Treinta y uno.

74 3 0
                                    

Después de todo ese pequeño-gran desastre Emir logra descansar con la cabeza en mis piernas mientras yo intento mirar televisión aunque mi mente está en otro lado. Estirándome con cuidado, tomo mi bolso y saco mi cuaderno, intento estudiar para poder concentrarme en otra cosa que no tenga nada que ver con lo sucedido esta noche pero fracaso y me quedo dormida menos de diez minutos después.

El sonido de mi móvil me despierta y mientras me despabilo, recuerdo que mi dolor de cuello se debe a haberme quedado profundamente dormida en el sillón. Las responsables de que mi sueño se haya terminado de pronto son mis dos mejores amigas preocupadas por mí y por Emir. Les respondo que ambos estamos bien y que en un rato nos vemos, aunque no tengo idea de donde se encuentra él. Sigo a mi instinto y me felicito a mi misma cuando lo encuentro sumido en sus pensamientos, sentado en la mesita de la terraza.

- ¿Te estabas escondiendo aquí? - Pregunto abrazándolo por la espalda, apoyando mi mentón en su cabeza mientras se ríe.

- Necesitaba pensar un poco y tus ronquidos me distraían. - Bromea.

- ¡Ya basta con eso! - Me quejo entre risas. Él se pone de pie y me rodea con sus brazos. Me da un beso en la nariz y me abraza fuerte. - ¿Qué sucede?

- Lamento mucho lo de anoche. - Dice con tímidez. - Lamento mucho ser un idiota y hacerte daño.

- Lo que mas daño me hace es que te hagas daño a ti. - Me sincero. - Tienes que dejar de intentar ser lo suficientemente bueno para esta relación porque ¿adivina qué? Ya lo eres.

- Te amo muchísimo, Liz. - Dice y suspira. - Jamás podría perdonarte hacerte daño otra vez.

- ¡Hey! - Exclamo poniendo mis manos en sus mejillas. - Ya basta, todo está bien. De hecho ¿Sabes como podrías arreglar lo de ayer?

- Dime como, cualquier cosa y lo haré. - Se entusiasma.

- ¿Podrías cantar tu canción en la boda de Miles y Brandon? - Pregunto en tono angelical.

- ¿Qué? ¿Por qué? ¿Ellos te lo pidieron? - Pregunta y yo asiento rápidamente. - Mmm bueno, está bien, lo haré.

- ¿Lo ves? - Pregunto rodeándole el cuello con ambos brazos. - Deja de tratar de ser el mejor porque ya lo eres.

Le envío un mensaje a Miles para contarle las buenas noticias y él lo agradece más de una vez. Tomó un café rápidamente, luego mis llaves y mi bolso y me despido de Emir.

- ¿Qué vas a hacer durante el día? - Pregunto antes de irme.

- No lo sé, creo que voy a quedarme aquí. - Se encoge de hombros.

- Creo que es hora de que empieces a usar el estudio ese que tienes ahí. - Digo señalando al estudio que Emir dijo que usaría para sus trabajos futuros.

- Tienes razón – Dice guiñándome un ojo. - Probablemente lo haga.

- ¿Seguro que estás bien? - Insisto un poco descreída y el asiente aunque la nostalgia en sus ojos es innegable. Le doy un beso en los labios y salgo.

Cierro y después de poner llave, apoyo la cabeza contra la puerta y suspiro. Siento que Emir me necesita, aunque por momentos lo veo fuerte y seguro, no puedo evitar sentir que a la vez es un niño pequeño en medio de una tormenta. Y sé bien lo que es sentirte solo, sé bien lo que es perder el rumbo y lo importante que es tener a alguien que te ayude a reencontrarte contigo mismo. Entonces lo sé, simplemente lo sé: La universidad puede esperar.

Vuelvo a abrir y Emir se acerca a la puerta sobresaltado. Me mira desentendido, yo me encojo de hombros y tiro las cosas de la universidad sobre el sillón.

Opuestos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora