El Infierno es una habitación con dos puertas.
La primera se cierra detrás de ti tan pronto como pones un pie dentro de ella. Colapsa dentro de su marco para nunca volver a abrirse de nuevo. La segunda puerta yace en la pared opuesta; una barrera sólida e implacable con un propósito totalmente insondable.
Una vez que ambas puertas están cerradas, tu tormento comienza. La habitación alberga un único castigo, administrado por las manos sádicas de tu guardián. Gritarás, llorarás, y conforme observes a tus heridas sanar solo lo suficiente como para mantener fresco el dolor, no habrá nada que desearás más que escapar.
Una vez que hayas soportado veinticuatro horas de castigo, se te permitirá un día libre.
La segunda puerta se abrirá de par en par, revelando una habitación vacía, dócil e iluminada. Cuando lo desees, puedes levantarte y movilizarte, sin impedimentos, a través de la puerta y hacia la habitación gris de piedra. El espacio es monótono, excepto, como siempre, por dos puertas.
Una vez que la puerta se cierre detrás de ti, tus heridas van a sanar, tu dolor cesará y, por veinticuatro horas, no pasará nada. No hay comodidades especiales, aunque en la ausencia silente de tormento incesante, beberás cada segundo como si fuese ambrosía.
Pero este es el asunto: cuando tu tiempo se acabe, cuando la segunda puerta se abra y seas succionado en su interior, te encontrarás en una habitación nueva, con un torturador nuevo, y más importante aún, tu nuevo castigo será notablemente peor.
Algunos se toman un tiempo para notar el patrón. Algunos lo notan de inmediato, pero no pueden resistir el dolor. Atraviesan la puerta al momento en que abre, ansiosos por un día de paz. Es a esas personas a quienes les toca peor. Descienden rápidamente más allá de los reinos de sufrimiento imaginable, y su añoranza por alivio solo hace que esas veinticuatro horas sean más insuficientes. Todos ellos comienzan a rememorar sus castigos tempranos casi con afecto, lamentando haber puesto un pie en la habitación gris, pero incapaces de parar.
Sin embargo, la broma pesada es para aquellos que aprenden autocontrol. Aquellos que se dan cuenta que el tormento aniquilador es mejor que cualquier cosa más allá de la habitación gris. Sus corazones se rompen un millar de veces en cada momento que deciden no poner un pie en la habitación siguiente. Sus almas se hacen añicos al momento en que deciden quedarse en la habitación principal.
El Infierno es una habitación con dos puertas.
La primera se cierra detrás de ti tan pronto como pones un pie dentro de ella. Colapsa dentro de su marco para nunca volver a abrirse de nuevo. La segunda puerta yace en la pared opuesta, abierta y expectante. Recordándote, con cada segundo agonizante, que ese es el Infierno que escogiste.