Capítulo 17: La soledad nunca viene sola

130 7 2
                                    

Algo me presionaba la caja torácica con golpes secos. Uno tras otro. A lo lejos escuchaba una voz que me resultaba realmente familiar.

-Uno, dos, tres. Uno, dos tres. Vamos, Sandra, vamos. Vive.

A pesar de ser una voz que sabía que ya había escuchado en algún otro lugar, no lograba ponerle cara y nombre. Y a pesar de escucharla lejos, era como si intentara llegar a mí de alguna u otra manera en mi cerebro.

Una bocanada de aire se abrió paso por mi sistema respiratorio abrasándome la garganta. Tosí y mi cuerpo se retorció para expulsar todo el agua que inundaba mi garganta.

Quien fuera que me había salvado todavía continuaba con el masaje cardíaco, porque a pesar de haber tosido, seguía sin responder; sin respirar.

Me sentía consciente de todo, pero mi cuerpo no reaccionaba a mis órdenes.

Había muerto, y esa persona que mis ojos dibujaban borrosamente sobre mí, por alguna extraña razón cuando todos querían matarme, había decidido salvarme.

Mi cuerpo volvió a sufrir un espasmo y ahora sí que escupí hasta la última gota de agua que quedaba en mi interior.

Mis ojos poco a poco pudieron ir definiendo todo lo que me rodeaba: árboles, arbustos y un suelo embarrado que me acogía en sus brazos, y sobre mi cuerpo inmóvil y aparentemente inerte, un chico. Me incorporé con la fuerza salvaje de una arcada que recorrió toda mi tráquea y me hizo toser de una manera salvajemente desgarradora.

Recuperé el aliento y rompí el silencio:

-¿Quién eres? -Susurré con la voz ronca y la garganta dolorida.

No respondió, se quedó absolutamente quieto con sus ojos puestos sobre los míos.

-¿Cómo quedaste atrapada en ese hoyo? -Preguntó curioso como si no hubiera pasado nada.

Su voz era suave y amable, pero varonil y realmente seductora. De esas voces que te incitan a tener una conversación simplemente para tener el placer de seguir escuchándola un poco más.

-El suelo se hundió -Respondí ronca.

Asintió como si le estuviera dando la razón a una loca.

-Corría y el suelo se hundió, solo eso -Repliqué

-Aquí no se corre. A no ser que estés huyendo de algo -su mirada, afilada como un cuchillo interrogó a mi expresión.

No aparté mis ojos desafiantes de él, y en ese momento se levantó, me alzó en sus brazos y comenzó a andar.

-¿¡Dónde vas!? ¡¡Suéltame!! -Grité.

Simplemente pasó de mí.

Genial, Sandra. Primero te vuelves loca, mueres ahogada, y después te raptan.

-¡He dicho que me sueltes!

-¿Te salvo la vida y así es como me lo agradeces?

-Gracias por revivirme, Señor Desconocido, pero tengo piernas. ¡Suéltame! ¡Debo volver! -Dije mirando atrás.

Me posó en el suelo y un punzante dolor atravesó mi tobillo herido, emití un grito ahogado que reprimí al momento mordiéndome la lengua.

Había olvidado el daño que me había hecho al caer después de intentar salir de aquel maldito agujero.

-¿Y pretendes marcharte por tu propio pie hasta donde tengas que ir así? -Se rió.

-Sé valerme por mí misma.

Besos de terciopeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora