Capítulo 104: Un Gran Viento se Levanta, el Roc Extiende sus Alas

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Mientras miraba desde arriba a los seis hombres, que no dejaban de temblar de miedo como grillos durante el invierno, Meng Hao experimentó por primera vez la fuerza y el respeto mostrado a poderosos expertos en el mundo del cultivo. Sería mucho más acertado decir respeto y miedo. Hace dos años, estos hombres estaban deseando atacarle aun a pesar de que él estuviera en el nivel noveno de condensación Qi. Pero ahora, todos y cada uno de ellos estaban temblando dentro de sus botas.

"Quiero que me digáis todo lo que sepáis sobre este lugar," dio Meng Hao serenamente. "Si escondéis algo de mí...." Dejó que sus palabras hablaran por sí mismas mientras les miraba. Temblaron conforme vieron los restos del brillo rojo emanando desde su ojo.

El brillo estaba lleno de un aire demoníaco, y cuando ellos lo vieron, sus pupilas se contrajeron reflexivamente. La mirada parecía haberse marcado en sus espíritus. Sus expresiones cambiaron; parecían aterrorizados hasta el extremo y claramente no esconderían nada a Meng Hao. Le dijeron todo, incluso tomando los textos antiguos de la villa y dándoselos a Meng Hao. Le mostraron mapas, recetas de veneno ancestrales... todo.

Varios días después, Meng Hao abandonó la región del valle, respetuosamente despidiéndose de los seis cultivadores. Su apariencia era calmada y su rostro inexpresivo mientras se sentaba con las piernas cruzadas en una enorme hoja verde, la cual se transformó en un rayo multicolor que salió disparado hacia el Dominio Sur.

Después de que se fuera, los seis cultivadores se relajaron un poco. En cuanto al hombre que había muerto, hacía tiempo que habían decidido olvidarlo. No tenían el más mínimo deseo de buscar venganza. Simplemente miraron hacia la dirección que Meng Hao había tomado y esperaron que nunca volviera.

Unos cuantos días más pasaron. Era tarde, bien entrada la noche, en las profundidades del valle; allí, en una región imposible de ver, había una boca de una cueva antigua. Todo estaba calmado.

Dentro de la cueva había una cuerda roja, así como varios espíritus que se parecían a niños de siete u ocho años, allí en cuclillas, unos dos mil quinientos metros dentro de la cueva. Ocasionalmente dejaban salir un aullido o dos.

La cuerda caía dentro de un agujero que parecía interminable. Se extendía hacia abajo, dentro de la tierra, cada vez más profundo. Pronto, se pudo ver una cabeza de una mujer, atravesada por una cuerda. Su rostro era de un blanco puro, sus ojos estaban abiertos, observando frustradamente a la oscuridad.

Pasada la cabeza, el agujero continuaba extendiéndose hacia abajo, junto con la cuerda roja.

Treinta mil metros, trescientos mil metros, un millón quinientos mil metros... Allí, empezó a oler como el mar. De hecho, en este punto, se podía ver agua de mar. La cuerda se hundía en el agua de mar, continuando hacia delante, parecía no tener fin.

Si alguien pudiera ver tan profundamente, tres millones de metros, llegaría a observar.... Un mar negro. La cuerda se extendía en las profanidades del mar de esta área: era imposible de saber exactamente cómo de lejos el mar y la cuerda se extendían. Más adelante, apareció una formación de piedra que parecía tener miles y miles de metros de diámetro.

Había masivos peñascos de piedra erigidos, anillo tras anillo, capa tras capa. En el centro justo de la formación de piedra, había un ataúd de madera, en la superficie del cual estaba atada la cuerda roja.

La distancia entre ésta localización y el valle montañoso era difícil de describir. La cuerda era simplemente demasiado larga y tampoco era totalmente recta. Si alguien tiraba de ella con fuerza increíble, quizá mil quinientos metros, entonces tal vez pudieras medir lo hasta aproximadamente tres millones de metros. (N.T.: ésta última frase no la he podido traducir mejor porque no la termino de comprender.... He tratado de verla también en el texto original pero no ha ayudado precisamente)

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