Capítulo 1: bad memories

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FLASHBACK (ANNA POV)

Abrí los ojos aquella mañana del seis de abril. Era mi cumpleaños, mi odiado cumpleaños. Hacía trece años que había nacido, y uno que mi infierno había empezado. No quiero salir de la cama, pensé. Y, como si ese pensamiento hubiera activado un mecanismo, mis padres entraron en mi habitación junto a mi hermano de ocho años.

- ¡Muchas felicidades, hija! - exclamaron entusiasmados los que me habían traído al mundo. Ojalá no lo hubieran hecho.

- ¡Felicidades hermanita! - mi hermano comenzó a saltar en la cama. Yo sólo quería fingir estar enferma y no ir al colegio. 

- Gracias - contesté demasiado seca. Esperaba que aquello fuera suficiente para evitar cualquier celebración. 

- ¿Estás bien? ¿Qué te pasa, Anna? - mi madre preguntó extrañada. 

- Me encuentro un poco mal, supongo que hacerme un año más vieja no me sienta bien - intenté no preocuparlos mucho, fingía estar enferma más veces de las que me gustaría. 

- Pues lo siento pero hoy vas a ir al colegio, ¡es tu cumpleaños! - por eso mismo, pensé mientras hacía una mueca.

El colegio. Sólo imaginarlo se me revolvía el estómago. Desde que empezó el curso todo había ido de mal en peor. Mis amigas de toda la vida no hacían otra cosa que tratarme mal. Alguien debía pagar el precio que suponía ser popular, y ese alguien era yo. Mi existencia era totalmente insignificante para todo el mundo, incluso para mí misma. Aguantaba las burlas, los golpes, que me quitaran todo lo que era mío por el simple hecho de creer merecerlo. Notaba como poco a poco me iba hundiendo en un agujero negro del que no era capaz de salir, ni siquiera podía evitar hundirme más. Pero todo eso se volvió insoportable cuando apareció él. Un chico nuevo había venido al instituto al principio del curso. Automáticamente se puso a salir con la que fue mi mejor amiga en infantil y primaria. Si por separado ya hacían que quisiera morirme, juntos era el mismísimo infierno. Tirarme los libros, quitarme dinero, utilizarme como un mueble... ojalá lo hubiera sido. Directamente él no solía tratarme tan mal como las otras, pero parecía ser una motivación para que ellas fueran aún peor. Quedar bien, hacerle ver que tenían el control del instituto y de los alumnos de ahí... Les gustaba tener público aunque sin él también disfrutaban. Creía que él, en algún momento, las haría parar, les haría ver lo que me estaban haciendo. Pero eso nunca pasó, siempre se reía de lo que Angie me hacía y le daba un beso seguidamente, como si fuera un premio.

A regañadientes me destapé y arrastré mis pies hasta el armario. La única ropa que había dentro era la que me regalaba mi familia. No creía tener el suficiente buen gusto como para comprármela yo. Saqué unos tejanos y una camiseta ancha. Cogí mis bambas favoritas que estaban tiradas por la habitación. Me vestí rápidamente y fui al baño. Ahí estaba mi reflejo en el espejo. Había imaginado tantas veces crecer y volverme guapa. Pero los milagros no existían y menos para alguien como yo. Recogí mi pelo en una coleta ya que no sabía poner en orden esa melena rubia encrespada y despeinada. Me lavé la cara y me puse las gafas. Examiné atentamente la imagen reflejada. Era pálida como el mármol y tenía las mejillas ligeramente sonrojadas, como de costumbre. Nada de maquillaje que pudiera mejorarme, no sabía cómo usarlo tampoco. Odiaba como me quedaban aquellas gafas, hacían que mis grandes ojos esmeralda se vieran demasiado pequeños. Mi madre siempre me decía que tenía una nariz respingona muy graciosa y los labios de Scarlett Johanson. Sonreí intentando creerlo y sólo pude ver el destello de los aparatos para los dientes. Nunca sería como una de esas famosas que salen en las revistas, ni tan sólo como una adolescente de la que todo el mundo quiere ser amigo. Ni físico ni personalidad, no tenía nada.

Better than revengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora