, ahora va a sufrir. Siento como coloca sus manos en mi cintura para pegarme a su pelvis. Yo hasta aquí llegue. Me suelto de su agarre, triunfante.

Malditos CazadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora