CAPÍTULO 36

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Bajo las escaleras en brinquitos. Me siento un poco incomoda por el sujetador, he descubierto que Alex y las demás chicas son una talla más chica que la mía, por ello, siento apretado mi pecho y un poco de él se sale del borde superior. En cualquier momento explotan la tela.

       Como dijo Alex, se fue a la casa de James. Hay silencio en toda la estancia, lo cual le da un toque aterrador. Es una casa con más de cinco habitaciones y el que no haya nadie... siento un pequeño escalofrío recorrerme el cuerpo. La película que vi con Mike sí me dejo un poco traumada.

      Fuera, miro a mis lados asegurándome de que no haya gente, y corro. Seis cuadras a mi izquierda, carros pitándome por no fijarme al cruzar. Giro a mi derecha, corro otras cuatro cuadras, un perro se me atraviesa y lo salto impasible. Vuelta a mi izquierda y corro las últimas dos cuadras para después detenerme en la casa de Tyler. Justo a tiempo, tres minutos antes.

     Acomodo mi cabello ahora seco y camino a la puerta con una respiración regular, sin indicios de haber corrido. Abro con la llave que me dio el odiador de espermatozoides. ¡Tengo llave!

      En el sofá de la sala se encuentra Tyler leyendo uno de los libros de su abuela. El mueble está acomodado de tal manera que me da la espalda. Está tan perdido en el texto que ni siquiera ha advertido mi presencia.

      Con lentitud, me adoso. Parezco una pequeña niña efectuando su travesura. Al estar a una muy corta distancia de él, me inclino y dejo un beso en su cuello, sus bellos se erizan. Sonrío mientras planto otro más abajo.

     En un movimiento vertiginoso, Tyler voltea un poco su cuerpo y captura mi cintura con su brazo para después empujarme por encima del sillón y dejarme sentada a horcajadas. El libro sepa a donde mierda voló.

―¿Qué haces? ―Sonríe, apretando más mi cintura, nuestros vientres adheridos.

―¿Yo? Nada. ―Parpadeo inocente.

Me inclino para hundir mi cara en su escote, vuelvo a dejar otro beso húmedo ahí. Mis pechos se asfixian más cuando él apretuja su cuerpo contra el mío.

―Deja de hacer eso, Nancy ―su voz fue ronca. Después, su aliento choca en la parte baja de mi nuca.

―¿Por qué? ­―Que voz más aterciopelada me ha surgido.

―Porque sé que no estás dispuesta a que yo toque tu cuerpo y si sigues besando mi cuello de esa manera, me va a costar mucho no romperte la corta falda que traes y meterte mi polla.

      Un gemido sale de mi boca cuando él babosea mi nuca. Oh, maldición, esto es nuevo. Baja, baja, recorriendo con su boca mi piel. Lo disfruto, cerrando los ojos, con la nariz hacia el techo. Pero, cuando llegan a la parte superior de mi blusa, sobreactúo. Ágil, me separo de él, agitada, desarmada y herida.

Malditos CazadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora