Capítulo 44: No le pidas al tiempo que espere

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Había visto decenas de películas de acción, y, en la mayoría, un arma de fuego hacía acto de presencia.

Por favor, es solo un arma —me repetía mentalmente y revoleaba los ojos ante el gran drama que montaban las personas.

Pero, justo ahora, estaba paralizada.

Dominic Sullivan siempre me había parecido sospechoso. Demasiado calculador, demasiado atento. Sus ojos demasiado oscuros, su sonrisa demasiado peligrosa. Todo en Dominic Sullivan era demasiado.

Y, finalmente, me daba cuenta de que había tenido razón.

Si otro hubiese sido el momento hubiese estado orgullosa de mí misma. Fanfarroneando ante Keitan hasta que aceptase que había estado en lo correcto al creer que había algo negativo en Dominic. Pero no era el momento de fanfarronear, no cuando Keitan no estaba y un doble-agente sonreía cínicamente mientras me apuntaba con una pistola.

No cuando acababa de enterarme de que era la hija perdida de un sujeto sumamente peligroso.

Falso.

Todo era falso; yo, mi vida, y lo que me rodeaba.

Todo esto era demasiado.

—¿Te gustan los juegos, Erika? —preguntó Dominic y salí del trance al que había entrado hacía minutos —Porque a mí sí me gustan.

—K-Keitan llegará en... en cualquier momento —mi voz dio asco.

Casi hasta me avergoncé de mí misma.

—Entonces será un juego entre tres —su sonrisa provocaba escalofríos —. Nunca me caíste bien, Erika. Inteligente, atenta y luchadora —batió sus pestañas en una imitación femenina —. No sabes las ganas que tengo de matarte. Lentamente —puntualizó.

—No puedes hacerlo —dije en un arranque de valentía —. Mi padre me está buscando. Está pagando por quien me entregue, ¿no?

Él fingió pensar para luego sonreír diabólicamente.

—Casi. Tu padre está pagando por quien te entregue, pero no importa si estás viva o muerta. Y siendo sincero, será tan satisfactorio matarte que correré el riesgo de entregarte muerta sin importar que le descuenten varios ceros a mi recompensa. Sólo por ver la cara de Black cuando no te vea respirar.

Perdida.

Estaba perdida. Claro había quedado que Centurión Blue era un ser despiadado. Pero, ¿de qué le servía muerta? Era obvio entonces que no me quería encontrar para dar un paseo por el parque que fomentara nuestra inexistente relación padre-hija.

—¿Conoces el juego del gato y el ratón? —inquirió y no respondí —Tengo una mejor versión: el asesino y la víctima —guardó la pistola y sacó una daga plateada que no tardó en agitar frente a mí hasta asegurarse de que mis ojos hubiesen captado la nueva amenaza —. Te daré cinco minutos para que te escondas, corras, grites, pidas ayuda. Cinco minutos para que hagas cualquier estupidez que se te ocurra. Luego, iré a por ti y te mataré. Imagina que es un juego de supervivencia, se vale todo. Así que, ¿cómo dicen antes de que las bailarinas y actores salgan al escenario? —pensó en voz alta —Ah, sí, rómpete una pierna, Erika —deseó antes de programar el cronómetro de su reloj de mano.

Y yo no me moví.

Quería hacerlo, pero el shock de todo era tan grande que no lograba entrar en razón.

Keitan no estaba. Keitan no llegaría a tiempo para ayudarme y yo no sabía qué hacer. Mis clases con el líder no eran nada contra Dominic.

—Tic, toc, Erika —dijo —. Estás perdiendo tiempo muy valioso.

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