Capítulo 24: Viviendo con el enemigo

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La situación era la siguiente: era el primer día de mis anheladas vacaciones y yo me encontraba de regreso en mi apartamento, luego de haber pasado días durmiendo por obligación en un hospital. Olvidaba mencionar que acababa de enterarme que mi guardaespaldas era un acosador y que posiblemente quisiese asesinarme.

Ignorando todo aquello por más difícil que fuese, abrí la segunda carpeta. Toda la vida de mis padres estaba allí escrita. Desde cuando eran jóvenes, sus primeros movimientos empresariales, sus estudios. Absolutamente todo. Fruncí el ceño al encontrar un recorte de un artículo.

"Se rumorea que los White planean hacer la que sería su mayor obra de caridad."

Pero no había más, solo un título.

¿Qué obra de caridad sería aquella?

Seguí pasando páginas, recordándome que tenía el tiempo contado.

Información sobre un orfanato. Fotos de aquel lugar, junto con varios niños. Y un documento donde se informaba que mis padres habían adoptado a una niña en aquel lugar.

Mi respiración era entrecortada, aún así no me detuve.

Todo un formulario sobre porqué mis padres eran candidatos perfectos para adoptar a una niña y brindarle privilegios de por vida. Y un documento donde informaba la edad de la niña a la que habían adoptado, seis años. Una foto mal tomada de aquella pequeña niña. Y un nombre, el nombre que mis padres le habían otorgado.

Erika White.

Ese era mi nombre, esa niña era yo.

Yo era la mayor obra de caridad de mis padres.

El mundo parecía haberse detenido. Y realmente sentía que ya no podía más.

Fingir que todo estaba bien cuando en verdad no lo estaba.

Nadie tenía que enterarse de mis problemas, de lo que sentía, pero esto ya era demasiado.

Había pasado más de siete años con mi guardaespaldas, que no era más que una maldito acosador que parecía querer sacarme provecho. Estaba enferma, mi nariz sangraba si mi presión arterial sobrepasaba los límites sanos. Habían intentado secuéstrame. La avioneta de mis padres había estallado, y ellos habían muerto. Había pasado quién sabe cuántos días drogada en un hospital psiquiátrico y ahora me enteraba que mis padres no eran mis padres. Que había sido adoptada como parte de una obra de caridad.

Escuché la puerta del apartamento abrirse y me sobresalté.

Antonio.

¿Cómo sabía que estaba aquí?

Miré aquella mochila y maldije en mi interior. Allí estaba mi celular, el celular tenía un rastreador. Había olvidado ese detalle completamente.

¿Y Keitan? ¿Qué había pasado con Keitan?

-Erika, sé que estás aquí. Juguemos a las escondidas otro día, hoy no -escuché su voz provenir desde la sala.

Mis manos volvieron a temblar, mi corazón iba demasiado rápido.

¿Qué iba a hacer?

Eran las dos de la madrugada y yo estaba sola en un apartamento con un psicópata.

Escuché cómo cerraba la puerta del apartamento y le ponía seguro. Seguido, escuché sus pasos aproximarse.

No tenía salida. No había ninguna escalera de emergencia cerca de la ventana de su habitación y si corría a la mía él me atraparía a mitad de pasillo.

Tazmania Donde viven las historias. Descúbrelo ahora