ebenezer scrooger

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I

Un Genio verdadero puede ser indistinguible entre tú y yo, no como el retratado en Aladino. No necesitas frotar una lámpara para que aparezca. En algunas culturas, se cree que estos seres poseen libre albedrío y ciertamente no son benevolentes.

Era su amigo, el único tipo de amigo que puede tener un hombre que se la pasa todo el tiempo bebiendo en un bar. Sentado en el banco a su lado, echándose tragos a un mismo ritmo.

Cuando su hermano murió, el enojo lo había consumido. El auto fue encontrado al fondo de un río. La policía reportó que no había ninguna señal de colisión; el veredicto fue suicidio. Nunca les creyó. Su hermanito no estaba deprimido, era el único familiar que aún lo visitaba. Era su roca.

—Solo quiero saber qué le pasó —dice, aturdido.

—Tus deseos son órdenes —le responde su acompañante, tomando otro trago de vodka puro.

Una luz brillante lo ciega, y tiene que girarse para proteger sus ojos. La luz resplandece a medida que un auto se precipita hacia él. Se paraliza y arruga el rostro. Los neumáticos chillan cuando el vehículo gira hacia la izquierda tratando de evadirlo. El tiempo parece congelarse, y reconoce enseguida el rostro del sujeto al volante.

El auto se cuela por un lado del puente, ganando altura antes de impactarse en el río de abajo.

Se queda sin aliento.

—Ten cuidado con lo que deseas —le dice el Genio, mirándolo fijamente, y baja su trago vacío en el mostrador del bar—. Cantinero, páseme otro y deme uno para mi amigo.

II

Cuando lo encontré en el parque, se veía bastante derrotado. Vestimenta desaliñada, ojos inyectados de sangre, nariz goteando. Las fiestas pueden ser duras para las personas. Me siento a su lado en la banca; el olor del consumo excesivo de alcohol invade mis fosas nasales.

—¿Cómo te va, amigo? —pregunto gentilmente.

—No muy bien —me responde—. Me despidieron de mi trabajo. ¿Puedes creerlo? Despedido tan cerca de Navidad. Mi novia solo me dijo que nos van a desahuciar si no encuentro algo nuevo, como si no lo supiera ya. Contacté a mis amigos, pero ninguno estuvo dispuesto a ayudarme porque ya les he pedido demasiados favores. Sabes, a veces creo que todos estarían mejor si no hubiera nacido.

Luce impresionado, como si no pudiese creer que se acaba de desahogar frente a un completo desconocido. Estoy familiarizado con este efecto que tengo en las personas.

—Anda, estoy seguro de que eso no es verdad. Mira, puede que no creas esto, pero soy un ángel enviado del Cielo para cuidar de personas como tú. ¿Por qué no te muestro cómo sería todo si no hubieses nacido?

Moquea.

—Está bien…

Saco una campana pequeña de mi bolsillo y la hago sonar. De súbito, nos encontramos frente a una mansión grandiosa.

—¿En dónde estamos?

—Te traje adonde tu novia.

Nos asomamos por la ventana para ver el interior impresionante con decoraciones onerosas. Su novia está sentada en la mesa del comedor junto a un hombre apuesto, sosteniendo manos. Ella se ríe por algo que él dice, y luego acaricia el cabello del niño sentado a su lado.

—Pero… ¡está mejor sin mí! —exclama, horrorizado.

—La gracia de uno puede ser la desgracia de otro. Continuemos.

Toco mi campana y nos desplazamos a la casa de sus padres. Un joven muy parecido a él sale por la puerta.

—Ese es… ¿mi hermano? Pero no es posible. Murió hace años.

—Si tuviera que adivinar —ofrezco—, diría que está vivo porque no estuviste presente para causar su accidente.

Observo su rostro con atención cuando sus padres salen de la casa, sonriendo y abrazando a su hermano de una manera en la que nunca lo abrazaron a él.

—Oh, Dios. Regrésame. ¡Por favor! ¡Ya no puedo soportar otro segundo aquí!

Toco la campana y estamos de vuelta en un mundo que él sabe que es peor por su existencia. Se va corriendo, y me pregunto cómo lo hará: pastillas, un arma, o quizá saltará de aquel mismo puente. Sé que no será capaz de vivir consigo mismo después de lo que le he mostrado; nadie nunca es capaz.

Nada fue real, claro. Pero él cree que lo fue, y eso es suficiente.

Me quito el sombrero para dejar que mis cuernos respiren, y sigo caminando, buscando a la siguiente pobre alma deprimida durante esta preciosa época navideña.

III

Ciertamente, las Puertas Aperladas no era lo que esperaba.

Después de mi muerte, yacía entre una multitud que se contaba por los miles. Más adelante, a cientos de metros de distancia, divisé una cerca dorada. En vez de una fila hacia el Cielo, más bien se sentía como un parque de diversiones.

En tanto la multitud avanzaba, noté muchas puertas más pequeñas, abriéndose y cerrándose. Por cada puerta que se abría, veía numerosos destellos de llamaradas desde el frente de la multitud.

Lo que vi cerca de las puertas me aterró.

Cada persona se paraba en un círculo de palabras mágicas, mientras que el sujeto del otro lado vestía con una túnica. Cuando una persona se acercaba, la figura exponía su rostro. Cada vez, el rostro era distinto. No podíamos escuchar las conversaciones desde afuera del círculo, pero se veían enardecidas. Momentos más tarde, la persona salía del círculo y entraba por las puertas… o desaparecía en las llamas.

Es mi turno. Observo a la persona frente a mí, quien discute con una mujer triste vestida con la túnica. Un hombre con armadura dorada da un paso ante mí.

—¿Listo?

—Ese… ¿es Dios? —pregunto—. ¿Asimilando formas diferentes?

El ángel niega con su cabeza.

—No. Dios es indulgente. Él le permitiría pasar a todos. A quien verás en el círculo será la persona a la que más daño le causaste mientras vivías. Si está muerta, volverá acá para escuchar. Si está viva, lo experimentará como un sueño que olvidará al instante. Estos individuos son quienes juzgan. Ellos deciden: Paz o Condena.

Miro cómo la persona frente a mí estalla en una cápsula de llamas. La mujer agacha su cabeza. Trago grueso y camino hacia enfrente.

En tanto entro al círculo, la figura encapuchada alza su rostro.

¿Qué sentencia dictarás, hermano?

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