Capítulo 31: Decido salvarte

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Estábamos a pocos kilómetros del punto de encuentro.
Cam llevaba sin dormir días.
Parando para comer e ir al baño en centros de autoservicio.

Yo había dormido a ratos con una mala postura en el asiento del copiloto. Me dolía la espalda y el cuello, y echaba de menos una buena cama.

Era temprano, había amanecido hacía poco. Miré el reloj con los ojos medio cerrados. Las seis y media. Bostecé, desesperada por dormir un poco más.

Cam tomó una salida del camino.

-Buenos días, dormilona-. Me miró durante un segundo.

-¿A dónde vamos? -Pregunté al ver que salíamos de la autovía.

-A desayunar un buen café.

Café.

La palabra resonó en mi mente tan tentadora como un caramelo para un niño. Me pasé la lengua por los labios. Hacía casi un mes que no probaba el café, y la boca se me hacía agua al imaginarme el olor de un capuchino recién hecho.

Aparcamos entre dos Volvos, uno gris y otro negro. Cam salió del coche, y antes de que yo pudiera abrir mi puerta, él estaba abriéndola para mí.

Torpe y adormilada puse un pie en el asfalto, después el otro. Miré por encima del tejado de la cafetería. Un amasijo de nubes rojas, púrpuras y naranjas se mezclaban esperando ansiosas la salida del sol. Era realmente precioso.

Cam cerró el Jeep. Antes de poder darme cuenta, y apartar la mirada del primer amanecer que presenciaba -sí, nunca hbaíha visto uno-, ya estábamos caminando hacia el establecimiento.

Nuestros pies pasaban por el húmedo y ennegrecido asfalto cuando me percaté de una suave presión en mi mano, acompañada de un calor agradable.

Desvié la mirada del cartel que anunciaba zumo de naranja a mitad de precio.

Vi cómo Cam sujetaba mi mano con la suya y entrelazaba sus dedos con los míos.

¿Le había dado la mano a Cam? ¿Me la había dado él a mí? Qué narices... ¿Estaba caminando de la mano de Cam?

¿Qué demonios haces caminando de su mano, Sandra?
¿A caso lo hacéis como una pareja? ¿O quizá como amigos con derecho?
Necesitas reorganizar tu mente, esto no está bien. Él debería ser Rob, y no Cam.

Vi nuestros dedos entrelazados, y sin embargo no reaccioné. No me paré de repente en aquel frío aparcamiento, no separé bruscamente mi mano de la suya, no hablé.

Simplemente respondí ante aquel toque de la manera más estúpida y problemática posible: cerré los ojos y presioné con mis dedos su mano de una forma demasiado tierna.
Después dejé que su suave tacto me envolviera.

De golpe y sin avisar, el frío invadió el hueco que antes Cam cubría con su mano sobre mi piel. Ya habíamos entrado en la cafetería y se dirigía hacia el mostrador.

Me quedé estática en el tiempo observándolo caminar, como si el transcurso del reloj se hubiera detenido. Los vaqueros negros holgados que llevaba, junto con las botas oscuras de militar, y la camisa negra, le daban un aire de chico duro que hizo que algo se me revolviera en mi interior.

Normalmente me alejaba de la clase de tíos que mostraban ese aspecto, pero ni si quiera entendí por qué cuando se giró y me guiñó un ojo de entre mis labios se escapó un suspiro estúpido.

Se pasó la mano por el pelo y se lo desordenó mientras se acercaba a mí con una sonrisa terriblemente sexy en sus labios.

-Será mejor que nos sentemos en una mesa-. Agitó dos cartas delante de mi cara.

Besos de terciopeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora