Medicación

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No recuerdo el momento exacto en el que comenzaron las alucinaciones, pero sí recuerdo la primera vez que me ovillé en el piso de mi habitación, agonizando debido a las llamaradas sofocantes y los gritos que solo yo podía ver y escuchar.

Mi papá me encontró. No sé cómo habría recuperado la compostura de no ser porque él estuvo ahí, diciéndome que todo pasaría, que estaría bien. Que todo estaría bien. Luego de eso, me insistió a menudo con que fuera a ver un médico, un psiquiatra, pastor o algo; alguien que supiera ayudarme con estas terribles imágenes en mi mente.

Al principio no me sentía muy animado con la idea. Pese a que me desagradaban las alucinaciones, tampoco quería que me dijeran lo enfermo que estaba. No me consideraba enfermo en lo absoluto.

Pero, a media que las alucinaciones empeoraron más y más, y mi papá me aseguraba que cualquier persona con un doctorado no tendría ningún problema para curarme, accedí y hablé con una psiquiatra.

Ella me dijo que era síndrome de estrés postraumático. Lo estaba experimentando a causa del devastador accidente vial en el que mis padres murieron cuando era un adolescente.

Me recetó unos medicamentos y las alucinaciones desaparecieron. Al igual que mi papá.

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