Parte 13

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-Debes estar contento de que tu parabatai y tu hermano estén juntos.

¿Contento? ¿Cómo iba a estar él contento? Se sentía enfermo tan solo de pensar que pudiesen compartir el mismo aire. Desde luego contento no era el sentimiento, aunque en el fondo de su ser sabía que debería sentirse así.

Erika notó como cambiaba el rostro de Jules frunciendo el ceño.

-¿Cómo es?- dijo rompiendo el largo silencio- Tener un parabatai digo.

Finalmente, Julian se recostó contra la encimera del fregadero cruzando ambas piernas y llevándose las manos hacia los bolsillos de sus vaqueros.

-Es complicado de explicar.-respondió él suspirando fuertemente mientras bajaba la mirada hacia sus desgastados zapatos.

-Prueba.

¿Cómo era tener un parabatai? Recordó a Emma corriendo con sus dos coletas por el instituto mientras jugaban al escondite cuando tenían siete años; la recordó también cuando con doce años vino corriendo sonriente hacia él con su mano izquierda levantada mostrándole la runa de visión; la recordó en el centro del circulo de la ciudad de hueso jurando los votos parabatai cuando tenían los catorce; incluso visualizó todas las noches en las que ella se metía en su cama para dormir juntos haciendo que las pesadillas no fueran tan horribles. Pero sobretodo no podía olvidar sus manos recorriendo el cuerpo desnudo de ella mientras juntos yacían en la arena de la playa.

Se obligó a deshacerse de este último pensamiento negando levemente con la cabeza de manera inconsciente.

-Va mucho más allá de la amistad, -comenzó Julian sin mirar a Erika- es una parte esencial de mí. Cuando no estoy con ella me falta el aire, es como si tuviera un gran vacío en el pecho. Es raro, pero siento que cada poro de mi piel respira porque ella respira y si Emma muriera... -tragó saliva recordando el sentimiento que tuvo cuando Emma estaba inconsciente en la cama tras los latigazos de Iarlath- yo moriría con ella.

Cuando dirigió sus ojos hacia Erika, ésta le miraba boquiabierta con los ojos brillantes.

-¡Uf, que intenso!-esbozó una suave sonrisa - No quiero pensar en cómo te sentías con tus novias.

-No he tenido nunca novia. Pero Emma para mi es más que eso. -prosiguió Jules con la necesidad de explicarse- Con una pareja, e incluso si te casas, puedes separarte de esa persona. Pero yo no, nada puede romper el vínculo parabatai, por lo que siempre va a ser una parte de mí. Cada una de las células que me forman está unida a ella siendo las dos únicas piezas que conforman un solo organismo. Es muy diferente de lo que podrías sentir por una pareja. -aclaró Julian sintiéndose avergonzado.

Tras unos segundos en los que ambos se miraron en silencio Erika saltó de la encimera y se puso de pie cruzándose de brazos.

-Quizás piensas eso o te sientes así porque no has encontrado a la persona perfecta de la que enamorarte. -vaciló- Con ninguno de mis antiguos novios he sentido ni una pizca del amor con el que tú hablas de Emma, pero tengo una extraña conexión contigo Julian.- Jules pudo ver como la sangre brotaba en sus mejillas dejándole un ligero rubor.- Espero no asustarte. -terminó ella con una sonrisa.

Se hizo un silencio incómodo en el cual Jules solo pudo devolverle la sonrisa. Antes de que pudiese articular palabra ella prosiguió:

-Me resultas un chico muy atractivo y me gustaría conocerte,- dijo a modo de aclaración.- si tú quieres, claro.

Ahora, escuchando las palabras en voz alta, Jules ya no podía dudar de cuáles eran los sentimientos de ella, definitivamente las miradas y gestos de los últimos días habían sido deliberados y no producto de su imaginación. ¿Pero realmente estaba preparado? Nunca le había mostrado el verdadero Julian a nadie, a excepción de Emma. Seguía enamorado de ella, unos sentimientos que estaba reprimiendo desde hacía tiempo y que debía olvidar por su propio bien.

¿Entonces? ¿Por qué no probar? Quizás en cuanto lo conociera mejor se aburriría pero incluso así, no tenía nada que perder; y para ser honestos, la verdad es que Erika era espectacular.

-A mí también me gustaría conocerte. - contestó alagado.

Y la noche siguió mientras hablaban de esto y aquello sin reparar en las horas que eran.

...

Habían pasado varios días desde la llegada de Erika y Diego, en los que la rutina había sido bastante monótona. Diana, ante la visita de los Centuriones, había decidido dejarles unos días de vacaciones en los que no tenían clase, hecho por el cual los niños estaban infinitamente agradecidos.

Emma sin embargo se había pasado más de ocho horas al día entrenando; comiendo y cenando a deshoras a pesar de la insistencia de Mark en que se uniera al resto del grupo. No tenía ganas de ver ni hablar con nadie que no fuera Mark, ni siquiera con Cristina, y por no hablar de Julian que estaba a todas horas con Erika siendo la sombra el uno del otro en todo momento.

No fue hasta el tercer día, que Emma dejó de entrenar debido a una luxación en la muñeca que se negó a curarse, cuando decidió que debía unirse al resto de grupo y aceptar la visión de que Julian estaba rehaciendo su vida amorosa, aunque fuera con Erika.

Tras una ducha que le había calmado levemente el dolor, Emma se dirigió hacia el salón donde sabía que se encontraban la mayoría, cuando de repente se cruzó a Livvy por el pasillo.

Llevaba el pelo suelto con un vestido color beige que le hacía destacar su cabello castaño y sus ojos del color del mar.

-Hola Livvy- le dijo Emma de forma suave mientras se situaba a su lado y acompasaba sus pasos con los de ella.

-¡Por fin te vemos Emma!- le respondió alegremente a modo de saludo.- ¿Vas hacia el salón?

-Sí. –Hacía días que quería hablar con Livvy debido a que, por alguna razón, ella era la más interesada en que Julian encontrara una novia. Ya quería planear juntarlo con Cristina, pero su plan se vio fallido cuando apareció de nuevo Diego. - Oye, ¿puedo hablar contigo?- preguntó Emma mirándose una de las manos de forma avergonzada.

-Claro, dime.- sonrió.

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