Capítulo 36: Días grises

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Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cinco meses.

Cinco meses desde la última vez que vi a Rob. No estaba segura si eran cinco meses, o simplemente unas horas desde la noche anterior.

Siempre que la oscuridad caía junto con la Luna, esa figura extrañamente familiar y humana, aparecía en la rama de aquel viejo roble. Cada noche en la misma postura: de cuclillas e inmóvil. Oculto en la negrura, casi imperceptible para mis ojos. Sentía cómo me observaba, cómo analizaba cada uno de mis movimientos, y sin que él lo supiera, yo lo contemplaba con la esperanza de que fuera Rob.

Una semana.
Dos.
Tres.
Cuatro.

Veintiocho días desde la última vez que el lobo me había visitado. Cuatro semanas desde la última vez que pude ver sus ojos.

Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cinco días.

Cinco días desde mi último sueño. Desde la última vez, que mi subconsciente me transportó al lado del alma más animal del bosque: desde que pude abrazar su gris pelaje.

Una semana.
Dos.
Tres.
Cuatro.

Cuatro semanas habían pasado desde que Sam, para mí un completo desconocido, había llegado a mi vida, poniéndolo todo en su sitio, hasta la esquina más desordenada de mi mente, y se había ido, dejándolo todo peor de lo que había estado antes.

Dejándolo todo patas arriba.

Besos de terciopeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora