Soy el tipo de colega que todos odian: soy el colega que roba del refrigerador.
Sé que es grosero y egoísta, pero las cosas de todos los demás simplemente saben mucho mejor que mis almuerzos de bolsa. Aparte, debo admitir que es bastante divertido ver el desconcierto de mis colegas cuando notan que les faltan cosas. Gritan: «¡Por el amor de Dios, estaba sellado!» y «¿Qué tipo de monstruo haría esto?».
Se volvió un calvario tan grande que la oficina entera organizó una cacería de brujas contra el malhechor. Un conserje veterano fue despedido y culpado de haber botado cosas. Dejé de robar por un tiempo y todo regresó a la normalidad.
Pero no me pude resistir a espiar en el refrigerador y examinar todas esas delicias devolviéndome la mirada. La tentación fue demasiada y agarré un contenedor que le pertenecía a la chica nueva, Tracy Meyers.
Mientras lo devoraba, uno de mis colegas me sorprendió por el pasillo, pillándome infraganti. En vez de llamarme la atención o hacer una escena, simplemente abandonó la sala sin pronunciar palabra. Sospeché que sabía que nadie le iba a creer.
Terminé de comer justo cuando mi localizador timbró, así que me lavé las manos metódicamente y me enderecé la corbata antes de dirigirme hacia la sala de operaciones. Mi nueva paciente, Tracy, había sido preparada para recibir su trasplante de corazón. El único problema era que alguien se lo robó del refrigerador.
