Capítulo 13: La marca del trece

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Mi atención fue capturada por un pequeño grupo de amapolas al pie de un imponente árbol.

Su tronco estaba totalmente rodeado. Algo me incitó a contarlas, y así lo hice: había trece amapolas. Trece preciosas flores de pétalos rojos como la sangre. Me sentía ensimismada al observar los brillantes colores de la pradera cuando algo me sacó de mis propios pensamientos.

Alguien pronunciaba mi nombre. Era una voz que sentía profundamente familiar.

Rob.

Es Rob.

Me giré con brusquedad y lo primero que vi fue su piel morena correr en mi dirección a la vez que gritaba mi nombre.

-¿Qué pasa? -Pregunté en respuesta a sus gritos.

-¿Dónde estabas? ¡Te he estado buscando por todas partes! -Siguió corriendo hasta llegar a mí.

-Solo... salí a tomar el aire.

-Siento haber desaparecido -Susurró como para si mismo.

Tomó mi mano en un agarre fuerte y firme y me arrastró en una carrera hasta la casa.

-¿Qué pasa? ¿Por qué corremos? -Grité por el camino para que me escuchara.

-Nos han encontrado.

-¿¡Qué?! -Jadeé casi sin aliento. Sentí palidecer.

-Tenemos que salir de aquí ahora mismo.

-¿Y dónde piensas ir?

-Tengo billetes de autobús. Ahora corre y no hagas más preguntas, te lo explicaré todo más tarde.

No pronuncié ninguna palabra más. ¿No se suponía que era casi imposible que nos encontraran aquí?

Entramos en la cabaña y cada uno preparó una mochila. La mía llevaba algo de ropa, unas barritas energéticas y el botiquín. La suya llevaba un cuchillo, dinero y una manta tan fina que parecía una camiseta.

Salimos de la casa dejándolo todo tal y como estaba, y corrimos hasta quedarnos sin aliento. Cuando supusimos que la distancia entre la cabaña y nosotros era suficiente como para retrasar a las personas que nos daban caza, continuamos a paso rápido, pero más relajado.

Tardamos dos horas en llegar a la estación de autobuses. Ya estaba anocheciendo, ¿cuánto tiempo había estado Rob fuera hasta que regresó con los billetes?

Mis tripas rugieron dándome a entender la falta de alimento durante todo el día.

-Rob, no sé tú, pero yo tengo hambre.

-Yo también, pero espera a estar en sitio seguro para bajar la guardia, Sandra -Suspiró cansado. -Voy a entrar a la cafetería a comprar unos bocadillos, no te muevas de aquí.

-Yo llevo el dinero, Rob. ¿Por qué no entro yo?

-No te muevas de aquí.

Y esa fue la única contestación que recibí antes de que desapareciera tras las puertas de cristal del establecimiento que se hacía llamar Ferrer Indian.

Regresó con cuatro bocadillos en una bolsa que guardó en su mochila. Me acordé de que yo llevaba unas barritas energéticas: saqué una y engullí las proteínas tan rápido como me lo permitió el cuerpo.

Después de eso buscamos nuestra línea de autobús correspondiente.

-Busca el autobús número trece -Dijo Rob.

Trece.

Trece como el número de amapolas que había contado.

Toda una coincidencia, ¿no crees, Sandra?

Besos de terciopeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora