Espero que disfrutéis de la lectura, y sin más demora...💖
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Notaba una suave presión alrededor de mi mano derecha. El calor la envolvía. Escuchaba una respiración tranquila y constante. Y de nuevo, llegó de golpe el dolor allí donde Cam me había clavado la daga. Donde me había golpeado con la piedra. Sentía una presión en el hombro que había tenido dislocado, y un latente ardor por todo el recorrido de magulladuras. Desde mi cara, por la piel que cubría mis costillas, hasta las rodillas.
Lentamente iba recuperando la lucidez y el control de mi cuerpo. Parpadeé. Estaba en la habitación que nos habían asignado el día de nuestra llegada, iluminada por la tenue luz de una pequeña lámpara sobre una mesilla de noche al otro lado del pequeño cuarto. Estaba tumbada en la única cama individual que no era litera. Tapada con una manta verde hasta la cintura.
Hasta donde podía ver, llevaba puesta una camiseta negra que reconocí rápidamente. Era una de las camisetas de manga corta que Rob utilizaba en sus entrenamientos. Descubrí maravillada lo bien que mantenía su olor. Y en ese momento me pregunté quién me habría vestido.
Giré mínimamente la cabeza y observé, agradecida, que quien sostenía mi mano era él, Rob. Había brillo en su mirada. Sus labios hicieron el amago de sonreír, pero se detuvieron cuando sus ojos descendieron por mi brazo.
Seguí su trayectoria y me quedé paralizada. Un montón de manchas amarillas, negras y violetas salpicaban mi piel blanca. No recordaba haberme golpeado en el brazo. Pero los hematomas decían algo que ni si quiera yo podía ocultar. Cam había sido muy agresivo conmigo. La adrenalina había evitado que sintiera el dolor de los golpes durante la lucha, pero ahora, cientos de clavos se hundían en mis músculos cada vez que intentaba moverme.
Mi respiración sonaba ronca y cortada. Emití un sonido de sorpresa que fue como la lija para mi garganta. Me llevé la mano libre a mi cuello, y más dolor apareció allí donde se posó. Rob dejó de tocarme y volvió la cabeza hacia otro lado con expresión horrorizada. Intenté incorporarme y algo sonó dentro de mí como si me rompiera.
Grité de dolor, pero de entre mis dientes solo se deslizó un susurro. Rob volvió a mirarme pálido.-No te muevas. Para. Para-. Puso su mano de nuevo sobre la mía. -No te muevas.
Bajó la mirada y noté sus ojos arder sobre la piel de mi abdomen.
-Tienes dos costillas rotas-. Susurró evitando mirarme directamente a los ojos. Suspiró agotado. -Cuando pille a ese cabrón, Sandra... -Cerró los ojos con expresión severa. -Te juro que voy a hacerle pagar por esto-. Abrió los ojos, la ferocidad de un animal se concentraba en ellos. Pasó el pulgar por mi labio inferior. -Voy a matarlo. Te lo juro.
Tú habías deseado matarlo también, Sandra. Y lo habrías conseguido de no ser lo débil que te dejó su paliza.
Él también tenía la cara magullada, pero no reflejaba dolor en sus facciones. Solo podía ver en ellas culpabilidad, rabia y preocupación.
-¿Cuánto llevo inconsciente?-Mi voz se cortó varias veces antes de poder terminar de hablar. Sonaba ronca y vacía.
-Dos días. Dos días desde la operación.
-Tienes mala pinta, Rob. Duerme un poco. Dudo que lo hayas hecho en estos dos días-. Había dos medias lunas bajo sus ojos, oscuras y preocupantes.
-No dormiré hasta que te recuperes. Los ángeles no tenemos que dormir tanto como los mundanos. Ya lo sabes-. Acariciaba mis dedos con los suyos.
-Sí, lo sé. Pero estás herido. Tu cuerpo tiene que descansar.
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Besos de terciopelo
FantasiAtrapada en una guerra entre corazón y lógica, observa su devastador e inevitable futuro. Un ángel y un lobo. Se debate entre el amor de dos seres fantásticos, y la supervivencia de la humanidad. La traición, el peligro, las mentiras, los secretos...