Capítulo 39: Océano de dudas

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Los del FBI no parecían tener mejor humor que los de la ASIO.

Luego de un tenso, silencioso e incómodo viaje en auto con tres agentes del FBI, llegamos a lo que deduje era una pequeña parte de la agencia. Solo deduje, no estaba segura de nada en este punto.

Al bajar de la camioneta fui escoltada cual estrella de Hollywood por aquellos dos apuestos agentes que me habían obligado a acompañarlos.

Juro que me vi tentada a preguntar si para ser agente era requisito poseer cierta belleza, pero me contuve al intuir que nadie parecía tener buenos ánimos.

Subimos por un ascensor hasta llegar a la cuarta planta de donde fuese que estábamos.

-¿Alguien me puede decir por qué rayos estoy aquí? -silencio -Gracias, son muy amables -puse mis ojos en blanco.

Recorrimos dos pasillos con pisos tan pulidos que podía ver mi propio reflejo y me hicieron entrar a una habitación de paredes blancas. En una de las paredes había un rectángulo, un espejo en el que sólo podía ver mi reflejo. Sin embargo, las muchas películas y libros de espionaje me decían que detrás de ese cristal habían personas, y que podían verme fácilmente.

Una mesa pequeña, rectangular y plateada estaba en el centro de la habitación, con dos sillas frente a frente. Genial. Una sala de interrogación.

El chico del arete en la ceja, tomó mis hombros y me giró hasta estar frente a frente. Comenzó a tantear mis caderas y los bolsillos traseros de mi jean, y aún con las manos esposadas, las estrellé contra su nariz.

-¡Deja de manosearme! -el chico de gafas oscuras sujetó mis brazos para que el otro continuase con lo que fuese que estaba haciendo.

-Sólo te estoy registrando -dijo neutral, como si el golpe que le acababa de dar nunca hubiese impactado su nariz.

Todos se ocultaban bajo la misma excusa de: "sólo te estoy registrando".

Lo peor fue cuando se agachó frente a mí y registró mis botas.

Adiós celular.

Y yo que tenía la esperanza de aprovechar cualquier momento a solas para buscar entre los contactos de mi celular el número telefónico de aquel chico registrado falsamente como Jared Valcarce.

-Tengo un inmenso álbum de fotos y varios playlists interminables. Si una sola foto, si una sola canción, desaparece, busquen a un buen abogado porque nos veremos en la corte -advertí.

-Dame tus manos -ordenó el de gafas, ignorándome olímpicamente.

Odiaba seguir órdenes. Realmente lo odiaba. Pero hice lo que me pidió, actuando con completa madurez.

Sacó una pequeña llave del bolsillo de su jean y me quitó las esposas.

Aunque mis muñecas no estuviesen lastimadas, las masajeé con mis dedos. Digo, eso hacían en las películas y yo no rompería la tradición.

-Quédate aquí -ordenó y lo miré molesta.

Ambos chicos dieron media vuelta y salieron de la habitación; dejándome allí encerrada.

Sabía que intentar abrir la puerta sería una acción inútil y estúpida, puesto que había escuchado el seguro activarse una vez los chicos salieron, así que preferí no humillarme intentando aquello.

Giré ciento ochenta grados sobre mis botas y analicé la habitación.

Cero ventanas.
Una puerta; cerrada.

Sabía que estaba siendo observada fijamente mediante aquel espejo trampa, así que ni siquiera me molesté en hacer el ridículo acercándome. Claro que pensé en golpearlo con una de las sillas, pero posiblemente fuese un cristal aprueba de balas y si aquello no acababa bien, sería otra gran humillación para mí.

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