-¿Qué tiene ella que no tenga yo?- Otra vez yo le hacía la misma pregunta, otra vez él me daba la misma respuesta…silencio.
Esa pregunta rondaba todos los días mi cabeza desde hacía más de medio año, no es que él me importara mucho, bueno al menos no al principio. El principio, ¿cuál era el principio?, fue hace años cuando lo conocí en la universidad, no recuerdo la primera vez que hablamos aunque quisiera poder hacerlo. En ese tiempo, a mis 19 años, él no me importaba ni yo a él y aún así terminamos siendo novios, no fue un gran inicio, no fue un gran amor y no duró sin embargo fue divertido, fue liberador y no me importó, al menos no entonces.
Todo se dio como él quiso, una breve relación, unas breves semanas, no hubo corazones rotos y hasta el final fue divertido.
El verdadero problema fue que no hubo tal final.
A pesar de que ambos continuamos con nuestras vidas y nos enamoramos de otros seguíamos en contacto, nos escribíamos, nos hablábamos y nos encontrábamos. Pero no era amor, solo era una mujer que no pedía nada con un hombre que no pedía nada pero juntos lo entregábamos todo. Llegaron a pasar años sin vernos por las relaciones que teníamos que cuidar pero cuando estas fracasaban o simplemente no existían los encuentros eran más frecuentes. Y no había amor.
Así fue durante ocho años hasta que todo cambió hace unos meses, fue como una revelación, un día de repente simplemente lo supe, él era el hombre de mi vida y yo lo amaba. El problema fue que él tenía a alguien, a alguien a quien decía querer y no quería dejar y entonces empecé con esa pregunta, día tras día -¿Qué tiene ella que no tenga yo?
No podía imaginar vivir mi vida sin él, ¡yo tenía más derecho!, habían sido años, yo lo conocía mejor que nadie, yo lo amaba de verdad y lo quería solo para mí. Estaba desesperada, la duda me consumía, pensé en mil respuestas pero ninguna me satisfacía y no podía dejarlo, no quería, el tenía que ser mío, solo necesitaba encontrar la respuesta.
Al fin tuve una gran idea, sabía cómo solucionar esta situación. Emocionada hice todos los preparativos, no habría nadie en mi casa y tendría todo el tiempo del mundo.
Al tener todo listo le marqué emocionada, le dije que ya lo sabía, que al fin lo había solucionado así que le pedí que viniera a mi casa.
Tardó menos de 20 minutos en llegar, le dejé la puerta abierta y cuando lo escuché entrar le pedí que subiera a mi recamara. Al abrir la puerta lo recibí con una sonrisa entusiasmada pero su rostro no demostraba la misma alegría, tal vez sería que en la euforia del momento se me olvido arreglarme pero no era para tanto, no entendía su cara de horror, no entendía por qué gritaba.
Volteé al espejo y me vi, sonriente y enamorada como nunca lo había estado… con un gran cuchillo en la mano cuyo brillo había sido opacado completamente por sangre, toda yo estaba cubierta de sangre, incluso era difícil distinguir mi rostro… la emoción me había hecho ser descuidada.
Obviamente estaba asustado porque pensaba que algo me había pasado, ante esa idea comencé a reír y le dije -¡Tontuelo estoy bien!, esta sangre no es mía- Fue entonces cuando volteo a mi cama y descubrió el cuerpo de ella, su cara se desfiguró aún más, se puso frenético y el terror lo invadió. Pero yo sabía cómo tranquilizarlo porque todo lo hice por él y él lo entendería.
Me había costado mucho trabajo, tuve que cortar, abrir, arrancar y remover su piel y su carne, no fue tarea sencilla y por Dios que puso resistencia pero mi curiosidad ganó y al final lo supe y se lo dije con la voz más alegre que me hubiera escuchado nunca -¡Al fin lo sé!, ¡Al fin sé que tiene ella que no tengo yo!