CAPÍTULO 69

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—¿Tocarás el timbre o seguirás perdida en tus pensamientos?

       Observo una vez más la puerta, muerdo mi labio y retrocedo. Son demasiados recuerdos obstruyendo mi valor. Estoy a punto de huir como la cobarde que soy cada que el pasado me advierte su regreso.

      Miro la banqueta, esa por la que corrí preguntando por mis padres. Unas lágrimas me privan de mi visión, y sólo quiero echarme a llorar porque ese día mis padres no habían muerto, pero me querían proteger más que su vida. A pesar de su esfuerzo, yo los abandoné. Mi madre ahora ya no está, y yo no pude salvarla como ella me salvó a mí. Me amaba, su apoyo era incondicional, aun así, recibió el futuro que no merecía. La mataron a costa de una mentira.

        —No puedo, Víctor. Son muchos recuerdos.

      —Nancy, debemos hacerlo.

       —¡No! ¡No debemos! Dime, ¿por qué jodidos estoy aquí cuando mi padre también está capturado? Él sigue vivo, y puedo salvarlo. Eso fue en lo que debí enfocarme desde un inicio.

         Me mira como él lo hace siempre. Sin emociones, sin gestos, sólo me mira. Pero lo siento, el aire a su alrededor se detuvo.

       —¿Víctor? —No responde, pero sí que él aire regresa a transitar con lentitud. Sé lo que significa, me está ocultando algo realmente importante respecto a mi padre.

      —No te diré nada.

       —Por supuesto que me dirás —use la hipnosis, cómo ya hace tiempo no la había usado, pero todo en mi me señala lo importante que es lo que él oculta—. Dime qué sabes a cerca de mi padre. —Una furia incandescente comienza a gobernarme, no quiero seguir a ciegas, yo merezco saber tanto como ellos saben.

       —Hace unas semanas me reuní con las Anglada. La hija de María fue secuestrada, pero los mensajes en código mediante los elementos son comunes entre esa familia. Él último mensaje que dio antes de que la mataran fue el de haber visto a tu padre con dos navajas largas atravesando su pecho; él estaba inerte, colgado de unas cadenas que sólo indicaban la poca vida que le quedaba.

       También murió. Miro la casa, a mis lados y después me centro en mí. Mi padre también fue asesinado, ya no tengo a ninguno de mis padres para volver a refugiarme. Mi mandíbula tiembla, y con mis ojos bien abiertos las lágrimas se liberan. Me dejo caer en el piso cuando mis pernas no tienen las ganas de seguir soportándome.

        —Nancy, no debías saber eso aún —me reprochó, pero hubo tanta calma en su voz que sé lo mucho que se lamenta haberme dicho eso.

        —¡Tú no debiste ocultármelo! —Golpeo el pavimento con tanta furia que se abre destruido, Víctor enseguida se echa al piso conmigo y esta vez no duda como la vez pasada en abrazarme. No puedo detener el ardor de mis ojos, la picazón de mi nariz y los sollozos que me hacen hipar—. Soy huérfana, Víctor, esos malditos me dejaron sin padres, me arrebataron lo que más quería, a los únicos que podrían volver a enderezar mi vida. —Tomo aire porque hablar y llorar de verdad es exhausto—. Lo hicieron sin tentarse el corazón. No puede haber gente tan mala, no lo puede. —Mis elementos luchan por crecer, por evitarme este dolor, pero me niego a darles espacio en mi cuerpo.

Malditos CazadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora