CAPÍTULO 44

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Santiago me da un examen retador y yo se la regreso, agregándole una sonrisa de estrella. Observo la gran bola de aire que tiene formada en su mano, como era de esperarse, tarda en lanzármela con fuerza. Haciendo uso de mi rapidez, formo una barrera de agua en frente de mí, la bola de aire choca contra ella provocando ondas longitudinales y transversales sobre mi defensa.

      Rio cuando él finge poner suma concentración en lo que va a hacer, como si se tratara de un acto de magia sorprendente. Él no se deja desconcentrar por mi risa de psicópata ante su graciosa imagen.

       Es por subestimarlo que me deja acobardada cuando dos aros de fuego son desprendidos alrededor de su cuerpo. Estos se mueven a una velocidad extrema al tiempo que aumentan su tamaño, sin darme tiempo a hacer un solo movimiento.

       Impactan en mi barrera y se combinan con ella, haciendo que ésta les permita moverse hasta topar con la parte superior de mi pecho.

        Siento el calor violento quemando mi piel, dejando ardor. En acto de reflejo, alejo el fuego de mí con un brusco movimiento de mi mano.

        Tal vez tenga la ventaja de que el fuego no me quema, pero, cuando se trata de un elemento puro viniendo de un controlley, nos daña sin importar el elemento que controlemos. Gran desventaja cuando dos controlley se enfrentan.

        Una mueca de dolor deforma mi cara y la barrera de agua cae por mi falta de concentración, salpicando un poco de ella a mis piernas cuando choca contra la tierra.

—Imbécil, dijimos que sólo usaríamos el elemento de agua y aire. —Lo miro, enojada.

    Siento achicharrada la piel de mi pecho. Bajo la mirada y me encuentro la piel desgarrada debajo de mis clavículas, forma una curva horizontal que no llega a tocar los tirantes de mi blusa, por lo menos no dañó la ropa.

—Lo sé, pero dime algo, ¿crees que cuando llegue la guerra, habrá reglas a la hora de pelear? —Ya sabe mi respuesta.

—No. —Ahora me creo un poco idiota, nunca me había puesto a pensar en eso.

—Eso es lo que deberías de tomar más en cuenta, aunque estemos tratando de evitar la guerra, ¿qué haremos cuando ésta se desaté? Es muy posible que eso pase, debemos de estar preparados para ella. —Lo encuentro serio, con una postura que no había visto en él, una postura más madura.

—Es cierto —justamente le di la razón. Con el propósito de curarme, creo agua y la uso para sanar mi piel herida—. ¿Has peleado cuerpo a cuerpo? —Estoy casi cien por ciento segura de que no sabe, casi ningún controlley es instruido a ello. Soy una gran excepción, ya que no soy una controlley normal.

Malditos CazadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora