Parte 52

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Se dirigía por el pasillo del instituto hacia lo que solía ser hace años el despacho del tío Arthur.

Todavía se le pegaban al rostro pequeños mechones rizados de su cabello castaño, el cual se mantenía húmedo tras la larga ducha que se había dado, tratando de asimilar todo lo sucedido.

Aún no había logrado hablar con Mark, puesto que al salir del cuarto de Emma y volver a su habitación éste ya no se encontraba allí. Se había negado a hacer la cama, no cuando pensaba en el motivo por el cual sus sábanas estaban revueltas.

Había sido suya por un instante, todo lo que importaba en su mente eran ellos dos estando en un sueño del que no le hubiese gustado despertar. Y vaya forma de despertar. Al fin sabía la razón por la que Emma no estaba con él... y ahora casi preferiría no haberla descubierto, ya que la realidad era mucho peor que su imaginación.

Que Emma no le amara, era algo difícil de afrontar pero al menos le gustaba pensar que él único perjudicado en esa relación era él; ahora por el contrario sabía que ella le amaba al igual que lo hacía él y sin embargo esto suponía un peligro para todo su alrededor. Quizás pudiesen controlarlo, pero en el mundo que acababa de descubrir, en el que Emma era capaz de crear esa extraña magia, en el que su relación era una amenaza, en el que serían perseguidos y repudiados si se mostraban libremente como algo más que parabatai... un “quizás” no era algo que le sirviera.

Estaba tan absorto en su mente, casi llegando al despacho, que solo fue capaz de desconectar de sus pensamientos cuando llegó a la altura donde se encontraba Diana sentada en una silla frente a la pared de la puerta, visiblemente nerviosa por la visita inesperada de los hermanos silenciosos.

Tío Arthur también se encontraba de pie junto a la instructora guardando silencio con la mirada ausente. ¿Estaría nuevamente abstraído en sus inexistentes mundos? Tenían una nueva reserva de pociones que le hacían recobrar momentáneamente la consciencia, facilitadas por Magnus Bane a regañadientes, puesto que solo le guardaría el secreto y les ayudaría hasta que Jules pudiera lograr que le prestaran la dirección del instituto de los Angeles.

-Julian, serás el siguiente. - le dijo su tío mientras éste se recostaba apoyando la espalda sobre la pared contigua a la puerta del despacho.

Tendría que enfrentarse a los hermanos silenciosos, sin tener la seguridad de que la runa que Emma le había dibujado en la espalda fuese a funcionar. Ésta todavía se encontraba dentro del despacho, y supuso que si todo iba bien se lo haría saber de alguna forma antes de entrar.

Apenas se cruzó de brazos, el pomo de la puerta del despacho comenzó a moverse para dejar salir de éste a Emma en un pésimo estado. Estaba llorando de forma amarga y triste con los ojos hinchados y rojos irritados por las lágrimas.

No pudo evitar acercarse rápidamente hasta ella, provocando que ésta chocara contra su pecho torpemente sin haberlo visto.

La abrazó por un segundo contra su pecho intentando aliviarla de cualquier preocupación o problema que le hubiera provocado verse en ese estado. No. Emma estaba llorando. Algo malo debía haber pasado en la conversación dentro del despacho, algo malo como haber sido descubierta. La runa no funcionaba. Una sensación de angustia se formó en su pecho sin saber que iba a ocurrir tras eso o que sería de ellos, pero intentó consolarla apretándola junto a él mientras ella apoyaba la cabeza sobre su hombro.

Le era indiferente que tío Arthur o Diana, la cual estaba mirándolos de manera atenta ante la incomodidad de la
conversación de la noche anterior, estuvieran presentes en la escena. Era Emma, siempre sería Emma y él siempre estaría ahí para apoyarla y evitar que se hundiera.

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