incluso los mounstruos tienen mountruos

17 1 0
                                    

Presa.

Es lo único que soy para ellos. Solo otra chica rubia y jovial de una hermandad, a quien invitas a una copa de más, llevas a tu casa, y de la que te olvidas una semana después.

Otra fulana bajo las cobijas.

Otra conquista.

Y me molestaría, pero el trato es plenamente mutuo. Recibo tragos gratis y toda la atención que desee con ningún compromiso. Igual, la mitad de las veces les toca un caso de polla borracha. E invariablemente, siempre traigo protección.

Adelante. Sé lo que están pensando, no sean tímidos. Escuchémoslo.

¿Zorra? ¿Furcia? ¿Puta?

Créanme, me han dedicado peores. Ni siquiera me intimidarían con amenazas de muerte. Pero si deben referirse a mí de alguna forma, llámenme monstruo.

Lo diré sin rodeos: no soy la presa.

Tomen como ejemplo a este castaño de ojos azules. Ya me ha comprado un cóctel, y luego un par de güisquis cuando se da cuenta de que sé aguantar el alcohol. Había algo en su aftershave que fue lo que me atrajo inicialmente, y, con sujetos como él, un guiño es todo que necesito.

Hemos regresado a su apartamento en menos de dos horas.

Para cuando estamos por comenzar, insiste, como muchos otros: «Me he quedado sin condones. Pero no te preocupes, soy limpio y siempre la saco».

«No hay problema, guapo. Yo siempre traigo protección», le sonrío, buscando en mi bolsillo trasero.

Un momento después, mi cuchillo atraviesa su piel, deslizándose cada vez más cerca de su corazón. Se sacude por la impresión del impacto y hace una pausa, bajando su mirada hacia la cuchilla.

Pero la sangre no fluye.

Me sonríe con furia, y sus colmillos crecen a medida que sus pupilas se alargan como hendiduras.

«¿Qué pasa, cariño?», agarra mi mano con dedos gélidos y olfatea mi cuello delicado. «Supongo que ya has de haber adivinado que no soy del todo… humano». Me chasquea sus dientes y comienza a reír.

Es ahí cuando tuerzo la cuchilla, activando el mecanismo que emana una mezcla de agua bendita y nitrato de plata por sus venas de ultratumba.

Mientras convulsiona, hago una nueva marca en mi cinturón.

«¿Y olvidé mencionar que soy una cazadora?».

CreepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora