Capítulo 6: Segura inseguridad

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Abrí mis ojos y un blanco techo me dio la bienvenida a ser consiente nuevamente. Giré mi cabeza a un lado y desee no haberlo hecho cuando una punzada en mi cabeza me hizo cerrar los ojos a consecuencia. Parpadee confundida. Estaba en mi habitación, tendida sobre mi cama. Pero, ¿cómo?

Me levanté como un rayo, mas tuve que sentarme nuevamente a causa del desequilibrio que ocasionó un mareo. Segundos después caminé lentamente hacia el espejo de mi armario, y me sorprendí al ver en mi reflejo mi uniforme completamente limpio. La blanca camisa de botones no tenía rastro que afirmara que alguna vez había estado manchada de sangre, y mi falda estaba completa, no le faltaba el pedazo de tela donde estaba bordado el escudo del instituto. Tenía puestas las altas medias blancas y mis negros zapatos cerrados que el instituto tanto me obligaba a usar. Todo parecía normal, sin embargo miré mi rodilla y encontré aquel raspón que me había hecho al saltar la muralla, ahora cubierto por una tirita dos tonos más oscura que mi piel. Otra tirita de igual tamaño y color ocultaba un golpe en mi frente.

-¿Cómo? -susurré para mí misma.

¿Cómo rayos había llegado aquí?

Me fijé en los detalles. Mi cabello estaba un poco húmedo, hecho un desastre con mechones enredados unos con otros, pero mi maquillaje no estaba corrido. Fruncí el ceño al encontrar la mochila a un lado de mi cama. La tomé en mis manos y la abrí, encontrando todo su contenido intacto, no parecía que hubiese estado bajo un diluvio, y yo la había dejado bajo un árbol antes de trepar aquella muralla. Tomé mis cuadernos y los inspeccioné uno a uno, eran mis mismos cuadernos y tenían absolutamente todo el material dado en clase, y de no conocer bien mi letra, no me hubiese dado cuenta de que esa letra no era mía. ¿Cómo lo sabía? No tenía la menor idea, pero algo me decía que esa letra no era la mía. Tal vez fuese la forma diferente en la que estaba dibujado el punto sobre la letra "i", o la perfecta ortografía que aseguraba que todas las palabras estaban acentuadas correctamente cuando yo no era la mejor acentuando o simplemente dejaba palabras sin acentuar en un intento de avanzar y alcanzar a copiar cada palabra que dictaba el profesor.

Un peso extra en mi cintura me hizo llevar una mano hasta allí.

Mi celular.

Mi celular aún estaba sujeto entre el cinturón de mi falda. ¿Cómo demonios permanecía sujeto allí después de todo lo que había pasado? Lo tomé y lo contemplé, eran cuatro y media de la tarde. Bufé al encontrar varias burbujas de agua dentro de la pantalla, pero aún servía, y sólo me bastaron varios segundos para verificar que nada se hubiese borrado.

Definitivamente mi encuentro con aquel chico, Keitan Black, había sido real a pesar de que algunas cosas no encajaban del todo.

Abrí la puerta y salí de mi habitación, caminé por el pasillo hasta llegar a la sala, y me paré en seco cuando vi a Antonio sentado en el sofá. Él casi nunca entraba a nuestro apartamento, sólo pasaba la puerta cuando debía discutir algo importante con mis padres.

-¿Qué haces aquí? -al instante me arrepentí de que mis palabras hubiesen sonado tan bruscas.

-Erika -dijo levantándose -, estaba preocupado por ti. ¿Cómo te sientes?

¿Qué debía responder?

-Bien... -murmuré -. Ehh... ¿Cómo llegué aquí? -probablemente mi pregunta no hubiese sido la mejor o la más correcta, pero necesitaba respuestas cuanto antes.

-¿No recuerdas nada? -preguntó.

¿Era una pregunta capciosa?

-No -mentí -, no recuerdo nada.

Él suspiró.

-La directora del instituto me llamó. Me dijo que estabas en la enfermería del instituto. Te encontraron tumbada en el suelo de uno de los pasillos, al parecer resbalaste y al caer te golpeaste quedando inconsciente.

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