Cuatro.

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Suena el despertador, abro los ojos y lo primero en lo que pienso es en el día tortuoso que me espera. Clases, trabajo comunitario, aguantar al pesado de Dylan y su ego. Al menos voy a ver a Miles en hora de Economía y probablemente tengamos que ponernos a trabajar juntos. Después de una ducha para despabilarme, cambiarme y maquillarme estoy lista para enfrentar el largo día que me espera. Saludo a las chicas, que están preparándose para ir a sus clases y salgo.

Apenas entro al enorme salón, veo a Miles saludándome con ternura y entusiasmo. Me hace señas para que vaya a sentarme a su lado y eso hago.

- ¿Cómo va, trabajadora comunitaria? – Pregunta dándome un beso en la mejilla y yo ruedo los ojos. – Okay, creo que no muy bien.

- Nada bien. – Me sincero.

- ¿Y eso por qué?

- Como si no fuera suficiente tener que hacer trabajo comunitario por un delito en el que no tengo nada que ver, tengo que soportar a un idiota de la escuela de música. Agh, es un imbécil. – Bufo recordando a su pelo ridículo y sus actitudes impertinentes.

- Son sólo tres semanas, ignóralo y ya. – Dice encogiéndose de hombros. – Por cierto, lo de hacer el trabajo juntos sigue en pie ¿cierto?

- Claro. -Sonrío.

- Perfecto, porque ya se lo comuniqué al profesor. – Me guiña un ojo y el corazón se me cae al suelo. – Me alegra que pasemos más tiempo juntos, Liz. De hecho hay algo de lo que quiero hablarte.

- No me digas eso, sabes que no puedo vivir con intriga. – Me quejo.

- Prefiero que lo hablemos fuera, es algo personal. – Dice arqueando las cejas mientras hago un esfuerzo por no desmayarme y el profesor aparece dando por terminada la mini conversación misteriosa.

Les mando mensajes a mis amigas, preguntándoles de que podría tratarse lo de Miles y las dos me aseguran que por lo que dijo, no hay duda de que se trata de nosotros. De mí. Intento controlar mi entusiasmo pero es imposible. Entonces todo tiene sentido: Como me cuidó en la fiesta, la forma en la que me tomó la mano, lo dulce que ha sido últimamente, pasarnos a buscar al final del día de trabajo anterior, querer hacer el trabajo juntos. Oh dios, está pasando. Voy a ser la novia de Miles Standall.

Como si mi mente no estuviera lo suficientemente obsesionada con la cuestión, Miles me pasa un papelito donde dice que cuando suene el timbre lo espere para irnos juntos. Mi felicidad es palpable.

Varios minutos después, la campana que nos da la libertad suena y Miles toma mi mano rápidamente. Nos sentamos debajo de "nuestro árbol" en el campus y yo espero que empiece a hablar con impaciencia.

- Bueno, sabes que me cuesta bastante hablar de mis sentimientos ¿verdad? – Pregunta mirando al suelo, con una timidez adorable. Yo asiento. – últimamente he estado haciendo una especie de introspección, hablando conmigo, aclarando muchas dudas y confusiones.

- ¿Con respecto a qué? – Pregunto ansiosa.

- A como me siento. – Suspira. – Hay algo que necesito decirte, hay algo que honestamente ya no puedo ocultarte más.

- Te escucho. – Sonrío exageradamente.

- Soy gay. – Dice Miles y me siento una extrema idiota ya que al mismo tiempo grito un "si, quiero!" que claramente se debe haber escuchado por todo el campus.

- ¿QUÉ? – Preguntamos los dos al mismo tiempo y el se echa a reír. - ¿Qué es lo que "sí, quieres" Liz?

- ¿Qué? No, yo... No dije eso. – Digo nerviosa y triste, muy triste. – Por favor, sigue hablando. Lo tuyo es mas importante.

- Es que no hay mucho para decir, creo que una parte de mí siempre lo supo pero no tenía el valor suficiente para decirlo en voz alta. – Dice encogiéndose de hombros. – Mi fanatismo por Miss Simpatía debería haber sido señal suficiente.

- ¡Qué idiota! – Exclamo entre risas. – Wow, estoy un poco en shock, debo admitirlo.

- Lo sé pero quería que seas la primera en saberlo. – Dice abrazándome por el cuello. – Eres una de mis personas favoritas en todo el mundo.

- Aw, Miles. Es mutuo. – Digo encerrando mucho mas de lo que digo.

Después de semejante confesión tengo que hacer mi dolor a un lado y escucharlo, pasar un rato con él. Cuando me dice que tiene que volver a clases, es hora de irme a casa a prepararme para la tortuosa jornada de trabajo comunitario. Un dolor enorme invade cada rincón de mi ser y lo que antes era imposible de ver, ahora me parece obvio.

Apenas entro a mi habitación, me encierro y abrazando a mi almohada lloro con pesar y con angustia. Ahora sólo me queda la opción que quería evitar a toda costa: Olvidar a Miles.

Las chicas llegan de sus clases y celebro para mis adentros. Les cuento todo lo sucedido y para mi sorpresa, valga la redundancia, no se sorprenden ni un poco.

- No digo que sea algo obvio pero sí algo que quizás se veía venir, Liz. – Dice Ally dándome unas palmaditas en la espalda. – Pero que te haya querido contar primero que a nadie significa que te quiere y mucho.

- Claro. – Coincide Lucy. – Entiendo la decepción que sientes, Liz pero ahora es el momento de dejarlo ir y encontrar a un chico al que no le gusten los chicos.

- Sútil. – Digo entre lágrimas y risas. Ally le da un golpecito a Lucy y las tres nos reímos.

- Ahora a arreglarse ese bello rostro que tenemos que ir a cumplir nuestro deber con la sociedad. – Dice Ally.

- Y con tu baterista. – Bromea Lucy haciendo que se sonroje. – Vamos, Liz. Puedes descargar tu furia contra el idiota de Dylan si se pone insoportable otra vez.

- Oh, cierto. Como si el día no fuera lo suficientemente horrible, tengo que ver al tarado ese. – Bufo.

Me pongo una vieja remera de Arctic Monkeys, un joggin Adiddas y zapatillas y ya estoy lista al igual que mis amigas que me esperan abajo. Por suerte el oficial se dio cuenta de que tres muchachas que apenas pueden levantar un balde de pintura no podrían fugarse así que en vez de buscarnos por la universidad, nos espera en la escuela. 

Opuestos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora