Capítulo 43: Días de guerra

59 3 0
                                    

Dejé caer mi cuerpo contra el colchón.

Cerré los ojos y me abandoné a todos los olores que se revolvían por la habitación. Olía a rosas y a polvo, sobre todo a rosas. El suavizante que mi madre usaba siempre había sido el mismo, el de olor a rosas, y mi padre seguía usándolo.

Me estiré por toda la colcha. Había echado tanto de menos mi casa, mi habitación, mi cama...

Abrí los ojos, y vi la foto tamaño póster que había pegado en el techo, justo encima de mi cama. Esa foto que el primer día de instituto nos habíamos hecho, Jess, Rob y yo.

Me quité los zapatos y me puse de pie sobre la colcha. Levanté los brazos y di pequeños saltitos, hasta que por fin pude agarrar uno de los bordes, y tirar de él para desprender el papel de la pintura blanca.

Me quedé mirando la foto un buen rato. Estábamos sonrientes, como si no hubiera un mañana, como si realmente no supiéramos lo que nos esperaba un par de semanas más tarde.

Me di cuenta de todo había cambiado, incluso yo misma era diferente. Mis ojos eran diferentes.

Lo enrollé y lo dejé sobre mi escritorio. Alguien llamó a la puerta.

-¿Sí?

-¿Cuándo llegará tu padre, Sandra?-Preguntó Sam entrando en mi cuarto.

-Por la tarde, cuando salga de trabajar.

-Me gusta, es grande pero acogedora-. Dijo refiriéndose a la casa. Caminó hasta la ventana.

-Sí, demasiado grande para dos personas.

-¿Dónde está tu madre?

Suspiré.

¿Mi madre? Muerta. Mi madre está muerta.

-Murió. Hace tiempo-. Contesté sentándome en el borde de la cama.

-Lo siento.

-No necesito el pésame de nadie, Sam-. Lo miré de reojo.

-Lo sé. Eres más fuerte de lo que parece.

Estuvimos en silencio durante un largo rato. Observaba cómo Sam, curioso, recorría mi cuarto de aquí para allá.

-Creo que no te queda ningún rincón de la casa por inspeccionar-. Reí.

-Es todo tan... diferente al claro del bosque y a la cabaña... Hacía tiempo que no salía de allí-. Se sonrojó.

-Estás muy guapo cuando te pones rojo-. Dije divertida. -¿Por qué no quisiste quedarte con la manada? Al fin y al cabo, has vivido con ellos muchos años.

-Sí, diez años en concreto. Empecé a transformarme a los nueve, y tuve que marcharme con ellos-. Suspiró.

-No has contestado a mi pregunta, Sam.

-Pues... no he querido quedarme allí, porque no quería dejarte sola...-Suspiró.

-Sé que hay algo más, no soy tonta, no necesito la protección de nadie.

-Sé que no eres tonta, créeme-. Hizo una breve pausa. -Es solo que... -Se dirigió al escritorio, se agachó y sacó la funda de mi violín. -Descubrieron que sabías lo que era, y decidieron que les había puesto en peligro-. Acarició la cerradura y el revestimiento de cuero negro con la punta de los dedos.-Simplemente, me han desterrado. Rollos lobunos.

-Ha sido por mi culpa, Sam, lo siento. Si yo no me hubiera empeñado en buscarte cuando no sabía que tú y el lobo erais el mismo, nada de esto habría sucedido.

Besos de terciopeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora