Cuando el pequeño Timmy Marlow desapareció, todo el pueblo estaba enfermo por la preocupación. Timmy era uno de los niños modelo. Un niño buenísimo, como dirían. Un alumno brillante. Un chico de buen corazón que era respetuoso con todos en el pueblo.
Al principio, su familia anticipaba una extorsión. Cuando un niño pequeño es tomado de las calles, usualmente es algo planeado. Era posible que hubiesen estado observando a la familia y que esperasen una suma enorme a cambio de su retorno seguro. Pese a que la familia Marlow no era adinerada en lo absoluto, el pueblo entero había expresado su disposición para apoyarlos. Pero a medida que los días se alargaron en semanas, nada sucedió. Ninguna llamada. Ningún correo.
Voluntarios atentos armaron campañas de búsqueda. Todas las personas en el pueblo habían llegado para ayudar en el rescate del pequeño Timmy. Pegaron volantes en cada poste de luz y edificio. No se podía recorrer una calle sin ver la dulce sonrisa de Timmy iluminándote. Buscaron por semanas y semanas hasta que se pareció haber perdido toda esperanza.
El niñito simplemente se había… esfumado.
Al final, sus padres se culparon a sí mismos por lo que había sucedido. Siempre habían estado demasiado ocupados como para cuidarlo. El que trabajaran en empleos de tiempo completo resultaba en horarios muy apretados. Por eso contrataron a la señora Astor para que hiciera de niñera. La señora Astor era la viuda que vivía una casa al lado de la familia Marlow. Luego del fallecimiento de su esposo, Albert, se había estado sintiendo bastante sola por su propia cuenta. La señora Astor les dijo a todos que Timmy nunca regresó de la escuela aquella tarde, y fue verdad. Era una anciana intachable. Nadie había conocido a Timmy mejor que la señora Astor.
Lo cual, al final, fue la razón por la que lo mató. Timmy era un monstruo. La señora Astor lo vigilaba cuando él creía que nadie estaba pendiente. La manera en la que mataba a los animales de los vecinos y cómo sonreía cuando eran anunciados como extraviados. Lo había visto colar veneno para rata en las bebidas de su familia. Nunca lo suficiente para matar; solo lo suficiente para provocar que se enfermaran violentamente. La señora Astor nunca dijo ni una palabra.
Entonces, Timmy se habituó a pegarle. Los moretes nunca fueron cuestionados. Después de todo, estaba vieja. Le salían moretes con facilidad. Timmy se aprovechó de esto y comenzó a golpearla más y más. Hacía berrinches y le tiraba cosas. Una noche, la señora Astor se fue a casa con una nariz rota.
Atraerlo con galletas y postres no había sido difícil. ¿Qué niño podría resistirse a su gastronomía? Timmy se murió al instante. Lo único que quedó por hacer fue ingeniar la manera para deshacerse del cuerpo.
Las personas del pueblo habían creído que la señora Astor era una anciana dulce e inocente. Ella incluso se había ofrecido a preparar comida para las personas dedicadas que querían ayudar en la búsqueda del niño desaparecido. Llegó lista con sus famosos pasteles de carne y limonada, sonriendo gratamente de oreja a oreja. En tanto el equipo de búsqueda disfrutaba de los refrigerios de la señora Astor, no se dieron cuenta de que terminaron encontrando al pequeño Timmy después de todo.