Parte 20

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-Contesta a la pregunta. – insistió de nuevo Diego ansioso por resolver la situación.

Viendo que no iba a tener ni un ápice de compasión, el hada se dispuso a hablar y de forma apresurada comenzó a dar su versión.

-Estaba volviendo a mi casa cuando lo oí gritar, fui a ver qué pasaba y... - se detuvo como si no se atreviera a compartir lo sucedido con ellos.

-¿Que viste? – la hizo seguir Erika, con una voz que denotaba su impaciencia.

Nunca había visto nada similar. -Paró para tomar aliento- ¡Y me vio! –Casi gritó - Sabia que vendría a por mí para que no pudiese hablar. Me escondí y busqué ayuda en el reino de la luz, pero allí me consideran una traidora y además tienen una alianza. –dijo casi al borde del llanto.

-¿Pero quién?- insistió Erika a voz en grito. Las continuas evasivas del hada la estaban alterando notablemente. Y no era la única.

Emma permanecía callada, conocía muy bien la naturaleza impasible de las hadas y ver a una de éstas en semejante estado de ansiedad le hacía pensar en la clase de peligro al que se estaban enfrentando.

-¡Por el ángel! –Gritó Diego exasperado.- Te exijo que hables claro hada si no quieres que el peso de la Clave recaiga sobre ti. – ordenó comenzando a perder los papeles.

-Julian tu sensor. – Emma se percató de que el sensor de Julian había comenzado a emitir el habitual "clac, clac" del metrónomo activado debido a las vibraciones demoniacas. Agradeció haber cogido un par de cuchillos serafín extra a parte de colgarse a su fiel compañera Cortana a la espalda.

-Viene una gran energía demoniaca, una horda – anunció Jules con el sensor en la mano mientras lo examinaba.

-¡Debo irme!- Gritó Sasne con la voz temblorosa.

Inmediatamente, se dio la vuelta dispuesta a escabullirse entre la oscuridad de la arboleda cuando Diego la cogió por la muñeca inmovilizándola. En un principio Emma pensó que era porque el centurión no había dado por terminada la conversación, ya que ésta solo había dicho varias frases sin sentido ni cohesión y necesitaban más información de la que el hada les estaba facilitando; pero rápidamente miró hacia los árboles viendo decenas de formas ocultas en la oscuridad, subidas en las ramas y tras los arbustos dispuestas a atacar.

No tardó en darse cuenta de que las formas se dibujaban en un cuerpo comparable al de un escorpión, aplanado como el de un cocodrilo y con multitud de patas.

-Rapiñadores. – susurró inconscientemente Cristina.

Emma apenas tardó dos segundos en desenfundar a Cortana, que había estado colgada transversalmente en su espalda, y colocarse en posición de defensa. El resto del grupo no tardó en actuar de la misma manera. Diego tiro del hada hacia él, colocándola a su espalda, mientras el resto de cazadores se situaban a su lado formando una barrera que se interpuso entre la multitud de rapiñadores y esta.

Sasne, viéndose liberada del agarre del Centurión, y presa del pánico, comenzó una torpe huida en la dirección opuesta, sin darse cuenta de que los rapiñadores ya se habían apresurado a rodearlos. Antes de que el grupo pudiese reaccionar para detenerla en su carrera, un par de las asquerosas criaturas se lanzaron encima de ella, clavándole una de estas las púas de su puntiaguda cola al tiempo que la derribaba facilitando el ataque de la segunda, la cual no tardó en hundir sus afilados y finos dientes sobre la blanca piel de la submundo.

Cristina, con una precisión extraordinaria, lanzó dos de sus navajas mariposa contra los rapiñadores, hundiendo las hojas grabadas de runas en el centro del cráneo de cada uno de estos, desintegrándolos al instante.

El resto de rapiñadores que estaban frente a ellos avanzaron de forma atacante, mientras Cristina corría para intentar socorrer al hada.

- El veneno ha sido letal, está muerta.- No pudo hacer nada por ella. Al morderla el rapiñador había introducido la letal toxina que quemaba la fuerza vital de la persona, y al estar el hada tan débil, el veneno actuó rápidamente. Lo que hacía casi un escaso minuto había sido una asustada Sasne se convirtió en una pila de cenizas en apenas segundos.

No había tiempo para lamentaciones. Los rapiñadores no paraban de salir y multiplicarse en número mientras intentaban atacar a los cazadores. Un rapiñador de considerable tamaño se situaba frente a Emma, quien no tardó en moverse con agilidad saltando sobre la cabeza de éste a la par que le hundía a Cortana en su largo y escamoso cuerpo haciéndolo caer al suelo mientras se retorcía y chillaba del dolor antes de morir.

Antes de poder reponerse ya tenía a otro encima de ella. Saltó hacia atrás apartándose con rapidez para esquivarlo antes de dirigir la espada hacia él. Podía ver de reojo como Diego luchaba junto a Cristina contra cerca una decena de ellos de manera limpia como un gran luchador. Por otro lado estaban Julian y Erika, quienes se movían al unísono ayudándose mutuamente como si hubiesen ensayado una coreografía; de la mismo forma en que se suponía que Jules debería estar luchando junto a ella.

Intentando dejar de lado los celos que le producía el abandono de su parabatai, Emma se dirigió hacia los nuevos rapiñadores que tenía tras ella y fue atestando golpes mortales con cierto enfado dejando que el icor fluyera por el filo de su espada. Siguió enfrentándose a los demonios que la rodeaban sin poder evitar llevar continuamente su mirada hacia Jules y Erika. Fue tal el impulso que tomó en una de sus distraídas estocadas, que este la desequilibró haciéndola caer momentáneamente mientras que Cortana golpeaba contra el suelo. Antes de que pudiera incorporarse y recoger su amada espada, unos cuantos rapiñadores saltaron sobre ella con la boca abierta babeando esa asquerosa y viscosa saliva verde. Afortunadamente un par de cuchillos serafín impactaron contra los cuerpos de éstos. Cuando Emma terminó de levantarse pudo ver que había sido Jules, quien para lanzarlos, se había separado varios metros de Erika, en un intento de ayudarla. Incluso en el caos de la batalla, no la perdía de vista.

Repentinamente, Julian se encontró con que tenía a casi otra decena rodeándolo a él, y solo le quedaba su desgastada espada. Lamentó su poca previsión por no haber traído más armas... ni siquiera su querida ballesta; pero la verdad es que no esperaba enfrentarse a una horda de más de un centenar de rapiñadores.

Intentó abrirse paso a espadazos hasta Emma, pero uno de los demonios que le rodeaban, con una de las múltiples patas y garras, consiguió arrebatarle el arma y partirla de un mordisco haciendo que ésta cayese al suelo separada en dos mitades y provocando la muerte del rapiñador en su ataque.

En un momento se dio cuenta de que se encontraba sin armas, mientras las criaturas de hocico grueso y aplanado seguían rodeándolo a la vez lucían sus dientes serrosos contra él.

Emma todavía tenía dos cuchillos serafín en su cinturón, pero no disponía de tiempo para poder desenfundarlos y pasárselos a Julian para que éste pudiera defenderse. Siendo consciente de éste hecho y sin pensarlo mucho solo tuvo que cruzarse con la mirada de Jules para hacerle entender lo que iba a hacer ante la negativa de éste.

Lanzó a Cortana por encima de los rapiñadores que los separaban a la vez que cogía con ambas manos las empuñaduras de las armas que descansaban en su cinturón.

-¡Ambriel! ¡Gadreel!- gritó los nombres de sus chuchillos para que éstos se iluminaran cobrando vida.

Lord of ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora