Parte 42

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-¡Julian!- lo llamó a voz en grito lo más fuerte que le permitieron sus pulmones. Pero no reaccionó. No se movía.

Annabel emitió un sonido gutural similar a una diabólica risa. ¿Cómo se atrevía a reírse en esta situación? Unas finas lágrimas afloraron de sus ojos ante la impotencia de no poder hacérselo pagar.

Annabel se giró bruscamente todavía sonriente buscando a su anterior víctima, pero la bruja ya había huido. Demasiado cobarde como para luchar con ellos.

Como pudo, con las pocas fuerzas que todavía guardaba su dolorido cuerpo, Emma se arrastró con los codos por la hierba ensuciando la parte frontal de su vestido, pero eso carecía de importancia; debía llegar hasta el lugar donde estaba tendido el cuerpo de Jules que seguía sin reaccionar. El césped y la tierra se pegaban en la fina tela que le cubría y le despegaban las cuentas que decoraban el frontal del vestido, pero le dolía demasiado el muslo como para intentar llegar hasta él de otra forma.

Annabel frustrada por habérsele escapado la bruja, se dio media vuelta y se la quedó mirando. Se reía con crueldad viendo como Emma se arrastraba con todas sus fuerzas en un vano intento de ayudar a su parabatai. No obstante, se volvió de nuevo hacia Julian y volvió a dirigir otro rayo negruzco en su dirección con una risa todavía más malévola que se le clavaba en los oídos.

En cuanto el rayo volvió a impactar con el cuerpo inmóvil de Jules, Emma cayó de nuevo en la hierba al sentir estallar el dolor en su interior, más intenso y más doloroso de lo que había sido anteriormente. No pudo controlar el desgarrador grito que raspó las paredes de su garganta, clavando las uñas en la tierra en un intento de que el dolor fuera más llevadero, aunque no resultó de ayuda.

El dolor cesó levemente lo suficiente como para que volviera a ser consciente de su objetivo: Julian. Se disponía a avanzar los escasos centímetros que quedaban de distancia hacia su parabatai cuando se percató de otro dolor más fuerte que emanaba en su interior.

No hizo falta que se mirase el brazo para notar que provenía de la runa parabatai; tampoco necesitó mirarse para saber que esta se estaba volviendo más tenue a cada segundo que pasaba, por lo que Julian cada vez estaba más lejos de la vida.

No, no, no. En un último impulso, llegó hasta él. Torpemente, con la poca energía que le quedaba, colocó el pesado cuerpo aparentemente inerte de su compañero en su regazo para protegerle.

-Julian – le susurró mientras las lágrimas brotaban de sus ojos. Se quitó la estela que le sujetaba el pelo recogido haciendo que éste cayera sobre su espalda. Le dibujó como pudo una iratze en la parte desnuda del antebrazo, pero ésta se desvaneció incluso antes de que estuviera terminada. Esto no podía estar pasando. Lo volvió a intentar nuevamente con el mismo resultado – ¿Por qué? – Fue más un grito lleno de ira que una pregunta que le lanzaba a Annabel - ¿Por qué le haces esto a él y a mi no?

¿Por qué se había conformado con herirla de gravedad a ella y con Julian se había ensañado tanto? ¿Era por qué culpaba a los Blackthorn de su muerte? Fueron sus antepasados, ¡no Julian! ¿Por qué debía pagar él por sus errores?

-Fue tu mano la que se llevó de este mundo la vida de mi amado Malcom. – Le espetó Anabel con una malévola sonrisa - ¡debías pagar por ello! –Le gritó.- Y ahora estamos en paz. –esta última frase la dijo de forma calmada, pausada y con una fingida tristeza, para instantes después volver a reírse de forma estruendosa. ¿Esa era la razón?

-Pero él no tenía la culpa de lo de Malcom – le replicó Emma entre sollozos con las lágrimas recorriendo su rostro. Miraba los ojos cerrados de Julian viendo como sus largas y oscuras pestañas se mantenían inmóviles ante sus iratzes.

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