Capítulo 33: Voces

66 4 0
                                    


Levanté la pierna y pisé la madera. Llegué hasta el porche. Caminé rozando con mis dedos la barandilla.

Un escalofrío me recorrió la espalda. Cerré los ojos, recordándola en su mecedora. La mecedora que tendría que estar en frente de mí. Los abrí y miré a los dos chicos que me observaban.

Rob parecía desconcertado. Cam sin embargo, parecía indiferente. Sentí una punzada en el pecho. Cam me había utilizado. Se había colado en mi cabeza y había echo, apropósito que yo sintiera algo muy fuerte por él.

Me giré hacia la puerta de entrada, y caminé con paso rápido hasta ella. Tomé el pomo de la puerta en mis finos dedos. Sentí el metal frío contra mi piel. Giré lentamente aquella pequeña bola de cobre con miedo e impaciencia. Un escalofrío me recorrió todo el brazo hasta hundirse en las vértebras de mi nuca.

Al abrir la puerta, me topé con la oscuridad absoluta, un olor intenso a humedad, y cada uno de los recuerdos que aquella casa había guardado para mí.

Di un paso y atravesé el umbral de la entrada. Me adentré en la negrura., y antes de ir más allá, miré hacia atrás.

Rob y Cam.
Cam y Rob.
Rob y Cam.
Los dos.

-¿Los odias o los amas? -Preguntó una vocecilla de niña.

-Eso, Sandra. ¿Nos odias, o nos amas? ¿Me odias, o me amas?-La voz aguda y suave desapareció para convertirse en la voz ronca que tan familiar me era.

Miré a los ojos a Rob. Él solía hablarme en la mente, pero no había sido él. Tenía signos de cansancio en el rostro, y me miraba extrañado, como si no supiera qué sucedía.

Desvié mis ojos a su derecha. Cam. Sonreía, de una manera extraña. De una manera que me daba miedo.

-¿Nos odias, o nos amas? ¿Me odias, o me amas?-Repitió la voz en mi cabeza.

En ese momento Cam aumentó la sonrisa un poco más. Era una sonrisa que representaba poder. Poder y malicia.

-Tú no puedes salvar el mundo, niña. No vales nada.

Me retorcí de dolor, y caí de rodillas al suelo.

-¡¡¡Sal de mi maldita cabeza!!!-Le grité a Cam. Di un alarido de dolor.

Había sido como si una bomba dentro de mí hubiera explotado y me hubiera hecho pedazos. Levanté la mirada, y más allá de las tablas levantadas del suelo del porche, vi como Cam se cruzaba de brazos divertido, como si disfrutara del espectáculo. A la vez, Rob me miraba aterrado y corría en mi dirección, pero algo me decía que no llegaría a tiempo.

Otra bomba en mi interior explotó. Y otro alarido ensordecedor brotó de mi garganta. Rob estaba a punto de subir los escalones del porche, cuando algo me agarró de las piernas, miré hacia atrás, pero mi cuerpo estaba sumergido en la oscuridad de la casa, y no logré ver nada.

Miré a Rob. La ira reinaba en todas y cada una de sus expresiones. Lo que fuera que me había agarrado tiró con fuerza de mí mientras gritaba, arrastrándome con ello a la oscuridad. La puerta se cerró de un fuerte golpe, y la tenue luz que entraba por ella, se esfumó.

No veía nada, pero sabía dónde estaba la salida. Me levanté a la velocidad de la luz y corrí todo lo rápido que pude, me di en toda la cara con las tablas de madera que me impedían abrir la puerta, la fuerza del golpe me hizo retroceder y caer de espaldas contra el suelo.

-Antes no había ninguna tabla en frente de la puerta-. Susurré agobiada.

Me froté la frente intentando disipar el dolor.

Besos de terciopeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora